De los guantes a la gloria
Monchi cumple hoy diez años desde que decidió colgar las botas y formar parte de la increíble transformación del Sevilla, primero como delegado y luego como director técnico y consejero
Las aventuras de Monchi. De los guantes a la gloria. Podría ser el título de la próxima película de Javier Fesser, el director de El milagro de P. Tinto, pero esta historia es tan real como que el Sevilla estará en el bombo 1 del próximo sorteo de la Champions. Noticia que ciertamente se hubiera calificado de milagrosa hace justo diez años, cuando Ramón Rodríguez Verdejo anunció que colgaba las botas.
No sabía Monchi que al cambiar en su pecho el escudo del Sevilla por un cocodrilo de Lacoste se empezó a fraguar la mejor historia del club. No es el único actor principal, e igual alguno ha tenido más ver que él en el estatus que disfruta hoy la entidad. Pero es el único que ha estado desde el principio hasta hoy. Dicen que ve bien el fútbol. Seguro que le ayuda su excelente memoria... "Fue en una rueda de prensa después de un partido de presentación aquí, ante el Nacional de Montevideo. Venía madurándolo mucho después de acabar la temporada anterior. El club me ofreció seguir trabajando, pero con la euforia de subir me dejé llevar y fui a la pretemporada (en Rheden, Holanda). Pero ahí volvieron los problemas del hombro".
Y Monchi, por una vez, fue frío y dio el paso. "No me dejé llevar por la nostalgia. El puesto de delegado estaba vacío". ¿Y fue una salida forzada por los años de contrato que le quedaban, o le apetecía? "Fue una decisión tomada con absoluta libertad, sin presión alguna. Las negociaciones duraron un minuto. Lo decidí yo. Hombre, el club tampoco puso problema alguno porque tampoco yo era Kanoute...", recuerda con humor.
Él sabía dónde se metía, conocía el paño. Estuvo durante diez años entre la carretera de Utrera y Nervión y vivió desde dentro ciertos momentos convulsos. Desde el desencuentro de Polster con Cantatore (ahí debutó el gaditano, el día en que el austríaco tira la camiseta roja a la hierba de Atocha en señal de despecho a Cantatore) hasta el tenso año de Maradona, desde la crisis de agosto de 1995, con la amenaza del descenso administrativo, hasta el descenso deportivo de 1997. Todo un máster en la asignatura El Sevilla y sus circunstancias.
"Me sirvieron mucho los diez años de profesional. Pero el año de delegado aprendí muchísimo. De la comodidad del futbolista a ese año tan difícil, como fue la 1999-2000, en un club con unas infraestructuras mucho más pequeñas que las actuales, donde había que hacer de todo, di un curso intensivo de lo que es trabajar en un club. Tuve que estar en muchos frentes abiertos y fue un año muy complicado por los problemas con los uruguayos, tres cambios de entrenador... Ese año me sirvió para ir creciendo después".
Desde luego, su paso como delegado no fue lo que se dice plácido: el cuchillo de Benjamín en el derbi, el escándalo del arbitraje de Mejuto ante el Deportivo... "Todo eso me curtió y me hizo afrontar con más tranquilidad lo que me encontrara luego dentro del fútbol".
Esa campaña de Marcos Alonso acabó con otro descenso ante el Oviedo. "Ese día ya trabajaba para la secretaría técnica. Vicente Miera, que estaba al frente, me dice que va a haber un cambio y me pregunta si yo quería entrar ahí y empiezo a colaborar. Ese sábado, voy a ver un Levante-Atlético de Madrid B para ver a Casquero y a un central del Atlético B llamado Dica. Veo ese partido y me vengo de Valencia para estar de delegado porque sabía lo que podía pasar y no me parecía bien dejar el marrón de delegado a otra persona".
El descenso es un hecho. Y surge el embrión de lo que hoy es el Sevilla. Dicen que el hambre aguza el ingenio... "Nos reuníamos en el despacho de Augusto Lahore José María Cruz padre, Roberto Alés... Y en una de ellas Roberto me plantea dejar de ser delegado e incorporarme a la secretaría técnica. Si me lo hubiera pensado, igual le hubiera dicho que no. Pero yo, a Roberto, no podía decirle que no. Y le dije 'pues venga, vale".
Entró en escena otro que como él, respira sevillismo. Otra pieza clave, la tercera de aquel taburete sobrio pero recio, bien fuerte. Pero antes de que el club se decidiera por él, había una terna: "Roberto me preguntó por tres nombres , Rafa Benítez, Manzano y Caparrós. A Joaquín lo conocía de mi etapa como jugador y para lo que necesitábamos era válido. Pero no tuve nada que vez en su contratación, la decisión la tomó el consejo".
Y todo encajó. Quién se lo iba a decir a Monchi cuando vio con indisimulada contrariedad un Sevilla-Farense de pretemporada, desde la última línea del palco, que acabó 0-0 tras un juego desesperanzador. Junto a él, Pablo Alfaro, que acabaría fichando. "El Sevilla era un club muy grande, con una historia y una afición muy grandes, pero estaba en Segunda y con una tremenda ruina económica. Y todos teníamos que ser conscientes de ello. En ese momento fue un acierto de Roberto (Alés) saber vender la realidad". ¿Le dieron a Monchi un presupuesto para fichar, por bajo que fuese? Sonríe. "No hacía falta, hay cosas que se intuyen. Buscamos jugadores que quedaran libres o con coste mínimo. No fueron todos libres. Diego Ribera costó 50 millones de pesetas, Loren y Taira 5, Puli 6...". La preocupación preferente era otra: vender. Y no para invertir. Para calmar a los acreedores y sobre todo a Hacienda: "Vendimos a Tsartas por 700 millones al AEK, Juan Carlos al Atlético por 600, Marchena por 1.000 al Benfica y Jesuli por 950 al Celta. Había que recaudar para avanzar".
Todo se reorganizó bajo la consigna de la austeridad. "No había mucho que organizar. Se decidió que Jiménez fuera el entrenador del filial y con él llegó Ramón Vázquez. El grupo de trabajo era Pepito Alfaro, Manolito Ruiz Sosa y yo, no había mucho más. Y lo que hicimos en esos meses jodidos de mayo y junio fue patearnos todos los campos de Segunda y Segunda B. Joaquín Caparrós también nos apoyó un poco, Manolo (Jiménez) y Ramón (Vázquez) también nos echaron un cable y Alfaro, Ruiz Sosa y yo nos volvíamos locos viendo muchos partidos todos los fines de semana para ver a César, a Loren, a Taira, a Diego Ribera".
El modus operandi refleja una voluntad de hierro. La que sale del trabajo hecho con el corazón: "Nos íbamos un sábado por la mañana a Madrid, veíamos un partido por la tarde, otro el domingo por la mañana y otro por la tarde".
Esos retales hicieron un traje de Primera, quién lo iba a decir... "Al principio la plantilla despertó dudas, pero Joaquín conformó un grupo humano tremendo y sacó todo el partido posible a los jugadores". Era un Sevilla muy distinto al actual, y no sólo por el potencial. También por la sencillez y la accesibilidad, en este caso bastante mayor en aquel grupo. "Toda esa gente vino con una ilusión muy grande, saltaban a un club muy grande para ellos, y además empezamos ganando los primeros partidos ante Murcia, Salamanca y Elche (de nuevo su memoria) y eso dio mucha confianza a todos los niveles".
Los fichajes de saldo funcionaron, vaya si lo hicieron: Notario, Loren, Míchel, Casquero, Pablo Alfaro... y sobre todo uno que protagonizó una curiosa anécdota. "La pretemporada empezó un 13 ó 14 de julio y me cogí un par de días descanso para irme a la feria de mi pueblo, San Fernando. Caparrós mientras cumplió su primer entrenamiento por la mañana y por la tarde lo llamé para ver cómo estaba todo. Me dijo que todo muy bien, pero que nos habíamos equivocado con David Castedo. Que corriendo era el último... Llegaba de un año sin jugar casi en el Mallorca. Y era el puesto donde menos repuestos teníamos. Me dio la noche de feria, y fíjate con el tiempo lo que fue David".
David se fue del Sevilla como el paradigma de jugador cuyo rendimiento está muy por encima de su coste.
Y con el ascenso, llegó el primer giro de tuerca. Había que subir un peldañito en la ambición. Pero sólo uno. Hubo un respiro económico, pero poco más. "Ya en Primera, los ingresos de televisión te permitían ya algo y llegaron Toedtli y Moisés, la inversión fue en los puntas. El primero nos costó 100 millones (hoy suena a tan poco 600.000 euros...) y el segundo 125".
Llegó otro jugador clave en la historia contemporánea del Sevilla: "A Javi Navarro lo veníamos siguiendo todo el año de Segunda. Era una apuesta arriesgada porque salió de una lesión grave, pero estuvo a un nivel altísimo en el Elche. Recuerdo un partido suyo en Nervión y otro impresionante en Leganés ante un punta muy alto, Miguel. Sus informes como persona eran inmejorables y con Pablo (Alfaro) hizo una pareja tremenda".
Esa primera campaña en la máxima categoría el Sevilla compitió bien, Njegus, Javi Navarro o Moisés dieron un buen rendimiento y tras un momento de dudas, encasquillado en los 41 puntos, hizo pleno en los cuatro últimos partidos y rozó la UEFA. También será recordada por la consagración de Reyes. "No había más que verlo entrenar para saber que era un jugador distinto, con un titmo para hacer las cosas extraordinario... Hay jugadores que no tienes ni que sacarlos, van saliendo solos". El Sevilla no tenía entonces una posición muy fortalecida, pero no había inquietud por la marcha de la perla. "Tenía una cláusula elevada y venía cada dos meses a hacer un contrato nuevo"...
Continúa en "Con los títulos la afición ha perdido la perspectiva"
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