Lo hizo puro trámite (0-3)

Copa del rey

El Sevilla se mete en las semifinales de Copa con un partido serio en el que mostró firmeza y determinación desde el inicio. Iborra, de penalti, enfrió pronto la tibia esperanza del Mirandés.

Foto: LOF
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E. Florido

29 de enero 2016 - 05:39

El Sevilla estará hoy en el bombo que repartirá los cruces en las semifinales de la Copa del Rey, las séptimas que disputará en el presente siglo. Unai Emery tendrá la oportunidad de sacarse la espinita que tiene clavada desde que llegó a Nervión, aunque el último paso para disputar el trofeo no será tan cómodo, ni mucho menos. El entrenador sevillista logró el objetivo de convencer a sus jugadores para que no permitieran al Mirandés engancharse a la eliminatoria. Su equipo se mostró firme y determinado a disfrutar de otro gran momento de emoción desde el minuto uno hasta el 92, momento en el que Coke, con un gran cabezazo a un perfecto centro de Kakuta, dejó un 0-3 que marcó la enorme distancia entre ambos contrincantes, quizá no tan manifestada en el partido de ida.

Que el mensaje había calado se vio desde muy pronto. El Mirandés salió con cierto brío, buscando las cosquillas del rival arriba, para intentar que el Sevilla dudara a la hora de desguarecerse y salir al ataque. Pero en esos escasísimos momentos en los que podía haber aún alguna incertidumbre, la zaga sevillista escupió el balón con decisión, sin contemplaciones. Rami y Carriço enseñaron los dientes desde el principio y éste incluso vería, ya con el 0-1 en el marcador, una tarjeta por cortar el balón con la mano al ser superado en una errónea anticipación. Ni un atisbo de duda hubo en esa fase que duró muy poco, porque el Sevilla se soltó bien pronto y ya en el minuto 5 les metió el miedo en el cuerpo a los seguidores que acudieron a Anduva con ganas de otra hazaña copera. El Sevilla no iba a permitir la rebeldía.

Porque fue un ejercicio de autoridad absoluta el que practicó el Sevilla ante el Mirandés. Serio y firme atrás, elástico y profundo en el medio y solvente en las numerosas llegadas que propició desde los primeros instantes. A los cinco minutos ya dijo el Sevilla aquí estoy yo y a los nueve hizo imposible cualquier intento de revuelta burgalesa con el 0-1. Tras un demarraje de potencia y clase de Konoplyanka, en el que Juan Muñoz no tuvo tiempo para hostigar al meta Raúl, casi en el siguiente ataque un centro de Coke fue bajado con el pecho por N'Zonzi. Su otro compañero en el eje de la medular, rápidamente incorporado a esa llegada, se disponía a disparar a puerta cuando Ion Vélez lo trabó por detrás. Vicandi Garrido decretó penalti y, sin Gameiro siquiera en el banquillo, puesto que fue el descarte de Emery, fue Iborra el elegido para lanzarlo. El valenciano lo hizo con tranquilidad, engañando al portero por abajo, fuerte y al hierro. Casi ni habían roto a sudar los jugadores en la fría noche burgalesa cuando le enseñó el equipo de Emery al de Carlos Terrazas que se había tomado muy en serio el encuentro.

A raíz del 0-1, lejos de bajar ese elevado nivel de tensión y concentración que ya anunció el entrenador sevillista en la víspera, el Sevilla siguió apretando lejos de su área. Las llegadas fueron numerosísimas y, además, siempre finalizaban en algún disparo, algún centro peligroso que terminaba en córner, algún intento de combinación vertical... No había lugar para que el Mirandés le cogiera las espaldas al Sevilla, que, además, contaba con la concentración absoluta de los que vigilaban el contraataque para interceptar cualquier arranque rápido de los locales.

Durante todo el primer periodo, excepto en una fase mínima en la que Coke tuvo que abandonar momentáneamente el campo por un golpe en la cabeza, el Mirandés se encontró una y otra vez con la tupida barrera que había en el centro. Ahí mandaban N'Zonzi y Cristóforo. Templando el primero y buscando la mejor salida y eléctrico y vertical el segundo. Hasta Konoplyanka participaba, tirándose al suelo si hacía falta, en la misión de interceptar cuanto antes los ataques del equipo burgalés. Apenas un disparo lejano que blocó sin problemas David Soria y un par de centros inocuos, igualmente solventados por el meta sevillista, fueron los acercamientos de un Mirandés que se fue desesperando ante la seriedad que estaba mostrando un rival superior física y técnicamente y que no permitía que se le tosiera.

Una volea de Konoplyanka, un disparo seco tras un recorte con la izquierda de Vitolo que detuvo el meta Raúl, un cabezazo de Iborra en el primer palo que sacó in extremis un defensa... El Sevilla ya pudo irse al descanso con una renta más amplia, aunque dejaría esto para un segundo periodo algo más abierto. Terrazas quemó sus naves haciendo tres cambios en el descanso y mandando a sus jugadores a irse arriba sin miedo. Ya no tenían nada que perder. Pero el Sevilla volvió a templar con eficacia y hasta fases de buen juego las acometidas de su rival. De hecho, el primer disparo correspondió a Juan Muñoz, con ganas de reivindicarse pero con poco espacio para ello.

Lo encontraría ya en el minuto 70, más liberado tras la entrada de Llorente. Vitolo, otra vez Vitolo, rompió líneas al dibujar un desmarque que leyó Escudero y le puso un pase perfecto, por fin, al utrerano, que no falló ahí. Remató a gol a la primera. El 0-2 enfrió definitivamente al entusiasta Mirandés y el Sevilla se dedicó a contemporizar en una fase en la que Llorente evidenció su bajo estado de forma. Aun así, todavía llegaría el tercero para poner sobre el tapete la superioridad de un Sevilla que va a más y que ya está en otras semifinales.

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