Un domingo de honores

Sevilla-Las PalmaS

El equipo de Emery, con la medida justa para celebrar con su afición la presencia en otra final, apela al impulso frente a la euforia para no frenar en la Liga. El desgaste en Vigo, otro peligro.

Un domingo de honores
Un domingo de honores
Jesús Alba

14 de febrero 2016 - 05:02

Estos partidos son los difíciles de jugar. Vienen camuflados, nadie habla de ellos, se dan por ganados, la afición está en otra cosa, la prensa en otra más lejana aún... Quien sabe de lo que hablo es porque ha pasado por una situación parecida y sólo el profesionalismo ayuda a esquivar sus peligros.

El sevillismo, después de lo que el equipo certificó el jueves, está en otro mundo, en otra dimensión, de la que aún no ha bajado. Habla de posibles sedes para una final, de reparto de entradas, de otro desplazamiento en masa, de otra ilusión...

El profesional se mete en el papel más que nadie. No le queda otra. La temporada sigue su curso y no se detiene, ni siquiera para el finalista de la Copa del Rey que hoy recibirá los honores ante su gente. Lo interesante es que se quede en eso, en una ovación que retumbe en el Sánchez-Pizjuán bien fuerte y que se aparque cuando Prieto Iglesias señale el pitido inicial. Unai Emery, el último hacedor de toda esta locura, seguro que hará lo posible y lo imposible para que los ojos de los suyos no vean otra cosa que no sea el balón y la portería contraria. No existe otro modo y ya lo comprobó la afición en Balaídos, donde lo tachaban de loco por tomarse la cosa en serio y se pudo comprobar que aquí no se regala nada y que ni con un 4-0 puede uno ir a los sitios con el cinturón ligeramente aflojado.

Así, lo más conveniente será que las celebraciones tengan su momento y el trabajo, el suyo. En la Liga se está jugando mucho el Sevilla como para andar despistados, por mucho -además- que visite el estadio nervionense un equipo metido en descenso y que, como el Sevilla (vaya paradoja) tampoco sabe lo que es ganar fuera de casa.

Al Sevilla lo acechan muchos peligros hoy que debe sacar los tres puntos adelante. Para empezar, un tremendo cansancio por el esfuerzo que el equipo tuvo que hacer en Vigo a causa de lo que exigió el Celta y por las extremas condiciones meteorológicas en las que se jugó la vuelta de la semifinal copera. La cantidad de agua que cayó durante los 90 minutos, como hacía tiempo que no se veía en un partido de fútbol, aún está hoy en las piernas de los blancos.

También está todo lo que tiene que ver con la euforia, con la relajación, con pensar que la temporada ya está hecha por el mero hecho de estar en una final. Y no falta el factor que tiene que ver con el rival, un equipo que, otra cosa no pero esto sí, busca un trato exquisito para el balón y que, si bien no ha ganado fuera, sí se les ha atragantado a equipos como el Celta, el Athletic o el Valencia, a los que les robó un punto en sus estadios.

Emery, pese a las absurdas y hasta respetables críticas que sigue recibiendo, es un maestro en manejar todos estos factores y entre manos tiene seguir aumentando un récord que tiene que ver con el número de victorias consecutivas en casa, un tesoro que está permitiendo a los nervionenses mantenerse relativamente cerca de esa cuarta plaza para la que este año se ha descartado él solito el enemigo que se la arrebató la temporada pasada.

¿Que en la alineación titular puede haber cambios? Puede que sí y puede que no tantos. En Vigo nadie apostaba por que jugaran Rami, Kolodziejczak o N'Zonzi y lo hicieron los tres y el jueves también viene el Molde. Del cabreo de la expulsión de Fazio también en Vigo, pero en la Liga, ya no se acuerda nadie, y menos aún si hoy el Sevilla consuma la fiesta completa y suma los tres puntos. Es un partido de esos que requieren unas condiciones especiales. Habrá honores, pero también fútbol. Y fútbol es eso, fútbol: nadie regala nada.

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