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Fue el hombre el que mordió al perro

El otro partido

El Sevilla cumplió con el guión y presionó hasta la extenuación en la primera mitad. Al final los bocados fueron de Luis Suárez y de Munir.

El once inicial del Sevilla se dispone en el centro del campo después de su salida de vestuarios.
Miguel Lasida

15 de agosto 2016 - 05:02

Los futbolistas del Sevilla lo tenían claro desde el principio: o mordían como perros o el Barcelona tendría muchas posibilidades de salir con vida del Sánchez-Pizjuán. El mismo Rami lo había advertido en la víspera. Como frente el Real Madrid en Noruega, la intención del equipo era estar cerca, "como perros", para evitar que la tropa de Luis Enrique hiciera su juego. Y así sucedió. Al menos durante los primeros 45 minutos, periodo en el que el Sevilla ofreció un espectáculo de garra, presión, intensidad y mordiente eficaces. Las energías se agotaron tras la reanudación y, claro, al final fue el hombre el que mordió al perro.

Ésa fue la noticia: el Barça salió vivo, y tanto, del coliseo nervionense. A riesgo de la quemazón, medio título es ya de ellos. Y eso que la jauría sevillista había estado haciendo las delicias de los 40.000 aficionados que abarrotaron Nervión en su primera gran velada de la temporada. Las playas sevillanas se quedaron vacías. En esta ocasión la peregrinación al santuario futbolístico sustituyó al de la Virgen de los Reyes, que hoy procesionará temprano desconociendo que, como fervor mariano, se enfrenta a competencia.

El hincha acudió curioso a observar las pruebas del laboratorio del técnico argentino y por momentos hubo esa deseada comunicación entre la grada y la yerba. La temprana efusión de los futbolistas contagió al graderío, que jaleaba el aliento en el cogote con el que el once blanco sometía al azulgrana. El cuadro, en esos instantes iniciales, pintaba celestial.

El balón era sevillista. Los Messi, Iniesta, Luis Suárez, Rakitic y compañía se rascaban el cogote con gesto confundido: ¿y dónde está la pelota? Para entonces, una línea de presión que a menudo jadeaba en el área de Claudio Bravo hacía jalear al sevillismo, que sólo sentía inquietud por un pequeño detalle: mirar hacia la portería rival, uno de los principios sampaolistas, también implica divisarla con la intención de romperla. Pero a este perro cazador que ansiaba Rami le faltó el colmillo asesino.

El hombre, el más voraz de los depredadores, cumplió anoche con su lugar en la cúspide de la cadena trófica. El Sevilla sufrió un apagón después del descanso y no hay animal que se mueva en la oscuridad con la habilidad con que lo hace el homo sapiens. Pero aún no se había mascado el drama cuando la afición coreaba con expectación las salidas de las nuevas caras del equipo. A la celebrada presencia de Mercado, cuya talla recuerda a la de un santo calabrés, fueron uniéndose las de Ben Yedder y Ganso. Pero, por entonces, el diente humano había probado ya la carne de perro: 0-1 de Luis Suárez, un clásico en esa lides. Munir repitió bocado al final. La mordida barcelonista fue la que quedó como la única noticia.

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