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La eficacia de la cara A (3-0)

Sevilla - Espanyol · la crónica

El Sevilla se deshace con tremenda facilidad del Espanyol y mantiene latente la esperanza europea. Los hombres de Emery se acercaron en el primer periodo al mejor nivel del curso.

Foto: Antonio Pizarro
Francisco José Ortega / Sevilla

05 de mayo 2013 - 20:45

El Sevilla se acercó al mejor nivel que haya podido ofrecer durante todo el curso liguero para noquear por la vía rápida al Espanyol. Como hacen los grandes boxeadores, los blancos no dieron lugar a ningún tipo de dudas, saltaron al césped con la intención de dejar todo liquidado lo antes posible y se basaron en su pegada para finiquitar el encuentro a los 23 minutos de juego. En ese momento, ya figuraba en el marcador del Sánchez-Pizjuán un contundente 3-0 que era bastante significativo de lo que estaba sucediendo sobre el césped, donde el equipo de Unai Emery mostraba un control absoluto de la situación. Y, además, lo hacía con buen gusto, a través de tocar y tocar el balón, de apoyos cortos inicialmente y después de rupturas en busca de sorprender al adversario para hacerle daño.

La posesión, esa gran mentira en el fútbol que sólo sirve para la estadística de las retransmisiones televisivas, sí se correspondía en esta ocasión con el control del juego, pues el Sevilla siempre tenía la pelota en su poder y, lo más importante, sabía acarrearla hasta las cercanías de Kiko Casilla para que éste sufriera. Lo hizo el guardameta del Espanyol tanto por pericia de los anfitriones como por los errores de sus propios compañeros, pero ante esto tampoco es cuestión de enfadarse, lo mejor es darles las gracias a los espanyolistas y en paz. Pues eso fue lo que hicieron los nervionenses, ponerse por delante muy pronto cuando un balón que, cierto, llegaba después de una buena jugada fue devuelto por Jesús Navas al centro para que Capdevila conectara un remate hacia su propia portería que lo hubiera firmado el mismísimo Santillana por lo sorprendente y preciso que fue.

El equipo de Emery salió con Fernando Navarro de central y Alberto como lateral izquierdo para meter a Perotti como ese falso extremo izquierdo que es capaz de generar el fútbol desde un costado por su tendencia a mirar siempre hacia dentro. El resto de las piezas eran las mismas que suele utilizar el vasco siempre que puede, es decir, un eje con Medel y Kondogbia en el que el chileno se convierte en el tercer central en ataque para darles salida a los dos laterales en la mayoría de las ocasiones. Con ese equipo, llamémoslo de gala, el Sevilla se puso por delante muy pronto, concretamente a los 11 minutos, y eso tenía una importancia capital con la alta temperatura que se registraba en el Ramón Sánchez-Pizjuán.

Pero, si ya era trascendente tener una pequeña ventaja, mucho más lo sería lo que vendría después. Negredo había desperdiciado una extraordinaria contra de sus compañeros al no picar el balón como él lo hace tantas veces, mas esto se quedaría en el limbo del olvido cuando Jesús Navas habilitó a Coke por la derecha y el lateral aprovechó las facilidades del rival para mandar, con un disparo más propio del fútbol sala, el balón a la red. 2-0 y no se quedó ahí la cosa, pues Negredo sí tuvo fe para perseguir un balón que parecía imposible y que dejó pasar Kiko Casilla en la creencia de que se iba fuera. No, el vallecano lo tocó dentro en un escorzo complicado y el Sevilla tenía ya un 3-0 a su favor en el marcador con apenas 23 minutos.

Más no se podía pedir, está claro, el litigio estaba resuelto sin siquiera llegar a la media hora del mismo, aunque precisamente eso, lo temprano que sucedió todo, podía convertirse en el único motivo de preocupación para Emery. Pero no, esta vez el Sevilla fue siempre un equipo sólido, un bloque en el que todos los futbolistas conocían perfectamente su misión y en el que no había ni uno solo que no acudiera en apoyo de sus compañeros para facilitarles una salida limpia de la pelota. Se dice bien cuando se globaliza en este caso, ya que hasta Beto se convertía en una vía para que los centrales pudieran jugar con él y obligar a que la presión del Espanyol, si es que se la puede llamar así, siempre tuviera escapes para poder mantener el balón en poder de los sevillistas.

Fueron los minutos más convincentes, tal vez, del campeonato liguero por parte del Sevilla. El control era absoluto y el balón casi nunca pasaba a poder del rival. Las ocasiones tampoco fueron excesivas a partir del 3-0, sólo un cabezazo picado de Negredo cuando fue habilitado por Perotti al filo de la media hora, pero el público del Sánchez-Pizjuán sí tenía motivos para pasárselo bien, particularmente al comprobar que el mencionado Perotti juega muy bien al fútbol cuando está en condiciones.

Restaba un tiempo entero por pleitear, pero con el calor que hacía todo hacía presagiar que aquello sería lo que el Sevilla quisiera que fuera. Y fue así, vaya si fue así. Pese al susto inicial por Kondogbia, los blancos vivieron un partido de lo más plácido y no marcaron más goles porque tampoco los necesitaban. Las fuerzas ya escasean y todo había quedado listo gracias a la eficacia de la cara A. La cuestión es hacer lo mismo con la cara B, la de forastero. Ahí está la clave.

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