Te das la vuelta y se te escapa

Reyes se vuelve a subir a un tren del que parecía haberse bajado con una actuación grande ante su afición Dos asistencias de 24 quilates, su legado

Jesús Alba

18 de marzo 2016 - 05:02

Se refiere con facilidad en el fútbol a la necesidad de "sentirse importante" y no se sabe muy bien si la sentencia esconde algo de realidad o si, verdaderamente, no existe y es -como otras muchas- una frase hecha. Se suele acompañar a jugadores que no muestran regularidad en su rendimiento pero que poseen un talento especial que sacan a relucir siempre y cuando les dé la gana a ellos. Por supuesto, no siempre, y por lo general, en rachas más o menos prolongadas en el tiempo, hasta que ese supuesto sentimiento que tiene que ver con el afecto a su alrededor indica lo contrario.

Hablar de que Reyes necesita sentirse importante, puede que sea no conocer demasiado a Reyes, un futbolista con catorce años de profesional en la élite y con un palmarés de títulos que para sí lo quisieran muchos. Pocos que formen parte de las plantillas de Real Madrid o Barcelona pueden decir a boca llena que están dispuestos a echarle un pulso.

Cuando, con 16 años, fue por primera vez a una pretemporada de un equipo profesional, aquel entrañable grupo que se batía el cobre en los pinos y en las playas de Isla Canela, provocó en su primera sesión la incredulidad del preparador físico de turno. Eran tiempos de interminables series de 4.000 metros que se repetían hasta dos y tres veces para subir la frecuencia cardiaca y mantenerla alta. Sin los modernos GPS de ahora, la propia palpación en la carótida era la medida. Extrañado, la comprobación por parte del profesional de la parcela física asustaba más. Aparte de llegar el primero, el corazón de Reyes marchaba como quien venía de un paseo.

Esa facultad, unas condiciones prodigiosas heredadas de su padre según quien conoció a don Paco Reyes en sus tiempos mozos, le permitía meter una marcha más que lo hacía inalcanzable cuando el defensa creía que había logrado ponerse a su altura. Era un Sevilla que jugaba acelerado, quizá demasiado, con Darío Silva al que no importaba que el control se le fuera largo si luego arrollaba a su oponente. Ahora, años y títulos después (de Liga con el Madrid y el Benfica; europeos con Benfica, Atlético y Sevilla...), es otro futbolista. Ve el fútbol que entonces, a semejante velocidad, no podía ver.

Nadie sabrá si con Emery se ha sentido importante o no. Sí es cierto que antes de su llegada algún entrenador le ha llegado faltar a reiteradamente el respeto en ruedas de prensa en la que las bromas y la guasita corría más rápido que el rigor. Reyes, en una temporada quizá dura para él después de volver a tocar el cielo del fútbol al máximo nivel con su Sevilla, volvió ante el Basilea para poner su sello, el que, por ejemplo, salió a relucir en Varsovia o en otras muchas citas de la mano de Emery. El guipuzcoano, hace menos de 48 horas, decía de él una frase lapidaria: "Muchos de aquí lo conocéis mejor que yo. Hay que apretarle, porque cuando te das la vuelta se escapa".

Si con 32 años, aparte de esa visión periférica y una ejecución de tiralíneas, se sigue escapando a una velocidad endiablada y es capaz de ser una pesadilla para los rivales, párense a pensar la que tenía con 19 años o cuando el mejor Arsenal de la historia lo puso a jugar con Thierry Henry, el "negro" al que Aragonés nunca vio mejor que este gitano de Utrera.

Parecía perdido, como si hubiera decidido bajarse ya del tren, quizá de no sentirse importante. Pero ante el Villarreal se le encendió un pilotito con ese gol que le regaló Gameiro. Ayer se lo devolvió, igual que le dio otro a Rami y puede decirse que reapareció para meter al Sevilla en cuartos. Un respeto para el hijo de Paco Reyes... don José Antonio Reyes Calderón.

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