20 años de un sueño
En octubre de 1992 el sevillismo veía cómo la ilusión generada por el fichaje del mejor futbolista del mundo se hacía realidad con su debut oficial en San Mamés. Una historia que fue perdiendo encanto, pero que provocó una auténtica locura.
Octubre de 1992 significó para el sevillismo la realización de un sueño, la locura desatada por una ilusión con letras mayúsculas. Por eso, echar la vista atrás veinte años, mirar por la ventana del recuerdo y ver al sevillismo encendido en los meses en que una especie de histeria colectiva parecía haberse instalado en las calles supone un ejercicio de madurez. El propio José María del Nido, enfrascado de lleno en aquel ilusionante fichaje, repite a menudo que quien no recuerda su pasado está condenado a repetirlo.
Desde luego que difícil será que el Sevilla vuelva a tener en sus filas al considerado como el mejor futbolista del mundo, pero aquello, la presencia de Diego Armando Maradona en el Sánchez-Pizjuán se convirtió en una cuestión que traspasaba lo meramente futbolístico. El club se acercó a los 38.000 socios y fue conocido a nivel mundial por ser la entidad que le dio al crack argentino la posibilidad de volver al fútbol y demostrar que, tras la suspensión por consumo de cocaína que había pesado sobre él, aún quedaba mucho fútbol en esas desabrochadas botas con las que pisó Nervión y los campos de la ciudad deportiva José Ramón Cisneros. La historia al final no salió todo lo bien que el sevillismo esperaba y la afición también lamentó la escasa -o nula- huella que dejó esta parte de su carrera en su historia, pues la verdad es que Maradona nunca ha tenido un gesto hacia el Sevilla, hacia la ciudad ni hacia una afición que se lo dio todo.
En el debut oficial en San Mamés el 4 de octubre del 92 había quedado atrás un largo verano de insomnios, de negociaciones a través de conferencias telefónicas, de una afición que devoraba información, de noches con José María García en las ondas tomando parte de esas propias negociaciones. No había internet, no había teléfonos móviles, la información puede decirse que se hacía a mano... y la ilusión se acababa contagiando incluso en los propios profesionales de la información.
Sevilla era una locura en efervescencia aquel verano del 92. Mientras el Betis luchaba por evitar su desaparición, en la acera nervionense se vivía en las nubes. Es algo cíclico en una ciudad tan dual. Uno en las alturas, otro en los sótanos. Luis Cuervas decidió afrontar con todas sus consecuencias la recuperación para el fútbol de un hombre que, en ese momento, era casi un desecho. Todo empezó cuando, cumplidos los 18 meses de castigo, Maradona contacta con Bilardo en Radio Libertad. Ahí le descubre sus planes: volver al fútbol, pero nunca en el Nápoles. A la Federación Argentina (AFA) también le interesa que el diez vuelva a estar en activo y Julio Grondona, su presidente, toma parte de la negociación para desbloquear su salida del Nápoles. Marcos Franchi, su representante, viaja a Sevilla para concretar con Cuervas y Del Nido las condiciones del contrato. Se estudian mecanismos a través de publicidad y patrocinios para que el sueño empiece a ser viable. Joao Havelange, presidente de la FIFA, declara que quiere que Maradona vuelva para que esté en el Mundial de EEUU 94, pero el Nápoles fue el gran osbtáculo hasta el final. Hasta que Maradona decide viajar a Sevilla una vez que la juez Amelia Berraz, encargada de su custodia, le dio permiso para ello. El recibimiento en el aeropuerto de San Pablo fue imponente. Sólo Dassaev había levantado tal expectación. Maradona asistía en el palco del Sánchez-Pizjuán al encuentro del equipo de Bilardo ante el Dépor de Bebeto. Era la segunda jornada de Liga y el astro veía perder a su equipo. Daba igual. Ver al mejor futbolista del mundo en el Pizjuán era la gran victoria, aunque aún perteneciera al Nápoles. Se empieza a entrenar con el Sevilla, pero aún queda un largo camino. Corrado Ferlaino, presidente napolitano, rechaza 2,7 millones de euros (450 millones de pesetas), la FIFA nombra a Matarrese mediador del caso, Diego, cansado de esperar, amenaza con irse a Buenos Aires, Ruiz de Lopera y Ruiz Mateos llegaron a ofrecer en nombre del Betis y del Rayo el doble de lo que el Sevilla fuera a pagar por Maradona, pero el futbolista, agradecido a Cuervas y a Del Nido, anuncia que sólo jugaría en el Sevilla.
Al final, el 22 de septiembre en Zúrich se llega a la solución del caso tras una reunión agotadora. Maradona, mediante una operación con su empresa Diarma y el Banco Zaragozano, paga 6 millones de dólares al Nápoles y la FIFA otorga el tránsfer internacional. Diego cobraría una parte de su traspaso mediante un contrato con una cadena de televisión que incluía varios amistosos en Sudamérica y participaciones de Maradona en un programa de debates.
El partido de presentación ante el Bayern Múnich fue otro acontecimiento, un duelo que dio la vuelta al mundo y que generó para Diarma cerca de 900.000 euros (150 millones de pesetas). Sobre la hierba, Maradona pudo comprobar que tenía un equipo curioso, con gente como Simeone, Suker, Rafa Paz, Jiménez... Ganó el Sevilla (3-1) al Bayern de Lothar Mathaus.
Los esfuerzos por perder peso y ponerse a punto, pinceladas de clase alternadas con otros episodios menos gratificantes... Todo lo que vino después, tras el debut en San Mamés, le fue restando paulatinamente encanto a la historia, una historia que, como suele pasar en estos casos, tuvo un inicio mucho más bello que su final. Pero el sueño fue una realidad. El mejor futbolista del mundo jugó en el Sevilla.
No hay comentarios