Patriotismo a flor de piel
El papel desempeñado por la selección ha desatado la euforia en cada rincón del país · Los separatistas de Cataluña y el País Vasco, la otra cara de la moneda
Euforia, banderas y sentimiento patrio. La actuación de la selección de España en el Mundial ha disparado la autoestima de los españoles, cercenada en los últimos meses por una crisis económica de la que el país no remonta y que deja datos escalofriantes como una tasa de desempleo del 20%.
La victoria del equipo de Vicente del Bosque frente a Alemania en la semifinal lanzó a miles de seguidores a la calle para festejar la gesta por todo lo alto. Y ante la primera final de un Mundial que jugará España en el país no se habla de otra cosa, al ritmo de cánticos orgullosos como "¡Podemos!" y "¡Yo soy español, español, español!".
El ansia de triunfo ha desplazado a la crisis económica y la criticada reforma laboral de José Luis Rodríguez Zapatero. "Gracias por hacerme olvidar por un rato que no tengo trabajo". Un oyente pedía esta semana al conductor de uno de los programas de radio matutinos más escuchados que transmitiese su agradecimiento a los jugadores de la selección cuando tuviera oportunidad.
"Nada cambia en la vida real de las personas, no digamos en la de un país, por ganar o perder un Mundial de fútbol. Nos seguirá yendo igual de bien o de mal pase lo que pase. Pero las alegrías simbólicas no son nada desdeñables, y el ánimo de un país puede mejorar, misteriosamente, por un acontecimiento así", dijo ayer el reconocido escritor Javier Marías.
Y si España vence a Holanda en Johannesburgo hay incluso quien espera un aumento del producto interior bruto. "Habrá sin duda que hacer una revisión al alza" de la previsión del crecimiento económico, dijo el ministro de Industria, Turismo y Comercio, Miguel Sebastián. Unas declaraciones tomadas por algunos como una broma, pero que se basan en estudios económicos que corroboran que ganar un Mundial hace subir la economía. Y a España le hace falta.
Los apoyos al equipo nacional se han ido multiplicado en los últimos días. Y un sentimiento patrio en torno a la selección se deja ver ya sin los complejos arrastrados durante décadas. En un país en el que por razones históricas la bandera ha sido identificada siempre con la derecha, incluso con la ultraderecha antisistema, las calles muestran ahora balcones engalanados con la enseña rojigualda en apoyo de La Roja.
La enseña nacional ha aparecido incluso en Cataluña, donde los nacionalistas están revueltos estos días por el recorte de su Estatuto de Autonomía por parte del Tribunal Constitucional. "Acabará habiendo más banderas españolas que senyeres -la bandera regional catalana- en los balcones por el Mundial de fútbol", se quejó el independentista Josep Lluís Carod-Rovira, vicepresidente del Gobierno catalán.
Es la otra cara de la moneda. Porque cuando España juegue ante Holanda, un sector de su población seguirá el partido esperando la derrota de los de Del Bosque.
Las tendencias separatistas, fuertes en el País Vasco y Cataluña, chocan de plano contra lo que la selección de fútbol está despertando en el resto del país: un equipo para todos y euforia en las calles por un éxito nacional. "El nacionalismo catalán, inquieto ante el tirón de la selección", titulaba ayer en portada El Mundo.
La emisión de la semifinal contra Alemania alcanzó una audiencia récord en Cataluña, pero el tabú español sigue vigente allí. Al menos así lo creyó Jorge Lorenzo antes de correr en el circuito catalán de Montmeló. "Muchos me han pedido que salga con la camiseta de la selección si gano, pero aquí en Cataluña es complicado salir con ella. No quiero problemas", decía.
En el País Vasco la selección inspira incluso menos adhesiones. El presidente del nacionalista PNV, Íñigo Urkullu, lo dejó claro el jueves cuando le preguntaron si apoyaría a España o a Holanda en la final. "Con el debido respeto, a ninguno de los dos", respondió.
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