El Sevilla que sólo ve Unai Emery (2-1)
Sevilla-almería · la crónica
Un cabezazo de Rakitic cuando nadie creía en la suerte nervionense rescata todo el premio ante un Almería que tampoco hizo mucho para ganarlo. Los blancos siguen partidos en dos con tanto mediapunta.
Rakitic apagó el primer incendio gordo para Unai Emery. El suizo tuvo la virtud de ser el único en todo el estadio que creyó que Marko Marin iba a pelear esa última pelota, acudió con la fe de un fundamentalista al desmarque por el posible centro del alemán y se encontró con un balón franco para hacer el dos a uno. El Ramón Sánchez-Pizjuán, lógicamente, explotó, mitad de alegría y mitad, por qué no decirlo, de alivio, porque el Sevilla había conquistado tres puntos importantísimos para pelear por los objetivos que se ha marcado ante un Almería que era el colista de la categoría, no se olvide este dato.
Pero ni siquiera el más resultadista de todos los resultadistas, y quien suscribe esta crónica se mete en esas oposiciones, puede ocultar el pobrísimo juego que ofreció la tropa de Unai Emery este domingo. El vasco sigue empeñado en hacer funcionar algo que a estas alturas, y ojo a cuando se ubica este análisis en un tiempo concreto porque las cosas pueden cambiar de un día para otro, parece absolutamente imposible. El entrenador sevillista, en ese mundo tan irreal en el que parece instalado, considera que con una tropa de mediapuntas que no llegan en la mayoría de los casos al 1,60 se puede pelear con garantías en esta Liga BBVA. Seguro que puede apelar a que el Barcelona lo hace igual, claro que sí, pero el argumento contrario caería de inmediato, pues los azulgrana tienen gol en todos esos bajitos que son quienes deciden con sus tantos.
Por tanto, semejante cualidad sí justificaría plenamente el deseo de Emery de jugar como si fuera el Barcelona, o parecido al menos. Pero no, el Sevilla, con Jairo, Rabello y Marko Marin, no tiene garantizado en absoluto una alta cuota goleadora. Al contrario, todos han marcado algunos a lo largo de su carrera deportiva, pero ninguno de ellos ha sido un especialista en la materia más complicada del fútbol. El problema, además, no es sólo ése, sino que llega después con la escasa, casi nula, aportación defensiva que los tres tienen para el funcionamiento del equipo. El empecinamiento del técnico en creer que sí podrá conseguir que se impliquen algo en ese aspecto más desagradable, en la defensa desde arriba, es absoluto, pero todo lo más que logra es alguna presión algo ordenada, aunque con escasos resultados a la hora de recuperar el balón en las zonas de riesgos para el rival.
El resultado de todo lo anterior es un Sevilla absolutamente roto, partido en dos, y este domingo circulaban capturas por las redes sociales de un momento concreto del juego en el que se podía observar con nitidez que existe una circunferencia muy amplia en la que no hay ni un solo futbolista del Sevilla cuando el rival ya tiene el balón en su poder. ¿Qué sucede entonces? El equipo que está en la cabeza de Emery puede ser un conjunto más o menos bonito, pero se trata de un gigante con pies de barro, de un grupo de futbolistas en el que el único, y digo bien el único, con mentalidad defensiva es Iborra. Sólo los centrales, y no siempre, también piensan en proteger a Beto, el resto, incluidos los dos laterales, tenían como primera prioridad la búsqueda de la portería de Esteban y se olvidaban de las tareas más ingratas a la hora de tapar.
El ejemplo más claro estuvo en la jugada del empate a uno. El Sevilla se había puesto por delante en el marcador muy pronto merced a un regalo del Almería que le debía haber servido para tranquilizarse y para manejar mucho mejor la situación, pero estaba claro que seguía sin entender que debía defender ese tanto de Gameiro para dejar que el segundo cayera por propia inercia. Pero no, volviendo a ese segundo gol tan paradigmático, los blancos quieren salir a ritmo de vértigo a pesar de que ya se había visto que ese camino tampoco conducía a ninguna parte. Rabello intenta una pared, o sabe Dios qué, en el centro del campo, pierde la pelota y todo el Sevilla está completamente descolocado. Iborra se queda a diez metros de intentar hostigar siquiera a Suso, Pareja ha salido para achicar y Fazio trata de hacerlo cuando el zurdo gaditano del Almería ya ha buscado a Rodri. Uno a uno para los almerienses sin necesidad casi de haberse acercado a Beto.
Y el Sevilla cada vez se aceleraba más, aunque de mentira, sin peligro real de gol arriba. Muchos intentos de pared cerca del borde del área, muchas conducciones, algunas llegadas de los laterales, pero todo demasiado acelerado y con el riesgo consiguiente cada vez que perdían la pelota, fuera donde fuera.
Es verdad que Gameiro pudo firmar el dos a uno justo antes de lesionarse muscularmente, que ésa es otra, pero el balance del primer periodo de este Sevilla que sueña Emery no podía ser más discreto. Y encima la segunda mitad la tenía que afrontar sin su goleador, algo que fue resuelto por el entrenador vasco con un cambio pieza por pieza. Bacca por Gameiro y nada de retocar un dibujo tan peligroso.
Nada cambió, pues, todo lo más fue a peor conforme el cansancio iba pesando. Los acercamientos hasta Esteban cada vez fueron menos, pues los sevillistas ni siquiera tenían referencias arriba que buscar. Eso sí, nada de sacar del campo a los improductivos Rabello y Marko Marin, por mucho que éste participara al final en el dos a uno, los cambios eran pieza por pieza. ¿Podía Cristóforo por Rabello ser un cambio ofensivo? Por supuesto que sí, pero Emery y sus ayudantes elegían a Iborra, aunque es verdad que éste parecía tener algún problema físico.
Nada cambiaba, incluso Beto salvaba el 1-2 a Rodri, hasta que se le apareció todo el santoral al Sevilla, y sobre todo para Unai Emery. Marko Marin peleó un balón, Rakitic lo siguió y tres puntos más para el Sevilla. Un balón de oxígeno para Emery, futbolistas de calidad tiene en su plantilla, aunque si no varía en sus ideas de ese Sevilla que él sueña...
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