La ventana
Luis Carlos Peris
Perdidos por la ruta de los belenes
Liga bbva
Los dioses, al menos algunos, deben ser sevillistas, y además acérrimos. El Sevilla jugará el próximo verano la fase previa de la Liga de Campeones gracias a un gol de Rodri, el jovencísimo Rodri, cuando el reloj consumía los segundos camino de los tres pitidos de Rubinos Pérez para decretar el final del choque. En ese momento, tras un partido en el que cabe reírse, y a carcajadas además, de la llamada hermandad andaluza, un balón casi perdido tras un rebote le llegó al chavalín para que éste se sacara un empalme con la derecha de no se sabe dónde. Golazo para derrumbar la resistencia del hermano Almería y para provocar un estallido de júbilo por parte de todos los que sienten la fe futbolística radicada en Nervión, barrio de Sevilla por supuesto.
Porque el fútbol tiene estas cosas, el Sevilla ganó la primera de sus dos finales en el epílogo del curso 2009-10 y podrá afrontar la conquista de la segunda con la cabeza igual de erguida que su rival, ese Atlético de Madrid que ya tuviera su subidón particular el pasado miércoles en Hamburgo. En apenas segundos se pasó del hundimiento más absoluto, de ver a Monchi rezar, sí rezar, en el palco del estadio, a la euforia más desmedida, a pensar que el proyecto puede seguir caminando con cierto aval económico. Porque el gol de Rodri, en el caso de que el Sevilla supere la eliminatoria que disputará en agosto, algo que no será fácil, vale unos 20 millones de euros. Casi nada. Pero también tiene un valor que no es cuantificable en el aspecto anímico para quienes tienen que defender el escudo blanquirrojo en la inminente final de la Copa.
Demasiadas cosas, por tanto, para que los sevillistas no durmieran ayer como benditos después de festejar, como se merecía, su clasificación para la Champions por segunda temporada consecutiva y tercera vez en la historia de esta competición desde que adoptara su formato actual. Y todo, paradojas del balompié, gracias a un Rodri que arregló lo que antes había estropeado Negredo. A ver quién se atreve ahora a criticar a quienes llegaron a cuestionar la oportunidad de la contratación del ex almeriense por mucho que se trate de un buen futbolista para el futuro dentro del devenir de este Sevilla.
Conviene dedicarle siquiera un breve espacio a los dos nombres propios. Por un lado estaría Rodri, un verdadero especialista en provocar el éxtasis en sus equipos en estas fechas del año. Lo hizo hace dos campañas, cuando fue una pieza clave para que el equipo juvenil conquistara la Copa del Rey ante el Barcelona, lo repitió el año pasado en Benalmádena con la renovación de ese título frente al Athletic, incluido otro gol prácticamente sobre la hora, y volvió a ser decisivo hace sólo una semana en otra localidad de Málaga, concretamente Marbella, para salvar al filial. Ayer, con Luis Fabiano entre algodones, le tocó afrontar la responsabilidad que le encomendó Álvarez de salvar a los suyos de un desastre anímico de incalculables consecuencias y lo hizo a lo grande con un gol que se recordará durante mucho tiempo.
En el otro lado de la balanza estaría ese Negredo que retornaba a Almería para cruzarse con su ex equipo y que haría el mayor de los ridículos en una acción que le pueden afear hasta sus compañeros. No podría ser de otra manera, pues su niñería con unos insultos fuera de lugar al asistente de Rubinos Pérez pudo costarle muy cara tanto a la entidad como a los propios futbolistas. Fuera del sentimiento, esa expulsión absurda de Negredo también se pudo cuantificar en euros perdidos para toda la plantilla. El sobreesfuerzo que exigió a sus compañeros con vistas a la final del miércoles ya es otra cosa más difícil de cuantificar, pero también...
Son las dos caras de la noche, los dos nombres propios de una vivencia al filo de la navaja por parte de un Sevilla que tal vez no se esperara a un Almería tan combativo. Después de tanto hablar de hermandad andaluza y de tantas pamplinas que rodean a este deporte, resultó que los almerienses salieron como si fueran ellos quienes se jugaban la Liga de Campeones. Su primer cuarto de hora fue demoledor y suerte tuvo el Sevilla con no caer noqueado desde tan pronto.
Suerte para los nervionenses que ellos tienen a Jesús Navas y Kanoute en sus filas y en la primera conexión de ambos llegaría el 0-1. Teóricamente debía servir para calmar los ímpetus locales con un buen puyazo, pero el Almería no se acordó de la hermandad y hasta igualó gracias a Soriano. Descanso y el Mallorca ganando. Chico le trajo un pequeño presente al Sevilla, Negredo cometió su tropelía y Juanma Ortiz, alicantino, no andaluz, se sacó un disparo increíble para que la desazón se apoderara de los sevillistas. Hasta que cuando parecía imposible, cuando Kanoute no había llegado a un balón franco apenas un minuto antes por la falta de aire, el rebote le cayó a Rodri. Está claro que el Sevilla, este Sevilla, tiene baraka. Pese a episodios dolorosos imposibles de olvidar en estos momentos de felicidad, tiene a algunos dioses a favor.
Ficha técnica:
2 - UD Almería: Esteban; Michel, Chico, Santi Acasiete, Juanma Ortiz; Leo Borzani, Corona, Fernando Soriano (Quillo, m. 74); Piatti (Ortiz Bernal, m. 74), David Rodríguez y Crusat (Nieto, m. 74).
3 - Sevilla: Palop; Stankevicius (Rodri, m. 80), Escudé, Squillaci, Luna; Jesús Navas, Zokora, Renato, Diego Capel (Perotti, m. 70); Álvaro Negredo y Kanouté.
Goles: 0-1, m.15: Kanouté. 1-1, m.43: Soriano. 1-2, m.52: Chico, en propia meta. 2-2, m.78: Juanma Ortiz. 2-3, m.93: Rodri.
Árbitro: Rubinos Pérez, del colegio madrileño. Amonestó a los locales Soriano, Crusat y Juanma Ortiz y a los visitantes Zokora, Stankevicius, Squillaci y Rodri. Expulsó a Negredo con roja directa por protestar (m.67).
Incidencias: Partido correspondiente a la trigesimoctava jornada del campeonato de Liga, disputado en el estadio de los Juegos Mediterráneos ante 18.194 espectadores.
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