Tener el balón sin disparar a puerta (0-2)
Supercopa de España
El Sevilla prácticamente se despide de la Supercopa debido al bajón que sufrió en la segunda mitad ante un Barcelona muy superior. Los hombres de Sampaoli no crearon ni una sola ocasión para marcar un gol.
Segunda prueba exigente para el Sevilla de Jorge Sampaoli y muchas interrogantes en el aire por resolver. El conjunto sevillista prácticamente se despidió de cualquier posibilidad de pelear por la Supercopa de España por la sencilla razón de que apenas llegó a disparar a la portería de Claudio Bravo. El Barcelona sólo tuvo que esperar, por tanto, a que la fatiga desordenase algo a las líneas del anfitrión para golpear con dureza cuando éste estaba con diez futbolistas reales, en el primer tanto por la lesión de Escudero que no acababa de ser sustituido por Sarabia, y quién sabe si virtualmente también sufría esa inferioridad numérica en el segundo cuando más de uno de sus futbolistas se dedicaba a trotar por el terreno de juego sin apenas colaborar con el resto.
Es el resumen apresurado de 95 minutos, si se suman los dos añadidos, en los que el cuadro anfitrión, pese a su teórica propuesta extremadamente ofensiva, ni siquiera fue capaz de contabilizar una ocasión diáfana de marcar un gol. Es así, las dos únicas veces en las que el guardameta chileno se asustó cuando menos fueron en un remate hacia su portería de Sergi Roberto cuando todo el estadio reclamaba un posible penalti de Mascherano a Sarabia y un despeje fortísimo de un zaguero que rebotó en Vitolo y que estuvo a punto de convertirse en empate a uno. No hubo más de fuego real, porque una cosa es la intención y otra bien distinta es que ésta se plasme posteriormente en situaciones nítidas para marcar.
Eso sí, este Sevilla va a enamorar a todos los neutrales con su osada propuesta. El equipo de Sampaoli, como siempre anuncia el técnico argentino en las previas, fue capaz de ir a buscar al Barcelona a su propio terreno, de presionar incluso cuando los defensas se refugian en el pase atrás al guardameta. Hacia allí acudían tanto Vietto como Franco Vázquez para provocar las pérdidas del balón del rival. Era encomiable, por tanto, el deseo de un equipo que incluso ponía en dificultades al gran rey de la posesión del balón para garantizar que la pelota se quedaba en su poder. El Barcelona se sintió muy incómodo en ese arranque y tuvo que sufrir a unos sevillistas que se pegaban a sus futbolistas del centro del campo como verdaderas lapas para provocar las pérdidas de éstos.
El problema es que después ese esfuerzo no se plasmaba en un fuego real, en situaciones que pudieran llegar a inquietar de verdad al cuadro de Luis Enrique. El Sevilla, con cuatro atrás y Mercado en la posición de central izquierda, no dudaba en dar un paso adelante para tratar de recuperar el balón, algo que conseguía muchas veces, pero en la disposición de su técnico resulta que Vietto se mueve por el frente de ataque sin que el balón llegue jamás hacia él. No se sabe si los desmarques no son los correctos, si el delantero argentino tiene escasa ayuda en esos menesteres para ofrecer dos líneas de pase profundas o es sencillamente porque los rivales en estas dos finales están en un nivel superior de fútbol, pero lo cierto es que jamás los seguidores nervionenses tuvieron un motivo para gritar ya fuera por admiración o por frustración después de un opción de fuego real para los suyos.
El primer periodo, de cualquier manera, sí estuvo bastante equilibrado y el Sevilla, al menos, no permitió que el Barcelona lo sometiera. Los azulgrana tampoco llegaron mucho hasta Sergio Rico después de que en el minuto seis el guardameta le hiciera un paradón a Luis Suárez tras un error de Kranevitter en la salida del balón. Por ahí, por la escasa clarividencia del cinco blanco para darle una circulación rápida a la pelota, tal vez apareciera uno de los problemas que originaba que no existieran ocasiones de gol para quien tenía más el balón.
La primera mitad se había solventado, por tanto, con unas tablas y restaba un tiempo para comprobar quién estaba más fresco a estas alturas de la pretemporada. El Sevilla no cesó en su empuje, pero cometió un error de infantiles cuando Escudero se lesionó en un choque con Luis Suárez. Los médicos ya habían dicho que se produjera el cambio y Sarabia aguardaba en la banda cuando la pelota fue tocada de lado a lado por los sevillistas, pero no la echaron fuera para estar otra vez con 11. Eso sí, la perdieron en la circulación y el Barcelona fue letal entonces. Pases rápidos, aprovechando que había una pieza menos y tanto de Luis Suárez. Cero a uno.
Después Sampaoli cambió a la defensa de tres, incluso metió a Ganso para que trotara en sus primeros minutos sobre el campo y el Sevilla fue empeorando conforme crecía el Barcelona. El cero a dos se ajustó a la lógica entre un equipo con Vitolo y Sarabia ocupándose de toda la banda entera y otro en el que Messi aprovechaba las ventajas que le daban tantos rivales sin correr apenas. N'Zonzi, en solitario, no podía hacer milagros.
Las dos Supercopas han pasado al olvido, algo que tampoco era ilógico, pero Sampaoli tiene mucho trabajo por delante para implantar sus ideas. Cabe aguardar a citas ante rivales más asequibles para este Sevilla, pero, de momento, el paso adelante no se barrunta, entre otras cosas porque tener el balón sin crear ocasiones de gol con él no sirve absolutamente para nada en el fútbol.
Ficha técnica
0 - Sevilla FC: Sergio Rico; Mariano, Mercado, Rami, Escudero (Sarabia, min. 54); Kranevitter (Ganso, min. 69), N'Zonzi; Vitolo, Franco Vázquez, Kiyotake; y Vietto (Ben Yedder, min. 61).
2 - FC Barcelona: Bravo; Sergi Roberto, Piqué, Mascherano, Mathieu (Digne, min. 27); Busquets, Iniesta (Denis, min. 35), Arda (Munir, min. 76), Rakitic; Messi y Suárez.
Goles: 0-1, min. 54: Suárez. 0-2, min. 81: Munir.
Árbitro: Jesús Gil Manzano (Comité Extremeño). Amonestó a Mercado (min. 32), N'Zonzi (min. 70) y Mudo Vázquez (min. 78); y a los visitantes Busquets (min. 58) y Luis Suárez (min. 84).
Incidencias: Partido de ida de la XXXIII edición de la Supercopa de España disputado en el Sánchez Pizjuán. Casi lleno, unos 45.000 espectadores.
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