San Pablo vibra un domingo de Ramos
El pabellón sevillano desprende furia española y en Camas celebran con pirotecnia la hazaña africana
Gargantas rotas, sudor a chorros, lágrimas de alegría en recuerdo de tantas y tantas historias... Uno de los festines hispalenses, de los lugares de encuentro de Sevilla y provincia, se situó en el Palacio de los Deportes de San Pablo. Hola al balompié, adiós al baloncesto temporalmente. Después del calor insufrible de los aficionados el pasado miércoles en la semifinal contra Alemania, cuando fueron convocados en el Auditorio Rocío Jurado, ayer hubo un núcleo importante de hinchas, ávidos de animar a la selección, de celebrar el primer Mundial para nuestro país, que se presentaron en el pabellón hispalense. Familias enteras de sevillanos, el barrio de San Pablo en masa, acudieron a la llamada del equipo nacional. Ambientazo, frenesí, nervios...
Unas 2.000 almas se citaron en el parqué con una pantalla que se comía medio recinto. Desde el primer minuto, cuando Howard Webb, juez de la contienda, decretó el inicio del duelo a muerte entre españoles y holandeses, ciudadanos de los Países Bajos, una batalla en Flandes lidiada en Johannesburgo (Sudáfrica), la grada de San Pablo no paró de chillar. Furia hispana a raudales.
Bramaban los vecinos allí congregados para empujar a la selección, disfrutaban padres, hijos y nietos de una fiesta del fútbol, de un momento histórico, exhaustos por dejarse todo a miles y miles de kilómetros del sur del sur, allí en la zona meridional del continente africano, para que Iker Casillas levantara la Copa del Mundo.
En Kansas City abucheó la gente al neerlandés De Jong cuando le clavó los tacos a Xabi Alonso en el pecho, calló la boca el pabellón entero cuando en la prórroga un cabezazo de Mathijsen heló el corazón de España y entró en calor, durante los 90 minutos reglamentarios, cuando Jesús Navas tuvo su oportunidad en detrimento de Pedrito y cuando Casillas se erigió en salvador de la finalísima al parar con el pie un chut al contragolpe de Robben. Los aficionados, desatados, pedían un gol hispano. Y llegó gracias a Iniesta para delirio inconmensurable de una grada exaltada, donde a decenas de fieles les brotaban lágrimas de los ojos.
Pero el apoyo a España se vivió en toda Sevilla. En Camas, la localidad que vio nacer y crecer a Sergio Ramos, se disfrutó de un domingo especial, un Domingo de Ramos sui generis con su paisano haciendo patria e historia en Johannesburgo. Hasta hubo juegos pirotécnicos en la localidad cercana a la capital para festejar por todo lo alto el éxito sin precedentes de España. Campeona del mundo.
También te puede interesar