De alianzas imparables

Betis | valladolid · el otro partido

La afición verdiblanca empuja al equipo hasta el triunfo con un apoyo incondicional que llenó Heliópolis de colorido · El protagonismo de la cantera, aliciente añadido

Foto: Antonio Pizarro
Foto: Antonio Pizarro
Daniel Lagos / Sevilla

20 de septiembre 2010 - 05:02

Ningún sistema funciona sin un infalible punto de apoyo. El de este Betis es su afición, la que ayer formó una alianza imparable con el equipo para seguir sumando en una lucha que pretende dejar de ser suya lo antes posible. Las gargantas de los aficionados verdiblancos sirvieron para empujar a los jugadores en los momentos más difíciles y para acompañarlos cuando las circunstancias ya se encaminaban hacia la justicia futbolística, aquélla que reparte méritos a su antojo y terminó posibilitando la cuarta victoria liguera consecutiva.

La afición bética está ahí más que nunca. Llenó las gradas en un duelo matinal televisado y con el termómetro por las nubes. Lo hizo porque cree en un proyecto futbolístico que esta vez sólo envía promesas por lo desarrollado en el terreno de juego. Y, en este sentido, la mezcla que constituye esta afición con el equipo diseñado por Pepe Mel parece difícil de frenar.

La ilusión, como todo, se contagia. El caso de Miguel Lopes parece claro. Sin nombre, sin cartel internacional, el portugués se alió con el aliento de los aficionados para atreverse a realizar una jugada por su banda derecha que terminó con una tarjeta amarilla del rival y una falta peligrosa a favor. Se ganó una ovación merecida, pero sobre todo su confianza, la que demostró tener durante el resto del duelo para crecerse antes los adversarios y terminar siendo decisivo en el acta final del duelo. También es consciente el equipo de que las dudas son rápidamente solucionables cuando la corriente está a favor. Momo, pitado por momentos, sólo necesitaba dejar en el escaparate algunos recortes y amagos para que el graderío creyese en él. La sintonía es más lúcida que nunca. Y eso el público lo sabe. También lo sabe Mel, que cuando introduce a un canterano en el terreno de juego es consciente de la motivación extra que supone para todos además del nivel futbolístico que aplica. Beñat parece llevar años levantando aplausos de la parroquia bética y sólo lleva un puñado de minutos ilusionando a los suyos. Es el positivismo de una dinámica favorable que empuja a todos a contribuir.

No se apagó la música con el gol del Valladolid. La afición bética apretó y siguió empujando a los suyos hacia la meta contraria. Tras la reanudación llegó el turno para la recogida de premios. Rubén Castro e Israel contribuyeron a una alianza infalible que amenaza con ser imbatible. Público y jugadores disputaron el resto del duelo en mayoría, no sólo por la expulsión de Guilherme antes del final, sino por las obligadas sensaciones de que los desplazados a Heliópolis también eran protagonistas de la victoria.

La sintonía no se cierra ahí. La relación entre el técnico y los jugadores sobresale de lo común. Los que entran al terreno de juego aprovechan cada minuto presente para demandar más en el siguiente duelo. No hay conformidad, sólo deseos de ser parte de un sistema que funciona y que está diseñado para cumplir todos los objetivos.

El pitido final dictaminó sentencia. Los aplausos y los cánticos están más presentes que nunca en el antiguo Benito Villamarín y resultan el respaldo inmejorable para un equipo que sigue sumando de tres en tres y toma el papel más protagonista en la película de la Liga Adelante.

La alianza entre la afición verdiblanca y el equipo de Mel tuvieron consecuencias lógicas. Es más sencillo pelear con el viento a favor que con una multitud en contra.

stats