Regularidad vs. debate

El Sevilla concluye cuarto clasificado tras las 36 jornadas disputadas en 2014 aun sin jugar la última. Villarreal y Valencia lo siguen a distancia y la discusión se centra ahora en el juego.

Unai Emery realiza una indicación en la última sesión del año ante Figueiras, Carriço y Fernando Navarro.
Unai Emery realiza una indicación en la última sesión del año ante Figueiras, Carriço y Fernando Navarro.
Eduardo Florido Sevilla

21 de diciembre 2014 - 05:02

Al Sevilla le ha sobrado un partido de la actual temporada liguera para confirmarse como el cuarto clasificado de un año que ya, por el mero hecho de quedar señalado en los anales del club como el de la consecución del tercer título europeo, es histórico. Haga lo que haga hoy el Villarreal ante el Deportivo y después de conocer lo que hizo ayer el Valencia en Eibar, Unai Emery puede presumir de dirigir al cuarto equipo de España tomando el año natural, de enero a diciembre. La hipotética clasificación entre las jornada 18 del curso pasado y la jornada 15 del actual, ya que el partido que debía disputar esta jornada el Sevilla ha quedado aplazado para el 4 de febrero, la lidera el Real Madrid con 85 puntos. Lo siguen el Barcelona con 76 (sin contar los que ayer sumó) y el Atlético con 76. A 9 puntos del tercero y último de los grandes aparece el Sevilla, con 67 puntos en los 36 partidos jugados en este 2014 que concluye.

El conjunto de Emery aparece en esta hipotética tabla como una isla entre los tres grandes y el pelotón de aristocráticos seguidores. Sin contar los números de esta jornada, el Sevilla les saca a Villarreal, Valencia y Athletic Club de Bilbao una considerable ventaja: 9,10 y 11 puntos respectivamente. Ninguno de ellos podía alcanzarlo computando la jornada decimosexta de la actual Liga. Ninguno de ellos puede presumir de tener un título europeo y, además, ser el campeón de los otros, el solitario perseguidor de Real Madrid, Barcelona y Atlético en este baremo de estricta regularidad anual. El Sevilla de Emery gustará más o gustará menos, pero su regularidad es palpable.

Contrasta esta realidad con el sabor agridulce que dejó en el sevillismo el último partido del año, con ese frustrante empate a cero ante un recién ascendido como el Eibar, que se alió con el momentáneo atasco de los sevillistas y con la fortuna para sacar un punto del Sánchez-Pizjuán. Ese gris epílogo dio más argumentos a los que entienden que el equipo de Emery no está desplegando un juego vistoso o fiable.

El Sevilla despide el exitoso 2014 en uno de esos momentos de incertidumbre que acompañan al entrenador guipuzcoano desde su desembarco en Nervión en enero de 2013. Pese a los indudables éxitos logrados en la pasada campaña y pese a estar metido de lleno en la pugna por hacerse con el cuarto puesto, Emery continúa sin tener el refrendo unánime de una grada que se debate entre los resultados y el juego, entre los números y las sensaciones. La palabra aburrimiento está en boca de muchos de esos sevillistas que no terminan de comulgar con un estilo que se recicla año tras año, con importantes bandazos tácticos, al son de los trascendentales cambios que ha sufrido la plantilla sevillista en los casi tres años que lleva el técnico de Fuenterrabía en el banquillo nervionense. Sólo hay que comparar el equipo con el que debutó en Getafe el 19 de enero de 2013 (Palop, Cicinho, Fazio, Botía, Coke, Medel, Maduro, Jesús Navas, Rakitic, Reyes y Negredo) con el que despidió 2014 ante el Eibar (Beto, Aleix Vidal, Pareja, Arribas, Figueiras, Krychowiak, Mbia, Reyes, Banega, Vitolo y Gameiro). Entre el verano de 2013 y el de 2014 llegaron 24 futbolistas nuevos, una plantilla nueva en el lapso de un año. Y este factor también condiciona el estilo de juego de un Sevilla en el que muchas veces el trabajo colectivo se impone a los destellos individuales, para bien y para mal.

Emery comenzó el año con un holgado triunfo sobre el Getafe (3-0), pero esa fuerza inicial se diluyó. Posteriormente, vivió su peor racha, la que tuvo al Sevilla sin ganar en seis jornadas ligueras, siete si se suma un empate en Maribor, y que rompió con un triunfo frente al Rayo (0-1) que fue el primero de una gran concatenación de resultados, en la Liga y en Europa. A raíz de aquella mañana en Vallecas, el Sevilla fue superando obstáculos y terminó quinto y ganando la Liga Europa en Turín, aunque ya entonces, en vísperas de la semifinal europea en Mestalla, se le afeó al entrenador vasco que dilapidase las opciones de luchar por la Champions en San Mamés (3-1).

Pero el fútbol, y sobre todo el aficionado al fútbol, vive de la inmediatez, no del pasado. Y el futuro inmediato está lleno de incertidumbre. La solidificación del equipo que ha llevado a cabo Emery en 2014 ha ido de la mano de una tendencia hacia la sobriedad del juego. Los cambios en la plantilla del pasado verano obligaron al técnico a darle otra vuelta de tuerca a esa vertiente. Y ahora, justo cuando les está dando protagonismo a futbolistas de corte más creativo como Banega y Reyes, casi inéditos en el arranque, se presenta un inicio de 2015 en el que el camino de la Copa y el de la Liga Europa influirán mucho en la ilusión y decantarán el debate que siempre acompaña a Emery. El técnico, entretanto, sigue a lo suyo. De los 36 partidos ligueros de 2014, ganó 20, empató 7 y perdió 9. Su camino es el de la regularidad, el de los números, aunque a veces la regularidad aburre y el fútbol, su percepción por el espectador, no vive sólo de frías estadísticas.

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