URBANISMO
Las dos rotondas infernales de Eduardo Dato y Kansas City

A la espera de su momento

Fernando Torres tampoco estuvo acertado en su cuarto partido como titular, pero cada vez se le ve con más confianza y físico · Entró poco en el área, lastrado por la presión rival y los problemas de España por el medio

Fernando Torres intenta marcharse por velocidad de Morel.
Pablo Salvago

04 de julio 2010 - 05:02

Llegará su momento, pero Fernando Torres tendrá que seguir esperando para ser el hombre rodeado por la piña de futbolistas españoles que se van al córner para abrazar al que está siendo el hombre del Mundial en España: Villa. Su compañero de baile en la vanguardia está cada día mejor, tanto en la cuestión física como en el aspecto anímico, pero le falta eso de lo que viven los delanteros, el gol. Una vara de medir tan exacta como rigurosa en determinadas circunstancias, y el madrileño está sufriendo ahora su rigor.

Cuarto partido como titular, y cuarta vez en la que es el primer cambio de Vicente del Bosque. Y siempre a la hora de juego, minuto arriba o abajo, cuando los rivales empiezan a estar más cansados. Ese aspecto le pasó factura al punta del Liverpool, ya que de inicio sufrió los rigores de un equipo que corrió al principio hasta que la gasolina no dio para más. Con la lengua fuera acabaron los paraguayos, sin una gota más de sudor que echar. Todo lo habían gastado durante los minutos en los que el de Fuenlabrada estuvo sobre el terreno de juego.

A los 56 minutos se fue al banquillo. Mosqueado por la sustitución, pero también porque sabe que lo puede hacer mejor. Demasiado estático al inicio, pronto se fue a la banda derecha para poder recibir algún balón. A España le costaba superar la presión guaraní y si Xavi, Iniesta y Xabi Alonso no pueden siquiera darse la vuelta, menos podrán aún buscar por abajo a Fernando Torres. La solución, balones por alto. Así empezó a entrar en juego, pero muy poco y demasiado alejado de su zona de influencia. Incluso Villa se tiró más de lo normal a la banda izquierda, fruto de la presión asfixiante de los rivales.

Apenas si lanzó algún desmarque y cuando lo hizo evidenció que le falta esa chispa, ese sprint y ese toque con los que dejó a Alemania, él próximo escollo en las semifinales, con la miel en los labios hace dos años en Viena. Le pasó en un balón interior que le sirvió Xavi y en la única ocasión que desbordó a su par en todo el partido. Antes de la media hora de partido amagó al lateral, se metió al área y cuando ganó la línea de fondo en vez de dar el pase atrás o tirar con la puntera, como si de fútbol sala se tratase, intentó un recorte más a su pierna mala que el central paraguayo le cazó.

Después de eso, apenas pisó área, no remató a puerta y no entró al remate en los pocos centros que pudo luchar. Estuvo cerca de enganchar uno de Iniesta a los 34 minutos, pero el balón le pasó por delante sin opción de rematar.

En dos acciones más le dio tiempo al delantero a intervenir, primero en un autopase que se echó demasiado largo y, después, en un control en el que el árbitro le pitó manos anulando su único remate -se fue alto- en todo el choque.

Antes de la hora se fue al banco. Lo normal. No estaba aportando demasiado, pero debe hacerlo. No es un jugador para salir desde el banquillo y hay que explotarlo, exprimirlo al máximo, porque tanta cruz, tanta cruz que alguna vez la moneda le saldrá cara. Puede que sea con Alemania... o en la final. Mientras, debe seguir esperando su momento.

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