Un ejercicio de seriedad competitiva
Sevilla-elche
El Sevilla se enfrenta a un test de automotivación para sumar un triunfo vital en plena euforia europea.
Hay momentos en los que toca echar el freno de mano al estado de ánimo y el Sevilla se encuentra -afortunadamente- en uno de ellos. Se juntan todos los condicionantes: cambio de competición, atmósfera eufórica alrededor, un rival en teoría inferior... Hay veces en las que sólo los profesionales llevan la procesión, y la responsabilidad, por dentro y, aunque es evidente que el triunfo incontestable en Villarreal ha disparado la ambición del grupo, tampoco hay que olvidar que en este deporte la memoria es muy corta y que para el objetivo que busca la plantilla que comanda Unai Emery la victoria es, más que una necesidad, una obligación en el día de hoy para que la posibilidad de llegar a la cuarta plaza no se vaya demasiado lejos, que nadie olvida que el Valencia sigue, de momento, sin fallar en su caminar liguero.
Dando por supuesto que el entrenador de Fuenterrabía habrá sabido rebajar el nivel de excitación positiva sobrante y perjudicial en el seno del vestuario, el encuentro que debe disputar hoy el Sevilla ante la visita del Elche no tiene nada que ver con el del pasado jueves. Europa ha dado paso a la Liga y ya llegará el momento de retomar la eliminatoria para rematarla en el Sánchez-Pizjuán. Vuelve el régimen de los puntos y los blancos tienen que sumar otros tres a la cesta.
No quiere ello decir que el equipo de Emery no deba aprovechar ese estado de empatía que el público tiene con todo lo que los futbolistas puedan ofrecerle con una victoria tan sonada y tan reciente. Ese ambiente mágico que fluye en el Sánchez-Pizjuán y al que tantas veces se ha referido el vasco debe ser un tsunami que ahogue cualquier intento del Elche por encontrar cierta comodidad sobre el cuidado y verde césped de Nervión, un escenario en el que se acaba de cumplir un año desde la última vez que sus aficionados vieron perder a su equipo,precisamente en la Liga Europa y ante el eterno rival un 0-2 que después fue levantado de forma heroica en Heliópolis. En la Liga, la marca se va a más de trece meses ya, en febrero de 2014.
Aunque se haya incidido en que son competiciones distintas, nadie negará que un 1-3 en Villarreal otorga al entrenador cierto aire para jugar con los integrantes de la plantilla y poder repartir más libremente esfuerzos para que un partido como el de hoy adquiera en el once titular la suficiente importancia sin por ello restar un ápice de lo que haya que hacer el jueves próximo. Alguna ventaja hay.
Con la inercia de la explosión en futbolista grande de Vitolo o el gran momento de Iborra allá donde Emery lo coloque, arriba o más abajo, el Sevilla no puede entretenerse en fiestas que aún están por llegar en si Vicente del Bosque está pendiente de éste o aquél jugador. El trabajo requiere volver a remangarse y toca un partido para el que la motivación es necesaria extraerla del fondo del cajón, al igual que el sentido colectivo y al contrario de lo que ocurre con choques como el de el pasado jueves en El Madrigal.
Emery, aunque ha proclamado y sigue proclamando su impermeabilidad tanto a críticas como a elogios, vive sus días de mayor bonanza en cuanto a popularidad general. Este hombre pasa de tener la culpa de todo o a que su equipo gane pese a sus decisiones a que haya un clamor popular por renovarlo hasta de por vida. Como en todo, ni tanto ni tan calvo, máxime cuando ha sido discutido ferozmente incluso tras ganar un título europeo por los mismos que ahora le palmean la espalda. El fútbol tiene la memoria muy frágil. La euforia está en su punto de ebullición, pero basta que hoy mismo haya un tropiezo para que vuelva el inconformismo.
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