Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
Cuenta atrás para Rafa Nadal en Málaga
Sueños esféricos
EN Málaga ya se entrenan juntos el pasado, el presente y el futuro. O lo que es lo mismo, Rafa Nadal y Carlos Alcaraz. No ha podido ser más oportuno el desembarco de la Copa Davis en la pujante ciudad andaluza para sacudirse el agua y el barro y seguir el ejemplo de tesón y de rebelión ante la adversidad que ha encarnado el fenómeno manacorí desde que se presentó en el circuito de la ATP con su insolente melena en los albores de este siglo que nos agita.
El personal sigue buscando entradas para la gran cita del Martín Carpena. Todos quieren vanagloriarse de haber asistido al último raquetazo de Nadal sobre una pista de tenis. “Yo estuve allí cuando Rafa rompió a llorar como un niño y buena parte de la grada con él...”. Algo así como aquel concierto de los Rolling Stones en el Vicente Calderón en 1982, al que asistió, al parecer, medio Madrid.
Cuando llegue ese momento en que Nadal tire por última vez sus muñequeras a la grada –afortunados quienes las agarren en el aire–, a todos los españoles amantes del tenis, y también a muchos de los que no distinguen ni quieren distinguir una volea de un globo, se nos va a hacer un nudo en la garganta. Este hombre, que tantas veces nos ha recordado el peso de la convicción y de la fortaleza mental para alcanzar cualquier meta, va a dejar de hacerlo. Nos abandona en este viaje acompasado con el siglo. Ya es hora de que aprendamos por nosotros mismos a mirar a la derrota cara a cara, con el ceño fruncido y la actitud desafiante. Y no tenerle miedo.
Nadal firma la frase de otro gran icono del deporte mundial, para no pocos el mayor, Michael Jordan: “Puedo aceptar el fracaso, todos fracasamos en algo, pero no acepto el no haberlo intentado”. Naturalizar el fracaso es la premisa para ser tan campeón. Carlos Alcaraz, que verá el adiós del gran ídolo desde cerca, debe tomarlo como un primer mandamiento si quiere volar tan alto.
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