El himno que no se escucha en Nervión
Sevilla - Borussia Mönchengladbach · el otro partido
La selección musical la elige el sevillismo, que tapó los acordes de la pieza oficial de la Champions con toda la simbología que le acompaña.
La simbología y la literatura que tiene el himno de la Champions, con toda la profundidad de sus coros, hace que los clubes, las aficiones, los profesionales que están en el fútbol... sueñen con oírlos sonar en sus estadios. Eso fue siempre así, o al menos, lo que el tópico ha alimentado. En declaraciones, en tertulias, se da especial rimbombancia a la posibilidad de disfrutar bien fuerte emanando de la megafonía propia o ajena los acordes de la adaptación de Britten a la famosa pieza de Händel. Pero eso es la teoría, al menos aquí. La práctica es distinta en Sevilla.
En el Ramón Sánchez-Pizjuán, un estadio reformado para fomentar la animación hasta parecer una especie de parque temático, la selección musical la hace el sevillismo. El himno de El Arrebato, por supuesto, y más ahora que la letra intimida a los rivales rotulada en el tercer anillo, le gana por goleada al oficial de la Champions, que ni siquiera se escuchó en Nervión -ni una nota- tapado por el "échale huevos...", que la afición entiende que en la práctica es mucho más efectivo para activar a los suyos que los protocolos oficiales por mucha simbología que tengan detrás a fuerza de imposición mediática.
Cuando la afición sevillista se pone a hacer algo, lo hace mejor que nadie porque sabe hacerlo. Y se ha comprobado que le sobra todo lo demás, inclusive el himno de la Champions. Es una afición que sabe disfrutar del espectáculo, es una afición que sabe ser una fuerza sobrehumana para sus jugadores, que sabe empujar, que sabe pitar hasta convertir Nervión en un ensordecedor chirrido de viento hasta provocar el fallo en el pase de los jugadores rivales, una afición que sabe respetar a la contraria y que sabe animar a un futbolista propio cuando ha fallado un penalti. Todo eso lo hizo ayer la hinchada del Sevilla en la noche de la vuelta a la mayor competición europea de clubes como si no hubieran pasado cinco años. No dejó ni un segundo de silencio en el aire ya tirando a fresquito de la noche nervionense.
El sevillismo se lo pasó de cine en una fiesta deseada desde hace tiempo. No hubo reproches ni titubeos por ese mal arranque inesperado de temporada de los de Unai Emery. Ni un runrún, ni un amago de murmullo en contra de unos jugadores que lo que necesitaban era lo que tuvieron ayer, una inyección de sevillismo e ilusión. Nada es nuevo y todo se recicla a la vez. La superioridad aplastante sobre el equipo alemán empezó a gestarse en esos asientos ahora pintados de rojo que no quisieron ni escuchar las notas que otros sueñan, las del himno oficial de la Champions. Nervión se rige por otros.
'Refugees welcome', una lección a Europa
El sevillismo no sólo cumplió con creces con lo que se le pidió desde megafonía: respeto, nada de insultos, buen comportamiento, cordialidad, stop a actitudes y mensajes racistas... La pancarta que se exhibió durante la segunda parte en la grada baja de Gol Norte, precisamente la más mirada con lupa por las instituciones, fue un ejemplo para toda Europa en los tiempos convulsos que corren con el drama de los refugiados. Refugees welcome fue un mensaje ejemplar que ilustra la hospitalidad con que se nace en esta tierra. Si hay una forma de ganar puntos en Europa, aparte de con goles, es ésa.
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