El Sevilla vuelve a pasar por encima (4-0)
El derbi sevillano · la crónica
Los blancos hallaron pronto las espaldas de la defensa del Betis y con uno a cero ya tuvieron el camino expedito para golear. La infantil acción de Paulao en su expulsión contrasta con la gran actuación de Reyes.
Nueva goleada para el Sevilla en el derbi número 117 contra el Betis. Los sevillistas trazaron un plan a través de Unai Emery, consistente en buscarle las espaldas a la defensa bética, y ni siquiera necesitaron dotarlo de brillantez para hacerlo efectivo. Sencillamente se limitaron a dejar pasar el tiempo en la sapiencia de que los goles caerían casi por inercia después de conseguir la ventaja tan temprano y a la vista de la diferencia de potencial entre unos y otros. Si encima Paulao se autoexpulsa cuando los suyos peleaban por revertir la situación, pues más motivos para que al final se registrara un marcador casi idéntico al del anterior curso, con cuatro goles de ventaja para los blancos, y con un Reyes particularmente brillante a la hora de abrir todas las vías.
Porque esas estrategias tan celosamente guardadas por ambos entrenadores a lo largo de los últimos 14 días se iban a descubrir no más comenzar a rodar el balón. Y, tal y como era previsible, nadie iba a inventar la pólvora. Emery apostaba por buscar la velocidad, incluso a costa de perder la pelota, para tratar de hallar las espaldas de la defensa visitante. Pepe Mel optaba por presionar muy arriba, por dejar el campo sin espacios e intentar robar lo más cerca posible de Beto para tratar de sorprender a los locales en su punto más débil. Y Reyes, la sorpresa en la alineación local, se encargaría del resto.
Dicho en la charla táctica y hecho en el césped. Con el Betis presionando muy arriba, es decir, con la defensa muy lejos de su propia área, un balón dividido que le gana M'Bia de cabeza a Verdú, lógico por otra parte, pelota que le cae a Reyes, siempre brillante, y el utrerano ejecuta sin pensárselo ni una décima de segundo, entre otras cosas porque la jugada ha sido ensayada una y mil veces en los entrenamientos a puerta cerrada tanto en la carretera de Utrera como en el Ramón Sánchez-Pizjuán. El balón se dirige a Bacca, Juanfran no ha cerrado como se le demanda a un buen defensa y el colombiano se planta solo delante de Sara. A partir de ahí ya es simple cuestión de acertar, pero la situación de gol estaba creada desde antes de que comenzara el encuentro, desde los planteamientos del ayer muy reforzado Emery. Bacca, con su excelente definición, golpea y el balón entra para que el partido, con sólo dos minutos en el cronómetro, ya estuviera donde pretendía el Sevilla. Por supuesto, donde el Betis no lo quería ni en pintura. Casi igual que hace más o menos un año.
A partir de ahí sí iba a diferir el desarrollo de los acontecimientos, entre otras cosas porque Emery sabía que no era cuestión de ir a avasallar al rival, que era mejor saberlo esperar y, sobre todo, no correr ningún riesgo. El Betis sí supo sobreponerse al mazazo, trató de luchar contra esa situación adversa y empujado por Nono siguió con la presión en los mismos terrenos que también había trazado su entrenador en el plan previo. Entonces se suman dos cuestiones. Una, que el Sevilla no quiere el balón y lo arriesga siempre en pos de tratar de encontrar otra vez las espaldas de la zaga verdiblanca; dos, que los béticos tiran de orgullo y tratan de llegar como sea hasta las cercanías de una zaga blanca que estaba muchísimo más protegida con la pareja compuesta por Iborra y M'Bia por delante de ella.
Pero el empuje del Betis comienza a otorgarle opciones, no muchas pero sí algunas. Hasta que Nono se hace con un balón en la banda izquierda de los suyos, supera la tímida presión de Reyes y lanza un zapatazo impresionante que deja a Beto boquiabierto y muy lejos de estar bien ubicado. Fue la gran ocasión del Betis para meterse en el partido, pero la fortuna no jugó a favor de él y la pelota se estrelló en el poste con el guardameta sevillista completamente batido. Mala suerte, está claro.
Y peor aún cuando apenas tres minutos después Paulao comete una falta impropia de un futbolista que está ya amonestado. Claro que se puede discutir si un árbitro debe amonestar a un central por pedir una tarjeta amarilla para un rival de manera airada, pero Estrada Fernández ya había tomado esa decisión y lo que es incomprensible es que Paulao fuera de esa manera hacia Reyes, otra vez Reyes presente en una acción definitiva, en un balón en el centro del campo. Tal vez fuera el plan hacer ese tipo de infracciones para evitar las contras locales, pero, Dios mío, con una tarjeta ya y más de 30 años en el pasaporte...
Las cosas no podían ponérsele peor al Betis, uno a cero en contra y un futbolista menos para todo el segundo periodo, pero sí, aún podía ser más dolorosa la situación para Mel y los suyos. Juanfran toma la marca de Paulao en la falta posterior a la segunda tarjeta y M'Bia cabecea en el interior del área como si lo estuviera defendiendo un infantil poco más o menos. Pero el colmo es que Sara ni siquiera es capaz de detener el mal testarazo del camerunés y casi se lo mete en su propia portería.
Por mucho que trabajara Mel la psique de los suyos en el intermedio, de no producirse una circunstancia inesperada estaba cantado ya que aquello volvería a acabar en goleada de los sevillistas a pesar de que éstos ni siquiera iban a necesitar apretar el acelerador a fondo para llegar a esa situación. Una acción de presión de Bacca fue suficiente para que llegara el tercero y la tranquilidad absoluta para el Sevilla. El colombiano se hizo con la pelota entre protestas del Betis por su pugna con Xavi Torres, se la dio a Vitolo y éste apuntilló al rival.
El Sevilla, el sevillismo, ya disfrutaba a fondo mientras el Betis, el beticismo, apelaba al corazón para tratar de sacar aquello de la manera menos dolorosa posible. Pero quedaba el cuarto ya cuando el cronómetro se acercaba al minuto 90. Iborra, que ya estrelló antes un cabezazo en el poste, volvió a rematar, esta vez a la red, segundo gol a balón parado. El flotador, la fiesta, era para el Sevilla y el Betis de Mel, que tiene trabajo por delante, amenaza con depresión.
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