La fiabilidad se deposita en el medio

El otro partido

Míchel consagra el armazón con Medel y Maduro, por el que viajó hasta Holanda.

Spahic se interesa por Maduro, que terminó con una contusión.
Spahic se interesa por Maduro, que terminó con una contusión.
Eduardo Florido

25 de septiembre 2012 - 05:02

Al terminar el encuentro contra el Real Madrid, de forma victoriosa para el Sevilla, la afición y la prensa de una ciudad tan futbolera como la hispalense buscó con ahínco algo sobre lo que debatir. Míchel había dado con la tecla acorazando a su equipo al introducir a Maduro junto a Medel para sostenterlo por delante de la defensa y aún metió más músculo al ubicar a Trochowski en la izquierda. La baja de Reyes y la fuerza del rival lo aconsejaban, pero rápidamente la discusión giró hacia si era una solución puntual o podría convertirse en la base táctica sobre la que hacer variaciones. La respuesta era previsible y si había alguna duda, Míchel, tan lógico como conservador, le dio continuidad a su nuevo Sevilla en Riazor, donde el triunfo consagra a este otro Sevilla.

El entrenador madrileño llegó a Nervión después de demostrar en el Getafe que le gusta depositar la fiabilidad en el medio. En el equipo azulón gustó con un esquema en el que, sobre el dibujo del 4-2-3-1, siempre contaba con dos medios centro y un organizador por delante, ya fuera un mediocampista con llegada o un mediapunta con visión y profundidad. Al llegar a Sevilla se encontró que quizá no tenía piezas para ello, sobre todo un segundo pivote que acompañara y fijara a Medel. Por eso se desplazó hasta Holanda junto a Monchi para convencer a Maduro, que una semana antes había rechazado una oferta de renovación del Valencia ante el enorme interés del madrileño, y del Sevilla, en contar con sus servicios.

Con los dos medios centro el Sevilla ha encontrado el camino de la seguridad y la fiabilidad. El aficionado sevillista se desesperó ayer muchísimo más por la tardanza en que su equipo dio con la portería rival que por las dudas que pudiera ofrecer su sistema defensivo. El Deportivo lanzó numerosos saques de esquina, pero ni así había tanta incertidumbre atrás como temor arriba. El miedo estaba fundamentado, una vez más, en ese aluvión de llegadas en superioridad sin concretar, gracias a contragolpes bien llevados que morían siempre en la orilla del área por el último pase, por el yerro en el desmarque del rematador o directamente por el fallo en el remate.

Míchel y su ayudante, el ex deportivista Víctor, habían evidenciado durante la semana previa a la inquietante visita a Riazor varias cosas. La primera era que este nuevo Sevilla que han inventado iba a seguir construyéndose sobre el armazón de Medel y Maduro. La segunda, que su obsesión era llegar con calidad al área contraria y definir, tanto en el remate como en ese maldito último pase que apenas apareció ante el Madrid y que privó del triunfo en Vallecas. Pero al equipo, a sus atacantes y contragolpeadores aún les hace falta trabajar ese aspecto. Porque el Sevilla desperdició otra vez varias oportunidades muy francas para haber sentenciado aquello antes, sobre todo cuando al ordenado equipo de José Luis Oltra empezaron a fallarle las fuerzas y la pradera de Riazor se convirtió en una enorme alfombra para Jesús Navas.

Un último detalle. Con Maduro, el Sevilla no sólo gana en fiabilidad. Medel se une a casi todos los contragolpes con mucha fuerza e incluso pudo sorprender a Aranzubia. ¿Sería ésta la sorpresa táctica a la que se refería Míchel?

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