La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El rey brilla al defender lo obvio
Final. Holanda-España
El fútbol es España. Con sus luces y sus sombras. Con sus matices y sus aristas. Con su seda y su pana. Con su tesón y su talento. La final del Mundial de Sudáfrica terminó por coronar a la mejor generación que jamás existió en este país y al mejor equipo, en toda su extensión, de cuantos participaron en la fase final. La que más ha dado al fútbol y la que más ha recibido a cambio. Se ha cumplido el sueño de muchas generaciones, se han superado barreras históricas y se ha llegado al punto en el que nadie puede superarte. La Copa del Mundo en sus manos, para siempre. Habrá otras, pero ya nada será igual. ¡España es campeona del mundo!
Un gol de Iniesta, ese diamante de aspecto lechoso y frágil, después de una arrancada de genio de Jesús Navas, dinamitó el campo de minas en el que Holanda convirtió el césped del Soccer City de Johannesburgo. A cinco minutos del final de la prórroga, con las piernas temblonas y cero margen de reacción. Con los penaltis asomando su guadaña y los tobillos castigados por el cariño del rival. Con la cabeza a dos mil por hora, Iniesta decidió pegarle. Cualquier otro día la hubiera colocado con toda su clase pegada al poste, imposible para Stekelenburg. Esta vez no. Le pegó con el alma, con cuarenta y muchos millones de almas. Y España lloró. Vaya si lloró. Iniesta el primero, recordando a su íntimo amigo Dani Jarque, capitán del Espanyol fallecido hace ahora un año.
El sueño ya es real. Ya no es un sueño. ¿Qué queda ahora? Disfrutar del sueño. A veces, cuando se cubren metas, hace falta otras nuevas para seguir avanzando. España ya no puede avanzar más. Ya no hay meta más alta ni logro más relevante. Campeona de Europa, campeona del mundo. Campeona del planeta Tierra.
España sufrió. Sufrió mucho. Y no por el marcador, sino porque Holanda ha sido, de largo, el equipo que mejor le ha jugado, que mejor le ha estorbado, que mejor le ha franado (legalmente o no). Y la que mejor le ha buscado la espalda. Ni siquiera eso fue suficiente para tumbar a la mejor selección de lo que se lleva de siglo XXI.
Con Pedro de nuevo en el lugar de Torres, España volvió a perder a Villa y además no encontraba la forma de tocar tan cómoda que venía realizando. El primer cuarto de hora fue el más ofensivo de todo el Mundial, descontando el caótico partido con Honduras. Hasta el descanso, lo menos ofensivo de todo el Mundial. Holanda rebajó claramente la cuota de posesión de España y, guardándose siempre atrás, esperó su ocasión.
Sergio Ramos, dos veces, y Villa, se pusieron claramente de gol apenas en 12 minutos. Holanda salió airosa y se puso a trabajar. Ya está bueno lo bueno, dirían. Dispuesta a evitar que España monopolizara el juego como ocurrió ante Alemania tras el fulgurante arranque azul, la oranje se puso manos a la obra: con una presión bastante eficaz en la salida rival y una dureza que Howard Webb no siempre supo cortar, el tempo del partido terminó marcándolo quien menos pretensiones tenía de jugar el balón. Achuchando hasta con seis elementos –algunos de ellos, elementos de los de guardarse–, España no pudo mantener su asombrosa fiabilidad en el pase y su omnipresencia en las ayudas.
Al angelical toque español, Holanda oponía empuje y rudeza. Sin noticias de Sneijder –una entrada terrible a Busquets que no mereció amarilla fue lo único en el primer acto– y apenas de Robben, España sí las tuvo de Van Bommel y De Jong, los mejores ejemplos de cómo la oranje recordó a su rival que el fútbol es un juego de hombres y no de ángeles. De Jong habría sido expulsado sin dudarlo en cualquier partido en el que hubiera golpeado con la plancha el pecho de un rival (Xabi Alonso) menos en la final de Howard Webb. Intimidación, vaya que sí.
Holanda echa un poco el freno y en el segundo acto busca descaradamente el hueco entre centrales y laterales, a su espalda, aprovechando la velocidad de Robben. Pudo lograr el premio gordo, pero Casillas le detuvo un mano a mano con media hora por delante que lo cambió todo.
Acababa de entrar Jesús Navas y España se iba descaradamente a por el partido. Fue salir el sevillano y recular del todo Holanda. Hasta dos cambios realizó para frenar el agujero que pergeñaba el pequeño extremo. Villa tuvo el gol a pase de Navas y España volvió a creer. Se adueñó definitivamente del balón y, salvo un error de Puyol que pudo costar caro a siete del final, la inquietud la daba el resultado, no el rival.
Mientras Howard Webb le perdonaba la segunda amarilla dos veces a Van Bommel y una a Heitinga, entró Cesc. Holanda iba quedando acorralada y porfiando a las carreras de Robben, el mejor perdedor conocido. Prórroga.
Y España, ya sí, tuvo el partido en sus manos. Cesc prefirió empalar a Stekelenburg en lugar de que la empujara Villa al poco de comenzar la prórroga y aún rumiando lo que pudo ser, Busquets estorbó a Casillas para que Mathijsen cabecera incomprensiblemente arriba. Último aviso. A Iniesta le faltó disparar ante Stekelenburg y a Navas algo de suerte al disparar y desviar un defensa.
Que Holanda se quedara con diez era de justicia, tardía claro. Heitinga se fue con dos amarillas, Van Bommel se quedó, y la reestructuración de líneas permitió a Navas sortear enemigos más benignos que el terrorífico yerno del seleccionador oranje. Una arrancada de genio y rabia, un par de rebotes a favor y un pase que repele Mathijsen para que Iniesta se quede sin marca y Cesc encuentre el hueco para que el albaceteño hiciera a España campeona del mundo.
No había más. El fútbol se alió con España.
Con Cannavaro en la grada, el último que levantó la pesada copa hace cuatro años, Casillas gritó ¡campeones!. De manos de Blatter, a las 23:17 horas, y con todos los jugadores luciendo la estrella de campeón en el pecho, sobre el escudo, España mostró al mundo que es la mejor. Holanda fue un fantástico finalista. Habría sido quizás un justo campeón, pero mucho menos que las otras dos veces en las que la gloria le fue negada. Y no tan justo campeón como España. Sin hacer el ruido de otros, con firmeza, estilo y fútbol, se plantó en la final y se proclamó campeón. A Holanda, además, el fútbol se lo habría agradecido menos. Gracias España. Gracias por todo.
0 - Holanda: Stekelenburg; Van der Wiel, Heitinga, Mathijsen, Van Bronckhorst (Braafheid, 105'); De Jong (Van der Vaart, 99'), Van Bommel; Robben, Sneijder, Kuyt (Elia, 70'); y Van Persie.
1- España: Casillas; Sergio Ramos, Piqué, Puyol, Capdevila; Busquets, Xabi Alonso (Cesc, 86'), Xavi, Iniesta, Pedro (Jesús Navas, 60'); y Villa (Torres, 106').
Gol. 0-1 (116') Iniesta, de tiro cruzado.
Árbitro: Howard Webb (inglés). Amonestó a Van Persie (15'), Van Bommel (22'), De Jong (28'), Van Bronckhorst (54'), Robben (83'), Van der Wiel (111'), Mathijsen (116'), por Holanda; y a Puyol (16'), Sergio Ramos (23'), Capdevila (66'), Iniesta (117'), por España. Expulsó, por doble amarilla, a Heitinga (56' y 109').
Incidencias: Soccer City. 84.000 espectadores. La Reina doña Sofía y los Príncipes de Asturias estuvieron en un palco repleto de personalidades, entre ellos, el presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, el de la FIFA, Joseph Blatter, el secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky, y el de la RFEF, Ángel María Villar.
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