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El enfermo emite señales positivas (2-0)

Betis-espanyol · la crónica

El Betis se reencuentra con el triunfo cuatro meses después en la Liga al mostrar su cara más seria del curso para derrotar al Espanyol. Rubén Castro, con sus dos goles, pone la justicia en el marcador final del partido.

Foto: Antonio Pizarro
Francisco José Ortega / Sevilla

02 de febrero 2014 - 18:50

Tercer triunfo del curso para el Betis y, lo que es más importante, el equipo ahora entrenado por Gabriel Humberto Calderón por fin emitió señales alentadoras. El equipo está enfermo, pero no muerto, y eso fue lo que transmitió este domingo a los suyos para imponerse al Espanyol en un partido disputado con gran seriedad desde el primer minuto hasta el último. Si a eso se le suma que Rubén Castro ha vuelto, que el canario ha sido capaz de marcar cuatro goles en los dos últimos encuentros y que este doblete le sirvió a los suyos para volver a sumar tres puntos muchos meses después, pues está claro que de ahí puede salir un tónico con carácter revitalizante, por supuesto que sí.

El Betis que este domingo puso en liza Calderón no tuvo nada que ver con el equipo moribundo de los últimos meses, con ese grupo de futbolistas que saltaban al campo cargado de buenas intenciones y que se derrumbaba con estrépito en el momento en el que recibía el primer golpe por parte del rival. Para empezar, la disposición táctica fue completamente diferente y Calderón ordenó que los suyos se empleasen con una defensa de cinco hombres. Bueno, de cinco o de tres, que eso depende de la posesión del balón en todo momento. En ese dibujo, además, tenía cabida un futbolista que iba a adquirir un gran protagonismo con el paso de los minutos. El técnico argentino, tal y como había ensayado durante la semana, le daba una camiseta de titular al recién llegado N'Diaye y lo hacía en la posición de defensa central, casi como los antiguos líberos, pues era quien se colocaba en medio de Amaya y Jordi Figueras. El fornido futbolista se convirtió en el dueño de todas las operaciones, chocó una y mil veces con Jhon Córdoba y fue posibilitando el paso adelante que fue capaz de dar el Betis.

También se presentaba como novedad Adán, aunque éste tuvo menos trabajo por la escasez de llegadas del Espanyol. Eso sí, también es un punto positivo para el nuevo inquilino de la portería del Betis que no transmitiera a los suyos la nerviosera que les llegaba cuando estaban bajo los palos tanto Sara como Andersen.

Con esas dos incorporaciones y el nuevo sistema de tres/cinco defensas, dos medios centro y tres delanteros, aunque Salva Sevilla se encargaba de unir estas dos líneas desde su posición pegada a la izquierda de partida, el Betis fue un equipo mucho más fiable. Calderón planteó el duelo sin ninguna locura. Cada futbolista tenía asignados sus roles y nadie debía escapar de ellos. Prohibido adoptar más riesgos de la cuenta, desprotegerse para permitir que el Espanyol pudiera gozar de alguna ocasión clara en las contras. Siempre, salvo que fuera una jugada a balón parado, tres zagueros parados atrás y la orden estricta de que éstos diera un paso adelante para ganarle los duelos individuales tanto a Sergio García como a Jhon Córdoba a través de la anticipación y de una agresividad que rara vez se había visto durante el curso por el Benito Villamarín.

A partir de esas premisas, de orden y de agresividad, el Betis fue sintiéndose cada vez más seguro, mucho más protegido en todas las acciones. Ni siquiera iba a hacer falta para ello que se le presentaran muchas ocasiones en el ataque, la cuestión prioritaria era no desordenarse jamás. Tanto es así que en la libreta de las anotaciones del primer periodo apenas tienen cabida ocasiones claras para haber marcado por parte de los anfitriones. Una llegada de Salva Sevilla tras un rebote en Chuli que se va fuera por muy poco, un remate de Rubén Castro tras una internada de Juanfran por la banda derecha, un tiro desviado de Juan Carlos después de una apertura de N'Diaye ya con el tiempo casi cumplido... Ésas serían las tres aproximaciones verdiblancas, más llegadas que oportunidades nítidas para haber marcado. Pero tampoco importaba desde el mismo momento en el que el equipo tampoco permitía que lo hicieran sufrir atrás.

Con el edificio mucho más sólido, con lo que eso supone, el Betis de Calderón tiraría de paciencia tras el intermedio. Hasta que el entrenador entendió que era el momento de ordenar un paso adelante y metió en el campo a Leo Baptistao en lugar de Chuli. El dominio del Betis fue cada vez más intenso, pero ni siquiera por eso se descomponía a la hora de defender, pues tanto Amaya como N'Diaye siempre estaban atentos a cualquier posible salida de los espanyolistas.

En esa fase de dominio rotundo se estaba cuando Reyes se atrevió a un disparo fortísimo. Balón al poste y el oportunismo de Rubén Castro se encargó con precisión del resto. El Betis había sabido manejar la situación y se ponía por delante en el marcador para que los suyos se tuvieran que pellizcar para creérselo. Pero sí, era verdad de la buena, el cuadro heliopolitano estaba en el camino de reencontrarse con el triunfo y lo iba a hacer con una tremenda solvencia en ese tramo final. Cierto que Stuani tuvo una ocasión muy clara, pero hubiera sido tremendamente injusto y Rubén Castro se encargó de dar la puntilla. El Betis está enfermo, no muerto, y transmite señales muy positivas, alentadoras incluso.

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