Una calamidad en manos del TAS (2-1)

Osasuna - Sevilla · la crónica

El Sevilla cierra su horrorosa cuenta como visitante con otra derrota en Pamplona que ata su futuro europeo al que el tribunal decida con Málaga y Rayo. Puñal y Álvaro Cejudo marcaron tras un golazo de Negredo.

Foto: EFE
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Juan Antonio Solís

26 de mayo 2013 - 21:45

Era inevitable que Álvaro Cejudo enviara ese balón a la red, por el palo de Beto, para plasmar la remontada y abrochar la sonrojante trayectoria del Sevilla lejos de su estadio en esta Liga. Era inevitable porque si este mustio e indigno visitante no fue capaz de ganar más que en La Coruña cuando el Deportivo era una banda, no iba a mandar a la cuneta a Osasuna cuando el bravo equipo rojillo se jugaba la misma vida en el envite. No. Pasó lo que tenía que pasar, el equipo de Emery volvió a las duchas con la cara pintada, como tantas veces, y si en la última jornada en el Ramón Sánchez-Pizjuán se despedirá de los suyos con un hálito de esperanza, éste no brotará de la hierba. Lo hará de donde no se juega al fútbol. De los despachos. Ese gol postrero del Rayo en Getafe hace que el Sevilla dependa de sí mismo, ante el Valencia, para acabar noveno. Y el noveno, sí, el noveno, con apenas 50 puntitos si derrota al Valencia, puede sellar el pasaporte si el TAS decide que ni Málaga ni Rayo jueguen la próxima Liga Europa. Sería entrar no por la puerta de atrás, sino por la trampilla de la azotea...

No ha hecho méritos este Sevilla para más. Es implacable la ley de este fantástico invento del todos contra todos a doble vuelta. ¿Que hubo arbitrajes adversos en puntos decisivos de la Liga? Indiscutible. Como también que nadie, Del Nido y Monchi los primeros, se puede escudar en ese factor adverso para justificar nada. Seguramente, la grada de Nervión, si la megafonía se lo permite, se encargará de recordar a ambos que merecen una explicación de la alarmante descapitalización deportiva del equipo. El dato es apabullante. Para esconderse debajo de la cama: en 19 partidos como visitante, una sola victoria, siete empates y once derrotas, para una ridícula cosecha de ¡10 puntos! de los 57 posibles.

Bajo los números, las sensaciones. La raíz de todo: falta de carácter para armarse atrás y sujetar las acometidas de un rival con el ambiente a favor, impericia para hacerse fuerte en la sala de máquinas, donde se cuecen los partidos, y, por último, impotencia para hurgar en las debilidades del equipo y ser efectivos arriba. Total, una calamidad.

Era un partido para que Medel y Kondogbia fijaran su posición e impusieran su físico por delante de la defensa. Que se hicieran con los balones divididos, que no permitieran esa especialidad del fútbol tan decisiva en el Reyno de Navarra, las segundas jugadas. Para ello, tanto el chileno como el francés debían haber saltado a tope de revoluciones -que no pasados de revoluciones- para no perderle la cara a una lucha viril, para jugadores de barba cerrada. Lejos de ello, salió una pareja descoordinada y débil. El chileno, con una inaudita indolencia; el francés, con el sitio perdido.

Si Osasuna no encarriló pronto el partido por los derroteros que soñaron la noche anterior sus seguidores, fue por la discreta capacidad de sus atacantes para convertir sus ocasiones, porque De las Cuevas, Masoud y Armenteros se encontraron con autopistas para ensayar el disparo desde media distancia, o si no para la penetración hasta el corazón del área. Por algo los rojillos son los menos goleadores de la categoría, con apenas 29 tantos en los 36 partidos precedentes del campeonato.

Contemplativo e incómodo, como si no le fuera apenas nada en el empeño -al final, la derrota del Getafe y el triunfo del Betis le dieron la razón...-, el Sevilla se limitó a aguantar el tirón con el buen desempeño de los centrales y de su portero, Beto, que estuvo rápido y ágil cuando el balón, que envió a su poste izquierdo De las Cuevas en un cabezazo cruzado, viajaba por la línea de gol con serio riesgo de colarse. Lo alcanzó el portugués, lo rechazó y de nuevo repelió el tiro posterior de Armenteros. Corría el minuto 21 y ahí Osasuna vio aplacado su ímpetu.

Trató el Sevilla de soltarse y encontró una vía con los pelotazos cruzados, que evitaban esa asfixiante línea de presión que ordenó Mendilíbar. Así pudo salir un poco la zaga blanca y respirar hasta el descanso.

Unai Emery dio la segunda parte a Cicinho, relevo de un desdibujado Coke. Y el brasileño sorprendió con su capacidad para trazar paredes y desdoblarse. Fue en un arreón, pero bastó para ponerlo todo de cara. Jesús Navas continuó la jugada del lateral y filtró un genial pase a Negredo, quien encaró a Andrés Fernández, lo dribló con una de sus típicas pisaditas, quebró al último defensor y marcó a placer. Osasuna quedó aturdido, pero esa calamidad que hoy es el Sevilla no iba a aprovechar el rato que los pamploneses deambularon sobre la hierba, con la grada callada. No está para eso. Ni tampoco para blindarse atrás y aguantar el desesperado zafarrancho de los rojillos. Muchos sevillistas, por no decir casi todos, esperaban resignados a que pasara lo que pasó, que Puñal y Álvaro Cejudo obraran la remontada. Era inevitable. Jugaba el mustio Sevilla que pergeñó Monchi.

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