La restauración de Notre Dame de París
Sin esqueleto y con divos
La displicencia de Ganso o Konoplyanka minan la idea del colectivo.
La concepción del fútbol como un deporte colectivo no es exclusiva de Jorge Sampaoli, pero la filosofía de juego que quiere implantar el argentino en el Sevilla exige que todas las piezas en el campo se convenzan como maníacos de que todo pasa por seguir al pie de la letra, sin bajar nunca los brazos, ese ideario. Sin embargo, con futbolistas mermados o simplementes incapacitados para coordinarse en feas labores colectivas como la presión, el esbozo se difumina para derivar en un pintarrajo feísimo, sonrojante por momentos. Al Sevilla actual, al que va a debutar pasado mañana en la Liga, aún le faltan muchas cosas, y quizá le sobren divismos.
Todo ese ideario se antojó quimérico, máxime en el Camp Nou, por la displicencia con que Ganso y Konoplyanka, por poner los ejemplos más llamativos, abordaron la tarea de la presión coordinada. Si a eso se suma la ausencia de mala uva en el área contraria, hasta para lanzar un penalti -incomprensible que Konoplyanka no lo tirase, para justificar al menos su titularidad-, el resultado no puede ser más incómodo, molesto y hasta irritante.
DEFENSA
Las numerosas bajas en la defensa (Pareja, Rami, Carriço, Kolodziejczak y Escudero, además de Tremoulinas) obligaron a Sampaoli a improvisar una zaga de tres en la que Iborra era el eje, flanqueado por Diego González y Mercado. Pero el problema del sistema defensivo no fue tanto esa línea de circunstancias como la falta de conjunción en la presión por el absentismo de algunas piezas en las dos líneas por delante. A las bajas, y a que se trata de un equipo en construcción, se unió la falta de convicción de ir como un poseso por el balón. Por mucho que corrieran Sarabia, Correa o Kranevitter, el Barça siempre encontraba el agujero: a la espalda de Ganso, a la de Mariano, a la de Konoplyanka... Tenía numerosas vías para desahogar el juego. Demasiadas facilidades para el Barcelona.
ATAQUE
La salida del Sevilla fue prometedora, lo que hizo la derrota más dolorosa. La presión adelantada propició robos y rápidas combinaciones, varios saques de esquina, remates a la portería -¡albricias!- o al larguero. Correa fue el principal corneta de ese inicial zafarrancho, gracias a sus arrancadas, siempre verticales y con criterio. Sarabia y Mariano se unieron con entusiasmo y Ben Yedder ofreció desmarques y movilidad. Poco duró el espejismo. Tras el 1-0, el Sevilla perdió el balón y la presencia en campo contrario, aunque aún haría ataques aislados, como un robo y cambio de juego de Sarabia seguido por Mariano que propició el disparo de Correa y el penalti marrado por Iborra. Tras el descanso, se acentuó lo inocuo de un equipo que se ciega en el área.
VIRTUDES
La irrupción de Correa, los detalles de Ben Yedder, el entusiasmo de Sarabia...
TALÓN DE AQUILES
El plan sólo vale si todos lo siguen.
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