Si Rakitic es el currante...
Supercopa del Europa · El rival
La amenaza de contagio de las paperas de Neymar y el estado de forma, dudas de un Barça que vuelve a ser el gran rival a batir para todos.
El equilibrio es fundamental en un fútbol cada vez más desequilibrado. En el Barcelona de los 600 millones de presupuesto, récord histórico anunciado por Josep Maria Bartomeu antes de su dimisión para las elecciones a la presidencia, ese equilibrio lo ponen jugadores de calidad excelsa. El nunca bien ponderado Busquets ha encontrado un compañero ideal para las tareas más feas en el equipo de Luis Enrique en el otrora líder del Sevilla, el manijero del equipo que reverdeció sus mejores laureles en Turín. Si Rakitic, seda hecha pana por la necesidad del estajanovismo sevillista, es el currante del Barça cabe imaginarse dónde está el secreto de este equipo que, como en los mejores tiempos de Guardiola, vuelve a ser el gran rival a batir por todos.
Frente a esos 600 millones de euros, el Sevilla de los milagros apenas lindó los 70 el curso pasado. Y para limar la abismal diferencia debe exprimir sus recursos para intentar refrenar el ímpetu hambriento de una pléyade de estrellas en la que ya ni siquiera se echa de menos el mejor mediocampista ofensivo que dieron los potreros españoles, o catalanes, para que nadie se ofenda en estos tiempos de oportunismo político y tuitero. Sin Xavi, la principal duda de este Barcelona es cómo afectarán las dudas sobre la posibilidad de contagio de las paperas de Neymar y, más aún, en qué estado de forma llegará un grupo en el que su líder natural quiere resarcirse de su nuevo fiasco con la selección argentina. Porque la base es la misma, dado que aún está vigente la sanción de la FIFA. Pero esa base no es sino un rodillo que hoy tendrá su primera prueba de fuego tras arrasar el curso pasado.
Sin balón
Al Barcelona le ha costado coger su ritmo ideal de presión atosigante durante los bolos veraniegos. En el Camp Nou son comunes las tormentas en vasos de agua y a este extremo casi se llega con las derrotas ante el Manchester United y la Fiorentina. Pero en el Gamper ya funcionó de nuevo esa maquinaria perfecta de totalitarismo del balón construido sobre la base de la inmediata recuperación del mismo. La Roma fue la víctima propiciatoria y ahora el Sevilla, pese a esa inesperada salmonelosis que ha pasado desapercibida en las tribunas catalanas desde la irrupción de las paperas de Neymar, debe hacerse a la idea de que sólo un alto ritmo puede combatir el frenesí presionante del Barça.
Con balón
Con Luis Enrique y el tridente mágico de Messi, Luis Suárez y Neymar, las llegadas al área rival han encontrado más vías incluso que en el mejor Barça de Guardiola. Si no funciona el demarraje individual del argentino o el brasileño, hoy ausente, y hay cortocircuito en la proverbial triangulación que tiene en Iniesta al maestro mayor, cabe el recurso del balón desde atrás al uruguayo, eléctrico en el desmarque, el control y el disparo. Piqué, Daniel o Mathieu pueden ser los precisos lanzadores.
Lo lógico es que el Barcelona, pese a las dudas sobre su estado físico, monopolice de nuevo el juego gracias a la vertiginosa velocidad con la que sus estrellas mueven el balón. Parece fácil, pero muy pocos pueden alcanzar esa rapidez de control y combinación para desarmar el más trabajado entramado defensivo.
Lo mejor
El Barça actual es más versátil, más directo, sin renunciar a su distintivo juego de combinación.
Lo peor
La Copa América prolongó la larguísima temporada del tricampeón y le falta aún rodaje.
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