Todas las ideas son válidas, hasta ésta (0-0)
Champions League. Juventus-Sevilla
El Sevilla de Sampaoli demuestra que también sabe defender y sale indemne de su visita a la poderosa Juventus. Los sevillistas no crearon ni una ocasión clara, pero sí ofrecieron un clínic de cómo tapar al rival.
Un empate a cero puede desafiar a cualquier idea futbolística, que no lo dude nadie. El Sevilla se fue ayer con una sonrisa de oreja a oreja del Juventus Stadium después de haber sido capaz de desactivar al coloso italiano, a esa escuadra que prácticamente todos los años tiene que sumar una unidad más al número de Scudettos que acumula en su palmarés. Eso es motivo suficiente, pues, para festejar un resultado así, por muy rácano que fuera el planteamiento, por mucho que el Sevilla no fuera capaz de crear ni una sola ocasión de gol durante los 95 minutos que se litigaron.
Eso es así y tal vez la coherencia de Jorge Sampaoli, al menos si nos atenemos a los discursos que suele realizar en todas las ruedas de prensa, debería obligarlo a establecer que un triunfo así, vamos a denominarlo de esta manera por mucho que fueran tablas al final, no puede servir para crear confusión entre su gente. Es la palabrería que rodea al fútbol, la que sirve para que los defensores de cada teoría balompédica puedan llevarse horas y horas debatiendo casi sobre el sexo de los ángeles. Y de eso saben mucho en la corriente en la que está integrado el técnico de la entidad nervionense. Pero al final, en el análisis de un encuentro concreto, que otra cosa serán las trayectorias, sólo vale el resultado que se consigna en el acta arbitral y lo que el alemán Aytekin tecleó en su ordenador fue un cero a cero que puede tener un tremendo valor en el devenir futuro de este Grupo H.
Ahora comienza la disección del camino que recorrió el equipo de Sampaoli para llegar a ese venturoso final, cargado de curvas y de recovecos por cierto. El técnico argentino, para empezar, se dejó de concesiones a la galería y apostó por un fútbol eminentemente práctico, por estrechar el campo y por tratar de cerrarle todos los caminos a la Juventus. Una línea de cuatro atrás en la que el lateral derecho, Mercado, era más central que atacante para echarle una mano a Pareja y Rami cuando tenían que tapar a Higuaín y Dybala. En el centro del campo se movían N'Zonzi e Iborra con el argentino Kranevitter pendiente de cerrar cualquier vía de agua que pudiera producirse, algo que logró en el balance final después de un arranque algo dubitativo por las rupturas de Khedira; y arriba partían Vitolo, por la derecha, Franco Vázquez, en el medio, y Sarabia, como extremo izquierdo muy pegado a la banda.
Ésa era la ubicación de los peones. En defensa tenía mucha lógica todo, incluso los sevillistas se emparejaban individualmente con las piezas de la Juventus hasta cuando Buffon intentaba sacar el balón jugado desde atrás. Eso sí, se producía un agujero en el triángulo que formaban Rami, Escudero y Kranevitter por ese costado derecho del ataque del anfitrión. Khedira tuvo dos llegadas en solitario y parecía entonces que el Sevilla estaba condenado a sufrir más de la cuenta para tratar de frenar al campeón italiano. Pero esa inquietud duró apenas un cuarto de hora, a partir de ahí, el grado de solidez del equipo que vestía de albero y almagre se iba a incrementar.
El Sevilla había solventado el arranque del litigio en lo referente a proteger a Sergio Rico, pero le faltaba la segunda asignatura, que era aproximarse siquiera a la portería de Buffon. No lo consiguió jamás, excepto en algunos intentos a balón parado. Ni siquiera en algunas intercepciones interesantes cuando Bonucci trataba de superar las líneas con pases interiores, era imposible, entre otras cosas porque Vitolo y Sarabia jugaban por sus bandas naturales y cuando levantaban la cabeza para buscar a un compañero dentro del área se topaban con la cruda realidad de que allí no había absolutamente nadie. Franco Vázquez, la mayoría de las veces, esperaba el pase atrás y tanto N'Zonzi como Iborra bastante tenían con ayudar en las labores de resta.
El Sevilla, de cualquier manera, se iba al descanso con una sensación positiva. No en vano, había salido indemne durante un tiempo entero en el terreno del campeón de Italia y uno de los aspirantes a pelear por la Liga de Campeones incluso. Restaba el segundo periodo y había que ver si cambiaba algo después del paso por los vestuarios. Y es verdad que Sampaoli intentó mover sus muñecos en la ofensiva para tratar de hallar algún rédito, aunque jamás iba a conseguir. Sólo Correa, y mínimamente, fue capaz de plantarse delante de Buffon, aunque en una acción muy escorada y con escasas posibilidades de éxito a pesar de la plasticidad de la misma.
De entrada, Sampaoli cambió a Vitolo al centro y a Franco Vázquez a la izquierda; después retrasó a Sarabia casi al lateral derecho para formar una defensa de cinco; más tarde era Vitolo quien se iba a ese costado de la defensa para que Correa, más fresco, fuera el hombre más avanzado; y, por último, Mariano cuando Allegri trató de buscar a Vitolo con futbolistas más frescos. Es cierto que el entrenador sevillista dio un clínic de permutas, de cambios posicionales, pero jamás le sirvieron para salir ni una sola vez al ataque.
Y qué más da, el Sevilla fue capaz de salir indemne de su visita al Juventus Stadium y eso es lo único que cuenta cuando se realiza el cómputo global de este match de fútbol. El empate, cuando la selectiva memoria mande al limbo del olvido la manera de conseguirlo, será lo único que quede en la mente de los sevillistas, incluidos los que apuestan por las ideas teóricamente ofensivas de su entrenador. Porque Jorge Sampaoli pregona una cosa y no pocas veces hace otra diferente. En este caso, bendito Sampaoli.
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