Una bomba atómica sobre el Bernabéu

La afición blanca timbla de pensar que el Barcelona pueda ganar su segunda 'Champions' consecutiva en su campo.

El Real Madrid cae un año más en octavos de final de la Liga de Campeones, esta vez ante el Olympique de Lyon en el Bernabéu. / EFE · AFP Photo · Reuters
El Real Madrid cae un año más en octavos de final de la Liga de Campeones, esta vez ante el Olympique de Lyon en el Bernabéu. / EFE · AFP Photo · Reuters
Sebastián Fest (Dpa)

10 de marzo 2010 - 23:40

No hay vueltas que darle: la eliminación de este miércoles en la Liga de Campeones tiene futbolísticamente el efecto de una bomba atómica para el Real Madrid.

"Europa te da y te quita todo", suele decir Jorge Valdano, número dos del club blanco. Y hoy la Liga de Campeones de Europa -o más bien el Olympique de Lyon- le quitó todo al Real Madrid cuando más cerca se sentía de aspirar a eso: a todo.

Miedo a que el Barça llegue a la final

Le quitó la ilusión de jugar el 22 de mayo la final de la Champions en su estadio, el Santiago Bernabéu, y lo dejó con un escalofrío: ¿Y si en esa final está el Barcelona? ¿Y si en ese estadio, ya humillado por el 6-2 azulgrana de la temporada pasada, Messi, Xavi y compañía alzan por segundo año consecutivo el máximo trofeo de clubes del continente?

Pero no sólo la Liga de Campeones se esfumó con el gol del bosnio Miralem Pjanic a los 75 minutos tras una combinación con los argentinos César Delgado y Lisandro López: también volaron las esperanzas de que el equipo de los 250 millones de euros en fichajes hiciera historia.

¿Cómo sorportará el presidente Florentino Pérez la prueba del fracaso repetido en la Liga de Campeones, en la que el Real Madrid lleva seis temporadas despidiéndose en octavos de final? ¿Haciendo saltar el fusible del entrenador chileno Manuel Pellegrini, quizás?

Lo cierto es que Pellegrini tropezó en el mismo sitio en el que lo hicieron colegas como Vanderlei Luxemburgo, Bernd Schuster o Fabio Capello. Nada nuevo entonces.

Pero el problema está en lo que suceda a partir de mañana. Será enorme la presión de los medios de comunicación que en cierto modo viven del Real Madrid. Y esa presión se canalizará a través de una hinchada que hoy se fue casi muda, anestesiada. Esperaba otra cosa de un equipo con Cristiano Ronaldo y Kaká, de un equipo que apenas cuatro días antes había emocionado con un fútbol de epopeya para batir al Sevilla.

La Liga española es hasta hoy un mano a mano entre el Real Madrid y el Barcelona, pero el equipo catalán y sus hinchas tienen tras la debacle del Bernabéu una ventaja psicológica que puede ser decisiva.

El 10 de abril hay cita en el Bernabéu para un súperclásico que se veía como una final. Resta por ver si dentro de un mes persisitirá la igualdad en puntos. Y resta también por ver si el Bernabéu es el elegido para la final de la Copa del Rey, aún sin fecha.

Una Copa del Rey de la que el Real Madrid fue expulsado -también en el Bernabéu- por el modestísimo Alcorcón, casi un equipo de amigos. El Atlético de Madrid, eterno rival de los blancos, jugará esa final. Si es en el Bernabéu, posibilidad real, el alma del viejo estadio crujirá tanto como lo hace hoy la autoestima del nueve veces campeón de Europa.

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