Como coser y cantar (1-3)

Eibar - Sevilla · la crónica

El Sevilla golpea con fuerza en el arranque al Eibar y luego saca adelante el partido con las exigencias que proponía el rival. La segunda unidad blanca acumula puntos y minutos.

El colombiano Bacca, autor de dos goles y también del pase que originó el tercero de Reyes, controla un balón delante de Bóveda.
El colombiano Bacca, autor de dos goles y también del pase que originó el tercero de Reyes, controla un balón delante de Bóveda.
Francisco José Ortega

30 de abril 2015 - 05:02

El Sevilla sigue con su espectacular racha y lo hace, además, con una superioridad casi insultante. Los hombres de Unai Emery se impusieron al Eibar en el otrora temido Ipurua como quien no quería la cosa. Fue algo así como coser y cantar en un recinto al que siempre se le ha asociado el cartelito de desaborido, de desagradable por las dificultades que solía acarrear a los adversarios. Pero este Sevilla tiene tantos registros que es capaz de sacar adelante cualquier tipo de exigencia y lo hace, además, con la sensación de seguridad que transmite un buen estudiante que se ha hartado de hincar los codos y que posee un alto nivel de inteligencia.

Los blancos, con el dosificador de esfuerzos en marcha desde que el propio Emery confeccionó la alineación con siete futbolistas de campo en ella que no habían sido titulares el pasado domingo contra el Rayo, salieron con la intención de liquidar aquello cuanto antes para después aflojar el ritmo a la espera de citas de mayor calado. Ni siquiera el mensaje lanzado por el Eibar al pagar 50.000 euros para que Manu del Moral pudiera participar en el juego disminuyó lo más mínimo la confianza de los nervionenses en sus posibilidades y en su superioridad, por supuesto que sí.

Apenas dos minutos se habían consumido cuando Reyes ya se encontraba con la primera opción en un pase de Bacca que acabó en las manos de Irureta tras el empalme del utrerano. Era el primer aviso a cargo de un Sevilla tremendamente sólido por el centro con la pareja formada por las torres Mbia e Iborra y también con dos delanteros puros como Bacca y Iago Aspas, que ya habían jugado juntos en Getafe con menor éxito que ayer. Atrás comparecía Arribas para darle un respiro a Carriço en una cita que sí se ajustaba mucho más al estilo del central madrileño. En los costados, mientras, Emery apelaba a la veteranía, a la sapiencia de Coke y Fernando Navarro, conocedores sin duda de lo que les esperaba en un campo de estas características. Aleix Vidal se cambiaba de banda para ayudar en las constantes subidas del lateral Bóveda y Reyes contaba con el permiso especial para hallarle las cosquillas al rival en la zona que él estimara conveniente, permutando su posición con Iago Aspas en multitud de ocasiones para que el gallego partiera desde el extremo derecho.

Ésa fue la estrategia del juego de un Sevilla que sabía perfectamente que debía aprovechar en el arranque que el Eibar está ahora mismo al borde un ataque de nervios. Y lo hizo, vaya si lo hizo, gracias a una genialidad de Reyes, quien vio un desmarque de Bacca a las espaldas de una defensa que estaba pensando en las musarañas. El colombiano fue, con la colaboración de un Irureta que tampoco estuvo rápido a la hora de salir a achicar el espacio y marcó un excelente gol tras controlar, driblar al cancerbero y golpear cruzado al otro palo para evitar la llegada del central que tapaba.

El Sevilla había golpeado con celeridad y eso, cuando un rival está tan necesitado como lo estaba ayer el Eibar, es poner el pleito cuesta abajo desde muy pronto. Los nervios de los vascos se iban a ver muy pronto, bastó con una falta puesta por Reyes dentro del área para que se evidenciara el descontrol defensivo de los anfitriones. Tanto que un par de rebotes acababan con la pelota en los pies de Bacca, de nuevo el colombiano, con toda la portería para él.

Evidente que Bacca no iba a desaprovechar semejante regalo y, lo que es más importante, el Sevilla estaba con un cero a dos rotundo cuando apenas se había disputado un cuarto de hora del encuentro. Mejor imposible por supuesto. Pero precisamente eso se iba a convertir con el transcurrir del juego en algo negativo. Como si se tratara de un boomerang, los once futbolistas sevillistas, sobre todo Reyes, lo habían visto todo tan fácil que se olvidaron de darle al juego la seriedad que éste siempre demanda.

La sentencia debió quedar rubricada, y de sobras, antes del intermedio, pero los blancos perdieron varios puntos de concentración y tal vez por ello desperdiciaran algunas contras clarísimas para liquidar al Eibar. Particularmente llamativo fue un tres contra dos en el que Iago Aspas no fue capaz de aguardar al momento justo para ponerle el balón con ventaja a Aleix Vidal. Pero no fue la única, otra vez Reyes buscó el pase imposible a Bacca por debajo de las piernas del rival y así sucesivamente.

Eso sí, la solidez atrás era mayúscula gracias a esa primera barrera que establecían Iborra y Mbia para que los centrales pudieran vivir mucho más tranquilos. El cuadro vasco, aburrido con la colocación de los peones por parte de Emery, trató de buscar alguna vez el juego más directo, pero casi siempre se quedaba en una indefinición de tocar y tocar sin profundidad para lanzar los centros cuando Iborra y Mbia estaban perfectamente colocados para abarcar cualquier balón que llegara frontal.

El Sevilla se iba a los vestuarios con la sensación de que el trabajo estaba casi liquidado, aunque esa facilidad lo hubiera desconectado en muchos minutos de este primer periodo. El problema, sin embargo, estaba en el accidente de un gol eibarrés. Lo rozó Piovaccari en un primer cabezazo y lo rubricó después en un córner que nace en otra frivolidad de Reyes. Parecía que los blanquirrojos incluso iban a sufrir con el ímpetu de un Eibar crecido, pero no. Aquello era simplemente darle al partido lo que éste exigía bajo la ley del mínimo esfuerzo. Había salido ya Gameiro por Iago Aspas cuando Bacca lanza una contra y Reyes define con un pase a la red. Uno a tres y a pensar en otra cosa. El Sevilla había ganado en Eibar, un recinto siempre hostil, como quien se dedica a coser y cantar. Así de fácil y así de meritorio.

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