Lleida - Betis Baloncesto: Ni profesionalidad ni orgullo (88-75)
En otro desastroso encuentro tanto en ataque como en defensa, en la que la actitud de los verdiblancos fue grotesca, otro partido perdido, y van ocho en nueve jornadas, del conjunto sevillano
Con Savignani el equipo ha empeorado y el técnico brasileño firma un 3/3 de derrotas sin signo alguno de mejora
Sin intensidad, actitud, orgullo ni profesionalidad en la pista el Betis Baloncesto no gana ni una pachanga en El Plantinar. El giro de rumbo que esperaban dar los dirigentes con Bruno Savignani lejos de vislumbrarse ha acelerado la deriva de un equipo que ante el Força Lleida firmó su octava derrota (88-75) en nueve jornadas. ¡Ocho! El camino hacia la LEB Plata y jugar de nuevo en Amate parece expedito con esta dinámica negativa de la que no se salva nadie: el técnico por falta de argumentos, los jugadores por una actitud que merecen una multa y los directivos por no acertar nunca, porque Krutwig demostró en el Barris Nord que el pívot extracomunitario bueno era él y no Romero.
El interior estadounidense, cortado hace unas semanas en el club hispalense para formar a Jordan Barnes, se comió al cubano. Se despachó a gusto el pívot, que dio un clínic en todos los sentidos, reflejado no sólo en las estadísticas sino en la actitud sobre el parqué: combativo, con ganas de comerse el mundo ante la apatía de los rivales para acabar con 12 puntos, 17 rebotes y ocho asistencias (oficiales, aunque en realidad fueron algunas más).
El cuadro ilerdense se hizo con la victoria en la segunda parte. No tuvo que hacer nada especial más allá de jugar con ganas y decisión. De morir por cada pelota e ir a cada rebote con decisión. De compartir el balón con sentido en cada ataque (20 asistencias) y aprovechar la endeblez defensiva de un Betis que es colista, y destacado, por méritos propios. El 45-47 aprovechando unos minutos (los pocos) de inspiración de Polanco fue la última ventaja visitante, con ataques atropellados que se resolvía, mal, en unos contra unos. Poco trabajo de entrenador, que ya ha tenido tiempo para empezar a imponer su sello. ¿Cuál? A saber... Porque ver juntos a un quinteto con Pablo Marín, Rakocevic, Joaquín Rodríguez y Doménech da que pensar.
Vale que Berzins estaba vestido de calle en el banquillo, seguramente con alguna lesión de la que el club no informó en su segundo partido. Imposible imaginarlo de un jugador de 38 años. Lo que no tiene justificación es que Krutwig rompiera una zona con una asistencia, que Hanzlik tenga licencia infinita para fallar o que el Lleida llegara bajo la canasta en casi cada ataque entrando con Pedro por su casa.
Así se disparó el conjunto catalán (60-51), con Hanzlik desaprovechando un contragolpe tres contra uno que podía haber sido el 62-59 tras un triple de Rakocevic, el único que se salvó de la quema. Y al final de ese tercer cuarto el 64-57 no pintaba bien. Errores tras tiempos muertos y dejar que el rival te coja cinco rebotes seguidos de ataque en la misma acción cuando todavía había algo de vida (79-72 y que Krutwig acabó convirtiendo el 81-72) evidenciaron que algo pasa en ese vestuario.
Y eso que pareció entender el conjunto verdiblanco de inicio la importancia del encuentro, ya que con un balance de 1-7 no hay excusa alguna para no dejarse la piel en cada pelota. Pero la buena salida fue un espejismo y pronto se apoderó del grupo una desconcentración defensiva preocupante, una debilidad impropia de un equipo profesional de la que se aprovechó un Krutwig extra motivado por medirse al club que lo echó. Así, de un 4-11 tras sendos triples de Barnes y Joaquín Rodríguez, que lanzaron liberados completamente solos tras un buen movimiento de la pelota en ataque, tres 2+1 consecutivos concedidos y los fallos en ataque con Rogic dirigiendo mal permitieron al Lleida tomar el control del choque.
Por entonces Doménech -con Berzans en el banquillo con el chándal puesto- ya entró por un Romero que sigue sin entender cuándo hay que meter la mano y cuándo no y se fue cargado de dos faltas al banquillo en menos de cinco minutos. Como Hasbrouck en el bando local. Con tan poco peso en la zona los balones llegaban a la pintura con facilidad, ya sea con asistencias o penetrando con una facilidad que algún jugador bético merecería multa por incomparecencia.
Con Krutwig dominando el juego (8 puntos, 9 rebotes y 5 asistencias al descanso) el cuadro catalán alcanzó su máxima renta (38-31), aprovechando los continuos errores de Hanzlik en el tiro, siempre precipitado, y los fallos de un Polanco cada vez más nervioso por sus fallos y que no termina de ser el líder que este Betis necesita. Al menos apareció Rakocevic para sostener a los suyos desde el triple (7/16 en el primer tiempo), pero fue una antideportiva de Krutwig lo que dio aire al plantel sevillano. Y es que a ese último minuto llegó el conjunto catalán sólo con una falta cometida, mientras que el Betis ya estaba en el bonus con 5.47 minutos por delante. Un triple sobre la bocina de Kuksiks, que antes anotó desde la personal la antideportiva enmendando una pérdida anterior en el saque de fondo, dejaron el duelo con un 38-36 al descanso y al Betis con vida todavía.
Pero tras el descanso llegó la bajada de brazos bética. Se activó Hasbrouck, máximo anotador del choque, aparecieron Brito y Matulionis y el Lleida pasó por encima del conjunto sevillano sólo con algo de más acierto y algo que gana partidos: actitud. Eso ni se compra ni se vende, se tiene o no se tiene y este Betis ha demostrado que carece de orgullo y profesionalidad.
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