Las 16:00 es hora de siesta

Albacete | betis · el otro partido

No sentó bien la sobremesa, pues el equipo salió dormido y corrió demasiado detrás del balón · El peor del Betis de Mel jugó en Albacete, allí donde se vio al mejor de Tapia

1. El portugués Miguel Lopes es atendido por el médico y el masajista béticos tras darse un golpe con un rival tras el que se quedó sin aire por un instante. 2. La afición verdiblanca, que se desplazó en un número aproximado a las 500 personas, anima a su equipo desde la grada. 3. El colegiado asturiano Piñeiro Crespo se dirige hacia el técnico local, Antonio Calderón, para expulsarlo ante sus reiteradas protestas. 4. Un seguidor bético se lamenta por una ocasión de gol perdida en el segundo tiempo del encuentro disputado ayer en el estadio Carlos Belmonte.
1. El portugués Miguel Lopes es atendido por el médico y el masajista béticos tras darse un golpe con un rival tras el que se quedó sin aire por un instante. 2. La afición verdiblanca, que se desplazó en un número aproximado a las 500 personas, anima a su equipo desde la grada. 3. El colegiado asturiano Piñeiro Crespo se dirige hacia el técnico local, Antonio Calderón, para expulsarlo ante sus reiteradas protestas. 4. Un seguidor bético se lamenta por una ocasión de gol perdida en el segundo tiempo del encuentro disputado ayer en el estadio Carlos Belmonte.
Pablo Salvago

26 de septiembre 2010 - 05:02

Las 16:00 no es hora de fútbol. Es el momento de echarse un rato a dormir tras una buena comida o salir a dar una vuelta. Eso, quizá, hizo el Betis en el Carlos Belmonte. Salir al césped, salió, pero sin la intensidad, chispa y garra necesaria para hacer el repóquer de victorias. Al final se quedaron en cuatro y no se alcanzaron los cinco triunfos de aquella histórica temporada 1934-1935, en la que el cuadro verdiblanco conquistó su única Liga.

No se ganó ni tampoco se empató, y el liderato y la condición de invicto cayeron de un plumazo en un día de esos tontos en los que el último pase de Salva Sevilla o Emana sólo encontró las piernas de los jugadores locales, bastante más despiertos que los andaluces. Al menos, esto debe servir para que los béticos tomen nota, se levanten antes de la cama, almuercen más pronto o lo que sea la semana que viene, porque contra la Ponferradina se repite un horario que no le gusta nada a los futbolistas pero que, por imposición televisiva, es lo que hay.

¿Y ahora cómo canalizará la primera derrota este Betis? Mucho dependerá del trabajo psicológico de Mel, que ya en el viaje de ida intentó tocar la fibra sensible de alguno poniéndole el vídeo de la historia del club. Quizá hubo quien se quedó dormido, porque nadie en el césped albaceteño parecía contar con el plus de intensidad que te da el amor por los colores: el verde y el blanco. Con todo, hubo alguno que despertó a tiempo de la morriña y se salvó de la quema. Rubén Castro, autor del tanto del empate y único hombre-gol de verdad del equipo de Mel.

El canario suma ya cinco dianas en los siete encuentros que ha disputado, marcando en los últimos tres encuentros ligueros de forma consecutiva. En Albacete no podía faltar a su cita con el gol, pues es un campo que conocía bien de su paso por allí en la 2004-2005, también con Momo a su lado. Si al menos se conoce tan bien otros terrenos de juegos por los que ha pasado este trotamundos del fútbol (Las Palmas, Gimnàstic, Huesca y Rayo), otros cuatro aciertos están asegurados, aunque el canario apunta mucho más alto.

Sin duda, el delantero fue de lo mejor de un conjunto que ante el Albacete mostró su peor versión en lo que va de temporada. Y eso que pudo ganar, sí, pero la sensación de vulnerabilidad, de falta de concentración y ver a gente andando recordaron a un Betis de otro tiempo, de un tiempo para olvidar. De un tiempo, sin embargo, no tan lejano, pues el grupo que dirigía Antonio Tapia el año pasado hizo de todo ello una seña de identidad. En realidad, esto es algo que ha cambiado el actual técnico bético, ya que en las últimas campañas, salvo en ciertos momentos con Paco Chaparro, si por algo se caracterizaba el cuadro heliopolitano era porque casi siempre parecía indiferente en el campo. Daba igual si enfrente estaba todo un Barcelona o el Numancia. Pero, cosas del fútbol, allí donde se vio la peor versión del Betis de Mel fue donde el de Tapia ofreció las mejores sensaciones de la temporada.

Entonces pareció que el equipo sevillano ascendería con la gorra, en lo que dura un parto, según decían en aquellos tiempos los rectores verdiblancos. El parto se convirtió en el de la burra y esto no ha hecho nada más que empezar. Cualquiera firmaría una derrota tras cuatro victorias consecutivas. Con esa media se asciende seguro. El primer revés tenía que llegar en algún momento y, aun siendo merecido, duele más porque el Betis tuvo el partido en sus botas durante media hora. No aprovechó sus ocasiones y lo pagó con una derrota que debe servir como acicate para levantarse más fuerte aún.

Como en la Copa del Rey ante el Salamanca y el Granada, o como el domingo pasado frente al Valladolid, toca remontar el vuelo contra la Ponferradina. Esta vez en casa, esta vez con toda la afición animando pero... ojo, también en la sobremesa. Que nadie se duerma.

stats