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Final Liga Europa · Dnipro-Sevilla
Los sueños se hacen realidad. El Sevilla ya es el equipo con más títulos en la segunda competición continental por encima de los denominados Juventus, Liverpool e Inter, ¿les suenan estos nombres de algo? Pese a ellos, el Sevilla Fútbol Club, denominado así por siempre jamás y desde hace no se sabe cuántos años, pese al intervalo de un periodo en la dictadura, se convirtió ayer en tetracampeón de la Liga Europa, o Copa de la UEFA, como se prefiera, y lo hizo tras superar en una hermosa batalla a un Dnipro que lo llevó a una situación cercana a la extenuación. Porque el cuadro ucraniano evidenció en el campo que era muchísimo más de lo que lo habían ninguneado aquellos que no ven un partido de fútbol extranjero ni por casualidad.
Pero este Sevilla, el Sevilla de Unai Emery, de Monchi, de José Castro, además de Bacca, Banega, Krychowiak, Aleix Vidal, Vitolo, Mbia y tantos futbolistas extraordinarios, es capaz de afrontar cualquier obstáculo que le pongan por delante y encima derribarlo. No es fácil empezar una final por debajo en el marcador desde el minuto 7, ni tampoco encajar el golpe de recibir el empate al borde del descanso cuando ya le había dado la vuelta... Sin embargo, los futbolistas que vistieron completamente de rojo en Varsovia, Polonia, fueron fuertes en el aspecto anímico, también en ése, y se sobrepusieron a esas circunstancias tan adversas para acabar reinando a lo grande en la noche polaca gracias al excelente juego que se permite el lujo de desarrollar con independencia del devenir de un partido.
Porque la gran virtud de un buen equipo de fútbol es transmitirle al rival que lo va a derrotar permitiéndole incluso que elija las armas que desee para el duelo. Ése es el actual Sevilla, un conjunto de futbolistas compensado en todas sus líneas, capacitado para pelear un litigio balompédico ya sea con un estilo directo, de abordar al adversario, o a través del toque. Ahí está Banega, un apestado casi cuando llegó de Valencia y que es capaz de interpretar la sinfonía que sea necesaria para mover a sus compañeros y, sobre todo, a un balón que monopoliza con una clase y una sapiencia absolutas.
El argentino no se alteró lo más mínimo por ese tanto de Kalinic, que supo sacar jugo de las armas planteadas por el Dnipro. Juego directo, choque con los centrales y segunda jugada con el rechazo ganado. No pasa nada, Banega coge la batuta y comienza a proyectar el fútbol de atrás hacia adelante. Protegido siempre por los escuderos Krychowiak, sobre todo Krychowiak, y Mbia, el hidalgo se echa a todos los suyos. Ora saca un córner con inteligencia y provoca una situación de tres contra uno para dar el pase preciso, como en el empate de Krychowiak; ora se la da Reyes para que éste continúe con la magia de un pase perfecto, como en el segundo sevillista materializado por Bacca; ora abre hacia los extremos para que suban los dos laterales y destrocen cualquier sistema defensivo por muy bien trabajado que éste haya sido; ora le da por conservar el esférico como pases horizontales, aunque siempre buscando ventajas, siempre tratando de hallar situaciones de superioridad en el otro extremo del campo...
Banega se encargó de ir minando poco a poco la resistencia del Dnipro y ya pudo empatar Reyes, en un pase de pícaro del argentino en una falta sacada rápida y en corto, o Krychowiak, en un cabezazo que acabó con el paradón de un acertado Boyko. El Sevilla, definitivamente, no se había descompuesto con el mazazo de Kalinic y seguía a lo suyo, a jugar al fútbol, hasta que en apenas cinco minutos, en un abrir y cerrar de ojos, ya se había puesto por delante en el marcador. Uno a dos, siguiendo el protocolo de local y visitante de la UEFA, y los nervionenses habían vuelto a demostrar que hace falta mucho para derribarlos. Nunca se rinden y no sólo porque lo digan sino porque es una auténtica realidad.
El Dnipro, sin embargo, se empeñó en demostrar que no era un invitado de piedra en esa fiesta del que luego sería el tetracampeón de Europa. Una falta directa perfectamente sacada por Rotan, un ligero retraso de Sergio Rico a la hora de ir a tapar el palo protegido por la barrera, y el choque volvía a estar igualado antes del intermedio. La exigencia en el plano mental era máxima y el actual campeón, que también afrontaba la presión de defender el título, llegó a sufrir tras el periodo de descanso.
Nada que no fuera previsible, según ya había apuntado Emery en las vísperas. Las fuerzas parecían bastante equilibradas cuando el vasco decidió mover las piezas. Aleix Vidal, lateral para atacar en el arranque, se iba al extremo y Coke ingresaba para sustituir a Reyes. ¿Un cambio defensivo? Para nada, el Sevilla ganó atrás y también delante con la pujanza de un Aleix Vidal que tal vez necesitaría ser clonado para dar dos opciones. Y el paso adelante ya fue evidente, percusiones, robos mucho más arriba, hasta Mbia peleó un balón que le cayó a Vitolo y éste habilitó a Bacca. ¡También iba a errar el colombiano con el exterior de su pie izquierdo! Dificultad máxima en el golpeo, precisión absoluta.
El Sevilla entendió que la mejor manera de protegerse era esta vez atacar, debió sentenciar en otro cabezazo de Bacca salvado in extremis por Boyko y no permitió que el Dnipro llegara a acercarse con peligro real a Sergio Rico. El Sevilla Fútbol Club es campeón, campeón, campeón y campeón para disfrute y gozo de todos los suyos. Los sevillistas tienen claro como el agua cristalina que no hay mayor suerte que profesar la fe balompédica radicada en Nervión. Cuatro títulos de Europa y subiendo, a gozar...
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