De Sevilla la 'roja' a la rojiblanca
Liga Europa: Sevilla - Zenit
Grupos de seguidores de Zenit hacen turismo durante la víspera del choque de cuartos de la Europa League.
Sólo por llevar la contraria, Sevilla recibió gris y oscura a la avanzadilla de aficionados del Zenit de San Petersburgo que verán hoy a su equipo enfrentarse al Sevilla en los cuartos de la Europa League. Aunque se esperan varios centenares, la presencia de petersburgueses por las calles del casco antiguo era aún escasa ayer al mediodía. Apenas un reducido grupo desperdigado en la calle Miguel Mañara, una familia entre la Encarnación y la plaza de San Pedro y varios jóvenes atrevidos por la calle Regina, zona limítrofe entre Sevilla la roja y Sevilla la blanca. En este mediodía tormentoso de abril, el único cénit es el que lleva a cuestas un sol que, presuntamente desde lo alto, alumbra a menos rusos que las firmas presentes en la franquicia malagueña del Museo Estatal ruso.
Andrei Blok alcanza fácil el metro noventa y afirma haber llegado por la mañana a la estación de Santa Justa, vía Málaga, junto a un reducido grupo de amigos. Ataviados con los colores del equipo, Andrei explica en un inglés rudimentario que se trata de una mezcla de viaje de ocio y de negocios. El ladrillo se anima en la Costa del Sol al cobijo del acero báltico y el gas de los Urales. Ahora, dicen, tocaba partido y sol, pero la estrella ha fallado. "Con este tiempo, va a parecer que estamos jugando en casa", señala Andrei mientras llama la atención a sus compañeros de un velador en la calle Miguel Mañara. "La suerte del Sevilla es que no juegan ni Danny ni Hulk", subraya lamentando la ausencia de los astros en Sevilla.
Ha empezado a llover y el paisanaje se disipa en el entorno monumental. El paisaje lingüístico de Sevilla, que es como tituló su libro la historiadora de la lengua Lola Pons, se completa en cirílico no muy lejos de esta zona ya de por sí políglota. La ciudad como un texto de infinidad de signos lingüísticos. En el pasaje del Edificio Cristina, frente al monumento a los poetas del 27, hay un ultramarino donde se habla, se lee, se come y se bebe en ruso, algo que desde luego habrían firmado Alberti, Guillén y Miguel Hernández.
Traducido, en la puerta del establecimiento puede leerse: "Tienda de alimentación. Envío paquetes certificados. Ucrania, Rusia, Bielorrusia, Países Bálticos, Moldavia, Oriente Medio, Polonia, Rumanía, Bulgaria". Quien translitera e interpreta es Emilia, así se hace llamar, natural de Volgogrado, antigua Stalingrado, y residente en Sevilla. "Me siento rusa, pero también del Betis, así que voy con el Zenit", comenta esta cliente que lamenta cómo afecta el conflicto en Ucrania a las relaciones de la comunidad rusoparlante: "Los ucranianos y rusos hemos dejado de convivir en armonía incluso fuera de nuestros países. Da mucha pena".
Y de Sevilla la blanca a Sevilla la roja, al otro extremo del centro. Junto a la iglesia de San Juan de la Palma se atreven tres treintañeros que han venido expresamente para el partido. El Zenit tiene potencial, pero el Sevilla no se queda corto. Valoran el salto experimentado por los dos clubes en la última década, que han pasado de la clase media a la media-alta. "De los antiguos, me quedo con Kanoute y Daniel Alves; ahora me gusta mucho el bloque, no podría destacar a nadie en concreto", detalla Alex, joven aficionado que se confiesa seguidor del Chelsea, además del Zenit. "Vamos líderes. Tenemos un gran equipo, pero en Rusia hay mucho respeto por el equipo de Unai", se pega el farol Alex, al que le sorprende que en Sevilla existiera cierta vez un Sparta en la Alameda, donde jugó Paquirri antes de ser el máximo goleador del Betis. Cosas de aquella Sevilla roja.
Bajo la influencia de la Rusia blanca resistió unos meses San Petersburgo, en la guerra revolucionaria que cumplirá en tres años el centenario de una Rusia enrojecida hasta la caída del Muro de Berlín. Leningrado se llamó después tras haber sido denominado también Petrogrado, en honor a Pedro I el Grande, una especie de santón ruso que reinó como zar en el continente. Cerca de la Encarnación, frente a la iglesia de San Pedro, la Casa Kiko ofrece una ensaladilla más sevillana que rusa. Lo regenta Margarita, bielorrusa, conocida en el barrio por su bonhomía. En aquellas latitudes, la ensaladilla también se sirve fría y con mayonesa, pero jamás lleva atún.
"En todo caso, mortadela o pechuga de pollo", explica en un perfecto español Vasili. La sola presencia de una bufanda con los colores del Zenit identifica a esta familia llegada de la malagueña Arroyo de la Miel, donde reside. Vasili forma parte de esa numerosa colonia de rusos que tiene en Málaga su residencia habitual. "A mis amigos los he avisado: este Sevilla es igual de poderoso que aquel de Juande Ramos", señala mientras toman, él, su mujer y un hijo un zumo de naranja en la Casa Ricardo, frente a la tienda de libros Rayuela. El hijo, que rondará la pubertad, muestra una camiseta del Sevilla bajo el chubasquero. "Hasta la muerte", pronuncia en un reconocible andaluz. Vasili se hace el extranjero cuando se le habla de política. Nada de Rusia la blanca o de Rusia la roja. Sevilla es hoy entera rojiblanca.
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