OCIO
Cinco planes que no te puedes perder este fin de semana en Sevilla

Cuando ahorrar es un valioso ingreso

Los sueldos liberados con las salidas de Romaric y Escudé rozan los 5 millones · Rescisiones de contrato se celebran cual ventas

1. Míchel bromea con Romaric en uno de sus últimos entrenamientos con el Sevilla, esta misma semana. 2. Guarente, en un grupo de jugadores durante una sesión. El italiano jugará cedido en el Bolonia tras pasar el reconocimient médico. 3. Escudé, uno de los históricos y con participación activa en el Sevilla de los títulos.
Jesús Alba / Sevilla

27 de julio 2012 - 05:02

En la escueta nota que la web del Sevilla publicaba para dar oficialidad a la marcha de Romaric al Zaragoza, apenas tres líneas, no se olvidaba poner un toque valorativo al acuerdo cerrado para la rescisión de su contrato, una desvinculación llevada a cabo "en unas condiciones ventajosas en lo económico para la entidad sevillista". Generalmente cuando un futbolista con contrato en vigor cambia de equipo hay un desembolso en concepto de traspaso, una venta, para que nos entendamos. Pero la crisis actual y las circunstancias personales y profesionales de cada jugador y de cada operación hacen que esto sea muy relativo.

En el Sevilla hoy día, el simple hecho de que un jugador acuerde la rescisión de su contrato, liberándolo de la obligación de pagarle el sueldo que en su día firmó, es un triunfo que se celebra como si dejara en las arcas del club varios millones de euros. Pero es que en realidad así viene a ser y así se lo toman los rectores de la entidad. No haber logrado la pasada temporada una plaza para disputar competición europea refuerza mucho más esta teoría, que llega a ser una verdad como un templo en los casos de los futbolistas que llegaron o que renovaron en época de vacas gordas, cuando revivía aquel Sevilla de los títulos y de las Champions.

Con la firma de Romaric, al que le quedaba un año, en el presupuesto para la próxima campaña entran de golpe más de dos millones de euros pertenecientes a su ficha anual. Además, hay que decir que el jugador ha perdonado una deuda de la campaña anterior que podría suponer un total de cerca de 2,5 millones. Lógicamente, al tratarse además de un futbolista que difícilmente tendría sitio en el equipo de Míchel y al que la afición hace tiempo que ve con ojeriza, puede considerarse un triunfo y, en definitiva, una estupenda gestión.

Pero no ha quedado ahí la operación salida en el Sevilla, que -finalización de contrato de Kanoute aparte- en los dos últimos años ha liberado una carga económica en sueldos que sobrepasa, de largo, los diez millones de euros (Luis Fabiano, Renato... durante el año pasado y Kone, Escudé, Guarente, el citado Romaric... en el presente verano). Cercana en el tiempo también está la salida de Escudé, otro de los históricos que dijo adiós hace sólo unos días. El francés, con 33 años, fue presentado ayer como nuevo jugador del Besiktas y su caso es casi idéntico -en clave financiera- al de Romaric: último año de contrato, dos millones de ficha y escasa participación en el proyecto, en su caso por la edad. Escudé abandona el Sevilla sin dejar dinero en concepto de traspaso, pero ahorrando su cuantiosa ficha. Ambos, Romaric y Escudé, acordaron con sus nuevos clubes repartir sus emolumentos en el Sevilla entre los años de duración de sus nuevos contratos, tres y dos, respectivamente.

Guarente, Alexis y Javi Varas, de otra manera, también ahorran un dinero nada despreciable por sus cesiones. Los tres tienen contrato, pero no jugarán en el Sevilla y sus clubes de destino se harán cargo de distintos porcentajes de sus fichas. Metiéndolo todo en un cóctel, aproximadamente se ahorrará entre 1,5 y dos millones en sus cesiones a Bolonia, Getafe y Celta.

Perdido el caso de De Mul y sugerido a Palop que dejara también el club, el nuevo reto es Acosta, otro jugador con ficha alta que no tiene sitio en la plantilla y que, a simple vista, parece difícil de colocar.

1 Comentario

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último

Alhambra Monkey Week

La cultura silenciada

Las chicas de la estación | Crítica

Los escollos del cine de denuncia