Sombreros para una Corona
Los campeones dedican la Copa a la afición por su esfuerzo para ir a Barcelona y también a la memoria de Puerta · La gran fiesta tuvo su capítulo morboso con el acto en la Plaza Nueva
El acto comienza a ser una tradición más de la ciudad, casi como ese Corpus Christi que obligó a cambiar la Plaza de San Francisco por la Plaza Nueva: Alfredo Sánchez Monteseirín, como cabeza visible de la ciudad, recibe a José María del Nido en el Salón Colón con una copa entre ambos.
La sexta celebración sevillista en apenas cuatro años fue especial por ese morboso cambio de escenario, con San Fernando confundido por tanto gentío blanquirrojo. Pero fue aún más especial por dos símbolos. Uno es el sombrero, el que ayer se quitó Del Nido ante su afición; y el otro, símbolo de símbolos para el Sevilla, es Puerta. A la afición y a Puerta dedicó el sevillismo el décimo título de su palmarés.
"Me quito el sombrero ante mi afición, porque no se puede ser más grande, no se puede demostrar de una forma más palmaria la grandeza. 35.000 almas que demostraron que cada sevillista, cada sevillano, vale por tres". Eso destacó Del Nido con voz protocolaria en el Salón Colón, y eso mismo, pero en su habitual tono de arenga, hizo minutos después en el balcón.
La fiesta, que de nuevo hizo crujir de felicidad a la mitad, más o menos, de los sevillanos, acabó pasada la medianoche en la explanada de Gol Sur del Ramón Sánchez-Pizjuán, como en aquellos cinco títulos con Juande Ramos que ya no recuerdan los sevillistas con tanta nostalgia. A las once y cuarto de la noche llegaron los héroes a la explanada, llena de más sevillismo. Y allí dieron por concluida la temporada.
Pero mucho antes, a las siete y media de la tarde, el autobús descapotable arrancó bajo el bello mosaico de Santiago del Campo con jugadores, cuerpo técnico y consejeros. "¡Sí, sí, sí, la Copa ya está aquí!", y "¡Campeones, campeones, oeoeoe!" fueron los tradicionales cánticos que resonaron primero. Al frente, el presidente, José María del Nido, y el primer capitán, Andrés Palop, portaban la Copa. Ambos ataviados con el objeto que simbolizará la quinta Copa de España del club de Nervión, el sombrero.
Arrancó el autobús, que apenas podía abrirse paso entre un interminable reguero de enloquecidos aficionados. Los cánticos ya resonaban por Eduardo Dato cuando la comitiva enfiló el camino hacia la Catedral y el Ayuntamiento. Las inevitables motos escoltaban a los campeones, la gente se asomaba en los balcones, engalanados en muchos casos con banderas rojiblancas.
Los goles de Diego Capel y Jesús Navas en la final ante el Atlético fueron un inmejorable homenaje a la cantera sevillista, que tuvo un protagonismo destacado en el autobús descapotable con la desbordada alegría de los chavales Rodri, José Carlos, Cala y Luna. Precisamente el lateral izquierdo, que pasó en una semana de luchar con el filial por evitar el descenso a Tercera a amarrar la Champions y ganar la Copa, destacaba a la afición: "Es la mejor de España, ellos eran más, pero la calidad de nuestra afición era mayor, le ofrecemos el título porque se lo merecen. Esperemos que no sea el primero".
Pasadas las ocho y media de la tarde, el equipo llegó a la Puerta de Jerez y se vivió uno de los momentos más emotivos de la jornada, cuando la plantilla se bajó del autobús y junto a la fuente ofrecieron la Copa a Antonio Puerta con la mirada y los brazos apuntando al cielo. Los jugadores no pudieron disimular su profunda emoción bajo ese mágico tributo. Esa deuda que obsesionaba al vestuario estaba saldada. Esa Copa era de ellos, pero también de Antonio. Por eso se la ofrecieron. Los aficionados, muchos de ellos con lágrimas en los ojos, cantaban entonces con fuerza ese "Antonio Puerta" que nunca falta en Nervión cuando los partidos atraviesan el minuto 16. Luego, la emoción cedió ante el júbilo y llegaron los bailes, donde Zokora exhibió un despliegue físico similar al de la noche anterior en el Camp Nou. El marfileño dejó claro en la fiesta por qué tardó tan poco en ganarse al vestuario.
La siguiente parada en el camino fue en la Catedral. Monseñor Asenjo aguardaba en la Puerta de San Miguel. Pasadas las nueve y cuarto de la noche, el arzobispo recibió a los campeones, con Del Nido y Palop a la cabeza, para el ofrecimiento a la patrona de la ciudad, la Virgen de los Reyes, el sexto desde aquel 10 de mayo de 2006. Al altar mayor de la Catedral acudió el Sevilla en agosto para pedirle a la Patrona una feliz campaña, y ayer regresó para ofrecerle la Copa que da forma a ese éxito correspondido. Monseñor dio la bienvenida a los campeones, les felicitó por el logro, les deseó más conquistas futuras y se procedió a cantar una salve antes de que el presidente y el primer capitán depositaran ante la Virgen de los Reyes la Copa, un ramo de flores y hubiera foto de familia.
De la emotividad de la Puerta de Jerez a la solemnidad de la Catedral. De la expansividad al recogimiento. Pero quedaba muchísimo tiempo por delante para cambiar de nuevo el registro. En la Plaza Nueva ya aguardaban decenas de miles de enfervorizados aficionados.
Poco antes de las diez la noche Alfredo Sánchez Monteseirín recibía junto al primer teniente de alcalde, Antonio Rodrigo Torrijos, al Sevilla tras una gran conquista. Un acto convertido ya en una tradición más en esta ciudad, tan tradicional ella.
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