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La crueldad de la lógica (92-77)

Eurocup

El Cajasol vuelve a casa apenado por una derrota que fue tan dura como justa ante un rival que mereció el título. El inicio desastroso, con el miedo a flor de piel, lastró ante un Unics compacto

La crueldad de la lógica (92-77)
Juan De La Huerga / Treviso

17 de abril 2011 - 22:43

La historia sigue igual, la vida es tan injusta, tan cruel, con el Cajasol que entra un desasosiego brutal, una desazón muy desagradable. Subcampeón suena mal después de una secuencia de 15 partidos previos que condujeron a los hispalenses hasta Treviso, donde venían como outsider y liquidaron al anfitrión, pero no pudieron hacerlo con el Unics Kazan en ese decimosexto choque, en la finalísima, tras 40 minutos de pura realidad: el equipo ruso fue mejor y mereció el título. El subcampeón, por mucho que Plaza se jugara la carta, ese as de oros en la bocamanga, a aprovechar un momento histórico como hubiera sido ganar la segunda corona continental. Es para quitarse el sombrero por mucho que los libros sólo hablen de los primeros del cajón.

Este Cajasol que ha emocionado a la ciudad, que se ha metido en el bolsillo a muchos aficionados, que se reinventó durante la temporada para convertir un sueño como llegar a la Final Four en un reto, en una verdad, se estampó con un muro llamado Unics, con un Marko Popovic y un Macej Lampe que tiraron de calidad, de conocimiento del juego, de habilidades de todo tipo, para romper la defensa cajista, poco acostumbrada a recibir puntos sin ton ni son y que ayer jugó a contraestilo por la estrategia de Pashutin.

Duele, claro, que el camino desemboque en este manto de tristeza que supone caer en una final, pero el análisis debe ser más frío, esté o no en Europa el próximo curso el conjunto hispalense, a expensas de una invitación de la competición por sus prestaciones esta temporada. La categoría del rival hundió al Cajasol. No hay más. Esto es deporte y hay que estrechar la mano a un adverdsario que dejó atolondrado a los soldados de Plaza en el minuto uno y luego se dedicó a administrar el tesoro. Plaza, Tabak, Ocampo, Satoransky, Calloway, Bullock, Urtasun, Kirksay, Sastre, Burjanadze, Katelynas, Ivanov, Triguero, Davis y Cabanas, con el resto de la primera plantilla, merecen un aplauso como la copa de un pino. Pierde la final el que la juega.

La mera presencia en un duelo así son palabras mayores y la responsabilidad no pesa, asfixia, ahoga. Entró en la cancha el Cajasol de la misma forma y manera que la Benetton 24 horas antes, con la mano atenazada y las ideas oscuras, negras. Más: el credo de Plaza, romperse el alma defendiendo, se olvidó en unos primeros 20 minutos de absoluto dominio del Unics, que estudió los movimientos en la retaguardia para darles, zas, donde más duele.

Lampe, con bloqueos directos para pick&rolls y canastas cómodas con reverso si se topaba con un adversario pequeño, y los exteriores, con McCarty de jefe escoltado por Popovic y Lyday, generaron tal desconcierto que Plaza, poco dado a las paradas técnicas, pidió tiempo en el minuto 4.

Poco se recompuso el equipo, que sufrió el vértigo de estar en una final, un hábito en las últimas temporadas para el Unics. Atacó el Cajasol como defendió y los rusos corrieron como linces en pos de canastas fáciles, oliendo que la presa estaba a punto de ser devorada por los acontecimientos. Hasta por 20 fue cayendo el conjunto hispalense en el minuto 15 (40-20), sin duda motivado por la falta de credibilidad en su mejor virtud: la defensa. Sólo apretó los dientes en el minuto final antes del intermedio y birló tres bolas de las que sacó partido, pese a la contra final de McCarty: 51-36. Había que cambiarle la cara al partido. El ritmo era ruso. Había tiempo para hacer historia.

Tres finales perdidas y la cuarta en camino... No, aún no. Kirksay, héroe en Sevilla y persona non grata en Treviso, luchó. Plaza ordenó morir matando o ganando. Morir. La batalla no estaba cerrada. Ordenó defensa a toda cancha hasta que no quedara oxígeno en los pulmones. Se agarraba a un clavo ardiendo. Era la única/última baza. De hecho, Pashutin no lo vio claro cuando Katelynas y Triguero, ambos a pase de Satoransky, colocaron el 55-48 en el minuto 25. Había que quemar las naves desde atrás y cansar a un rival que juega con pocos hombres, pero Pashutin dio descanso a Lampe y se encomendó a Popovic, que dieron una clase magistral en los bloqueo y continuación, y en desnudar con movimientos de balón fugaces a los cinco defensores cajistas, impotentes ante la superioridad de los dos mejores del partido, sobre todo Davis, quien se perdió en un día grande.

Cuando el Unics aprendió la fórmula de la desactivación de la defensa con presión de los sevillanos, controló todo, bajo la batuta de Popovic y el acierto de Lampe.

El Cajasol no dio para dos heroicidades. Se quedó en la primera, ya majestuosa, pero el físico (Calloway jugó infiltrado en el pie y el hombro) y la cabeza (presión inicial) impidieron la segunda. Ah, y el Unics, un gran campeón que deja al Cajasol otra vez con el corazón destrozado, llorando a moco tendido. Como las otras tres veces.

Ficha técnica:

92 - Unics Kazan (32+19+20+21): Lyday (15), Popovic (18), Veremeenko (6), McCarty (18), Lampe (26) -cinco inicial-, Samoylenko (-), Pashutin (3), Rizvic (6) y Minard (-).

77 - Cajasol (16+20+26+15): Satoransky (4), Bullock (15), Kirksay (10), Ivanov (3), Davis (5) -cinco inicial- Triguero (10), Cabanas (-), Urtasun (15), Katelynas (9) y Calloway (6).

Árbitros: Guerrino Cerebuch (Italia), Boris Ryzhyk (Ucrania) y Panagiotis Anastopoulos (Grecia). Eliminaron por cinco faltas personales al jugador del equipo ruso Veremeenko (m.35)

Incidencias: Final de la Eurocopa disputada en el Palaverde de Treviso ante unos 3.500 espectadores, entre ellos unos trescientos seguidores del equipo español. El escolta croata del Unics Kazan Marko Popovic fue elegido mejor jugador (MVP) de la final.

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