Del hastío a la indiferencia

La afición carga contra los jugadores, el palco y Lopera · Un campo semivacío que se quedó en silencio antes del final

El Betis deja escapar otros dos puntos en casa ante el Murcia. / Antonio Pizarro
Samuel Silva / Sevilla

10 de mayo 2010 - 05:02

El Betis, como hace 15 jornadas, es un cadáver futbolístico. Un conjunto de jugadores que por una cosa u otra son incapaces de ganar a cualquier rival de Segunda, por vulgar que sea. Y esta ineptitud se ha trasladado al beticismo, que ya permanece impasible a la espera de que los acontecimientos, esa cruda realidad que indica que este Betis de Lopera es de Segunda, deparen la suerte de un equipo a la deriva. Ni toda la responsabilidad era de Antonio Tapia, de esa mediocre primera vuelta realizada por el equipo verdiblanco, ni toda la culpa corresponde ahora a Víctor Fernández, pero los síntomas de descomposición que sacuden a la entidad desde hace tiempo condenan al Betis a la máxima mediocridad.

El bético, ese mismo que hace once meses se lanzó a la calle para solicitar un cambio en la manera de gestionar el club, nunca abandonará a su equipo, pero el hastío ante la situación creada por su máximo accionista lo conduce a dejarlo a un lado. Ni el hecho de jugar un partido decisivo para mantenerse en la pelea por el ascenso provocó que el club decidiera animar a su fiel hinchada, con alguna promoción en forma de entradas, para que acudiera en masa. Puede más el miedo a la posible rebelión de los aficionados en las entrañas del estadio que la necesidad de convertir Heliópolis en un clamor. Y es que, hoy por hoy, el único clamor posible en el Betis es el que solicita el abandono inmediato de la entidad de sus actuales ¿gestores?

La grada apoyó al equipo mientras hubo aliento, pero estalló casi al final. Primero cargó contra los jugadores, al menos desde el Gol Sur, donde se localizan los más animosos seguidores y donde aún se guarda un respeto reverencial hacia la figura de Lopera. Los cánticos de "jugadores, mercenarios" o "esa camiseta, no la merecéis" retumbaron en el estadio, ante la falta de capacidad del equipo.

La indignación no tardó en localizarse en otros puntos del estadio y ahí ya no se apunta únicamente a los jugadores como responsables de la situación. Los consejeros o el director deportivo -increíble que con un descenso y un más que posible fracaso esta temporada siga ostentando el cargo y cerrando acuerdos para la próxima temporada- seguían cariacontecidos lo que sucedía en el campo y los más cercanos al palco arremetieron duramente hacia ellos. Insultos, gestos de desaprobación, pañuelos y gritos de "¡fuera, fuera!" se repitieron seguidamente hasta que el "Lopera, vete ya" hizo acto de presencia.

Sólo entonces el silencio se adueñó de Heliópolis. El campo, que comenzó con una pobre entrada, aparecía ya casi vacío cuando Miranda Torres señaló el camino de los vestuarios, producto de la indiferencia que se ha instalado en un beticismo que se siente impotente para acabar con el secuestro del escudo que se viene produciendo desde la calle Jabugo. "A la clase donde enseñaban a chillarle al Betis yo no fui", decía un aficionado en las inmediaciones de Heliópolis, antes de presenciar el esperpento que le regaló su equipo, para justificar su pasividad ante la situación generada. Y es que el bético pasa del hastío a la indiferencia, del grito al silencio, pero sin encontrar la fórmula de acabar con un drama al que no se le vislumbra, de momento, su final.

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