La exigencia como eje gravitatorio

Emery refuerza su discurso de compromiso pero no cierra la puerta en espera de las garantías deportivas para un año duro. Maneja ofertas y disparó su caché, pero deja un contundente "¡vamos a por la Champions!".

Emery sostiene la Copa junto al alcalde y al presidente en el Ayuntamiento.
Emery sostiene la Copa junto al alcalde y al presidente en el Ayuntamiento.
Juan Antonio Solís

29 de mayo 2015 - 05:02

El majestuoso Estadio Nacional de Polonia aún humeaba tras la final entre el Sevilla y el Dnipro y la palabra exigencia resonaba con insistencia en la sala de prensa y la zona mixta. La pronunció ante los medios de comunicación Monchi, con un botellín de cerveza en la mano para aclarar la garganta, y también Pepe Castro, con una bufanda al cuello ya obsoleta: sobre el escudo lucían tres estrellas. Y, cómo no, la volvió a sacar a colación Unai Emery. Esa exigencia ha marcado los pasos que han llevado al Sevilla a ser todo un ilustre europeo en sólo nueve años. Y esa exigencia es la que marcará el futuro inmediato del entrenador vasco. Dentro del Sevilla o fuera de él.

Con los latidos aún acelerados por la final recién concluida, ante la prensa internacional, Emery volvió a pronunciarse sobre el asunto que hoy monopoliza la preocupación de la exultante afición sevillista. Y también del consejo y el cuerpo técnico: ¿Seguirá llevando las riendas del equipo la próxima temporada? "Soy muy feliz aquí. La jugada estaba marcada con el presidente y Monchi desde hace dos meses. El contrato se prorrogó automáticamente y las condiciones para cambiarlo se negocian al final de la temporada. Cuando pasen las celebraciones me sentaré con el presidente y Monchi y tomaremos una decisión". Ayer, más caliente y eufórico con un Sánchez-Pizjuán repleto, dejó un enigmático y a la vez contundente "¡vamos a por la Champions, vamos a disfrutarla, vamos a vivirla...!". Los gritos del técnico pueden hacer pensar que ha tomado la decisión de seguir, aunque habrá que esperar unos días. Ahí, con los pulsos ya más templados tras los fastos por la mayúscula conquista, las partes se sentarán. Y con ellas, las exigencias. Y más que las económicas, que también, las deportivas.

Emery tendría que pagar una penalización de un millón y medio de euros si decide rescindir de forma unilateral su vínculo laboral con el Sevilla. Es una cantidad abultada que no lo es tanto si llama a su puerta, con declarado interés, uno de los acorazados del fútbol continental. Hay que tener muy presente el estatus que se ha ganado el de Fuenterrabía, definitivamente disparado con una temporada de matrícula de honor, con 76 puntos en la Liga y la revalidación del título continental.

El vasco ya es un entrenador top en el escaparate europeo, así lo reflejan también los arbitrarios, pero orientativos, rankings. Y eso se traduce en que ya está en disposición de ganar como mínimo unos cinco millones de euros anuales. Los grandes europeos lo siguen y el interés del Milan ya es manifiesto. Fuentes del club confirman que ahora mismo, a Emery le han llegado varias propuestas. Para él, lo primero será sentarse con Castro y Monchi. Y ahí van a entrar en juego las referidas exigencias económicas, esas "condiciones para cambiar el contrato" que decía Unai en la sala de prensa. El Sevilla tendrá que hacer un gran esfuerzo económico, de nuevo fuera de sus posibilidades.

Monchi repitió, entre sorbo y sorbo de cerveza, que si el club se ha tenido que desprender de sus mejores activos prácticamente cada verano ha sido para poder responder a una masa salarial por encima de la capacidad de la entidad de generar recursos. Y ese plan le ha salido que ni pintado hasta ahora: ocho títulos en nueve años. En esa línea de actuación de cada verano se cruza Unai Emery. Y sus exigencias deportivas. Tratará de que no se vayan más puntales, como sucedió con Rakitic o Fazio, y que lleguen refuerzos al nivel de Champions.

El enorme impulso económico que para la entidad de Nervión va a suponer entrar directamente en la fase de grupos de la Liga de Campeones (ganar la Liga Europa equivaldrá a unos 15 millones y jugar la Champions lo puede doblar) va a servir para plantear una jugosa oferta a Emery, suficiente para que desoiga otras superiores de clubes más pudientes. Y también, ser de Champions va a rearmar al Sevilla para retener a sus principales activos (Bacca, Krychowiak, Aleix Vidal...) o, en caso de oferta irrechazable, cubrir la baja con un refuerzo al nivel de las expectativas que ya suscita este equipo. Al nivel de las exigencias que todos se autoimponen... e imponen.

Emery sabe que jugar la primera competición de clubes implica una lluvia de euros, pero también de plomo para las piernas de los jugadores. Y de cierta ceguera mental por el brillo de las estrellas: es habitual que lleguen distracciones en la Liga y que el camino por la competición que "nos da de comer", como dice Unai, se tuerza.

Por eso, la Liga de Campeones exige una plantilla amplia y de nivel para afrontar ambos frentes. El Atlético y el Valencia van a hacer una inversión mayor, bastante mayor, y no todo va a ser apoyarse en conceptos como "competitividad", "unión" o "compromiso". Seguir creciendo, al nivel que está el Sevilla hoy por hoy, exige más.

Y Emery está en unas condiciones idóneas para exigir: dos Ligas Europa, la clasificación para la Champions, los jugadores dando mensajes públicos de comunión con su míster... y el sevillismo entregado a su entrenador, pidiéndole a gritos por las calles de Sevilla que se quede y siga llevando las riendas del tetracampeón.

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