El Sevilla, a semifinales superando al Zenit y a sus propias sombras (2-2)

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Con el viento a favor, la lesión de Pareja lo trastoca todo y dos cantadas de Beto dan vida a los rusos. Las piezas no terminaron de encajar hasta que una gran contra permite a Gameiro rescatar un pase que parecía encarrilado.

Foto: Antonio Pizarro
Foto: Antonio Pizarro
J. Ollero

23 de abril 2015 - 22:55

El Sevilla sufrió pero consiguió clasificarse para semifinales de la Europa League eliminando a otro potente rival, el Zenit de San Petersburgo, después de adelantarse prontísimo y de complicarse de manera absurda. La lesión de Pareja empezó a trastocarlo todo pero un gol de Gameiro en el tramo final convirtió la presión en gloria y mantiene el campeón con todas las opciones.

Para lo bueno, para lo malo y para lo buenísimo. El Sevilla de Emery es así y su técnico también. Contraviniendo todas las reglas no escritas del fútbol, cambió de portero en un partido absolutamente clave recuperando al teórico titular pero sin ritmo de competición y, cuando perdió por lesión a un central, recompuso a su manera al no tener –inexplicablemente– ninguno en el banquillo. Cualquiera que viera entrar a Iborra imaginaba a Krychowiak atrás y al valenciano con M'Bia, pero Iborra se situó arriba, Banega de pareja del camerunés y la batalla del centro del campo tremendamente enredada, con el argentino mucho menos en contacto con el balón y con salidas precipitadas y demasiado verticales cuando el tema pedía pausa ante un rival que apretaba en el minuto 20 como si fuera el 80.

Con todo y con eso, el Sevilla mostraba por momentos esa cara depredadora que le ha permitido llegar a semifinales, otra vez, de la Europa League y estar todavía peleando por el cuarto puesto en la Liga. Dos vías distintas y complementarias de llegar a la Champions, mucho más atractiva por supuesto la opción de repetir campeonato. Y el campeón demostró saber sufrir como sólo lo hacen los equipos que ganan cosas, manteniéndose contra viento y marea esperando el momento de dar el zarpazo definitivo.

Y el tema se había puesto tremendamente de cara, todo lo contrario que hace siete días en Nervión, pues Vitolo fabricó un penalti infantil (y dudoso) de Neto apenas a los cinco minutos que Bacca transformó a la perfección para allanar un camino de fuego entre el hielo, la lluvia y el frío. El Zenit había salido a verlas venir y el control era total del Sevilla, hasta que una feísima lesión de Pareja pasado el cuarto de hora le dio el primer vuelco al encuentro.

Con diez casi cinco minutos, el Sevilla lo empezó a pasar mal. Desequilibrado, su centro del campo ya no tenía tanta soltura y el balón casi quemaba de tanta verticalidad que se buscaba con envíos principalmente a Bacca. El Zenit se vino arriba casi sin buscarlo, liderado por un Danny inabarcable que tuvo la primera gran ocasión local en ese tramo. Pero los rusos daban más sensación de peligro que realidad, con la evidencia de que la eliminatoria seguía abierta.

Tardó el Sevilla en volver y lo hizo con una contra de Vidal desaprovechada por no atreverse a reventarla ante Lodygin. El catalán, llegando al descanso, se marcó un superpase que dejó solito a Bacca, quien regateó al portero y no marcó por la buena reacción de Criscito, que la sacó a un metro de la línea. Danny tiró al palo después de que Rondón no acertara a empujar en el área pequeña y el Sevilla alcanzaba el descanso con la mitad del trabajo hecho pero con ciertas dudas.

Las dudas se hicieron enormes en dos minutos, pues Beto se tragó un envío lejanísimo y sin peligro dejado el balón para que Rondón sólo tuviera que empujarlo. Empate, el Zenit encabritado y el Sevilla cada vez más acartonado, sin que resultaran las posiciones de Iborra y Banega y sufriendo de lo lindo en defensa.

Hulk tomó el mando del reventado Danny y el Sevilla fue temblando. Cierto que Neto evitó la resolución de Bacca ante Lodygin y que Coke remató flojísimo un barullo que era medio gol, pero el brasileño empezó a martillear a la defensa sevillista hasta que, de nuevo, Beto manchó sus paradas de gran mérito (no menos de cuatro) tragándose un envío desde cualquier parte de Hulk. El Zenit por delante, veinte minutos con el descuento por jugar y tembleque absoluto. ¿Era esto la suerte de la que hablan los que ningunean los éxitos del Sevilla?

Emery, que había tardado en hacer un cambio que, por obvio, no era menos necesario, metió a Gameiro. Smolnikov seguía torpedeando la línea defensiva sevillista y encima Rondón, que no había hecho bien poco hasta el gol, empezó a cazarlas todas. Hulk no bajó el pistón y todo parecía venirse abajo mientras M'Bia se multiplicaba como el chino de los platillos.

Pero el Sevilla, que había intentado no menos de treinta contras sin éxito por no tener pausa, ser demasiado vertical o porque la disposición de sus elementos no favorecía poder descolocar al rival, cantó otro Jueves de Feria con una contra espectacular de Banega y Vitolo, quien cambió el juego por bajo para que Iborra la dejara pasar y apareciera Gameiro totalmente solo para fusilar a Lodygin.

Empate a dos que vale unas semifinales y el Sevilla, mordiendo en la ida y sufriendo en la vuelta, sobrevivió a San Petersburgo, al potencial del rival y a complicaciones inexplicables para postularse de nuevo en una competición en la que ya sólo quedan cuatro: Fiorentina, Nápoles y Dnipro acompañan al Sevilla en este trance. Y limpio de tarjetas, que todo cuenta.

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