El Sevilla no sabe atacar

Marcelino ya advirtió tras el amistoso frente al Espanyol el mal endémico del ataque organizado.

Eduardo Florido / Sevilla

22 de septiembre 2011 - 08:14

Algunos lo resumen de una forma simple y directa: hay que poner a los dos delanteros, porque es lo que haría un buen entrenador, poner a los mejores. Esta simpleza, alejada de crípticos teoremas tácticos, lleva inherente una verdad como un templo que Marcelino ya advirtió en el primer amistoso de nivel: el Sevilla no sabe atacar, al menos no sabe hacerlo como colectivo. Carece de sincronía en el sistema organizado de ataque. O sea que cuando debe llevar la iniciativa ante equipos que le ceden la pelota no sabe qué hacer. De una simpleza a otra.

Mientras se va arreglando el sistema defensivo, todas las miradas se vuelven al ataque. Sólo marcan Negredo y Kanoute y ahí están las últimas ocasiones falladas por Manu del Moral o Jesús Navas para demostrar esta carestía. Pero hay otros factores de fondo para un déficit que se manifiesta sobre todo fuera de casa. En Nervión la inercia sigue siendo positiva, aunque hay que recordar que en los últimos años el Sevilla perdió sus objetivos en casa.

Marcelino ha percibido un mal hábito, un vicio, que es su particular caballo de batalla. El equipo se parte en dos para atacar, por la costumbre de que el impresionante arsenal de especialistas en el juego ofensivo que ha tenido ha ido solucionando la papeleta. Es más, ni siquiera en los tiempos gloriosos de Juande Ramos el Sevilla tenía un sistema organizado de ataque colectivo. No lo tenía, aunque suene a anatema esta negación. En la plantilla siempre ha habido grandes rematadores y futbolistas capaces de inventarse ellos mismos un gol: Kanoute, Negredo, Luis Fabiano, Kerzhakov, Saviola... Y futbolistas capacitados para el desborde y el centro o la asistencia, desde Adriano a Puerta pasando por Capel, Perotti o Jesús Navas, el máximo exponente. Sin olvidar a llegadores como Renato y, por supuesto, sin obviar al mejor atacante de aquel Sevilla de los títulos: Daniel Alves.

Pero la virtud se volvió defecto. Esta panoplia impresionante de armas ofensivas ha jugado en contra de las necesidades del equipo, que ha perdido la noción del ataque colectivo cuando no juega al contragolpe, una especialidad que Marcelino está recuperando pero que también ha sido deficitaria.

Un buen aficionado recuerda cómo atacaba el Sevilla de los éxitos: "El único que conducía la pelota era Maresca y cuando se pasaba la gente se le echaba encima: ¡suéltala!". Piensen en los cerebros del Sevilla en los últimos tiempos. No los hay, sólo Romaric... El Sevilla sigue fiado a la capacidad goleadora de sus rematadores o al desborde de sus extremos, algo fácil de frenar con orden y disciplina. Contra eso lucha Marcelino, que les ha pedido a Perotti y Jesús Navas que jueguen más por dentro, y que insiste en que Negredo caiga más a las bandas, como hizo en Pamplona provocando desequilibrio y llegada. Incluso ya probó en un amistoso con Trochowski como falso interior izquierdo, una solución muy loable que puede repetir. El asturiano ha percibido el problema y no se ha quedado quieto, trabaja por solucionarlo. Pero es que el mal está tan arraigado...

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