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Domingo de Ramos en todos los almanaques y al Sevilla le faltó plantarse en el Santiago Bernabéu con todos sus futbolistas portando palmas en la mano como señal de reverencia al Real Madrid. Está claro que no lo hizo, entre otras cosas porque muchos de sus jugadores profesan religiones diferentes, pero simbólicamente sí se comportaron como si se tratara de un equipo menor, con demasiado respeto al trío que conforman Bale, Benzema y Cristiano Ronaldo en ataque, sobre todo en un primer periodo en el que fue casi milagroso que aquello no acabara en una goleada precipitada. Sergio Rico realizó varios paradones de indudable nivel y por ahí se escaparon los nervionenses, que, paradójicamente, hasta debieron empatar en un penalti ejecutado por Gameiro y detenido por el felino Keylor Navas.
Y eso que arranque del juego había invitado a pensar en una situación bastante diferente. Unai Emery había tratado de contrarrestar las numerosas bajas en los jugadores de las bandas con dos laterales en cada una de ellas, Coke y Figueiras y Tremoulinas y Escudero, algo que en teoría permitía atisbar un planteamiento defensivo, pero que a la hora de empezar a moverse el balón invitó a pensar en todo lo contrario. El Sevilla tuvo tres llegadas en los cinco primeros minutos, incluido un centro-chut de Tremoulinas que se estrellaba en el larguero cuando parecía que el guardameta madridista ya no podía hacer nada por detenerlo.
Bueno, la declaración de principios resultó convincente, pero fue un espejismo, como si se quisiera aparentar lo que no se es en una fecha también tan proclive a ello. Porque el Real Madrid tardó muy poco en cargarse esa puesta en escena y lo hizo con una llegada de lo más fácil de Bale por la banda derecha, donde en teoría debía haber dos laterales para estorbarlo al menos. Centro del galés y Benzema llega con dos metros de distancia, los que le concede Rami para no salir en la foto del gol. El resto ya sí es mérito del delantero francés del Real Madrid, que fue capaz de conectar un disparo impresionante imposible para un Sergio Rico que se estiraba sin poder llegar.
Nada nuevo bajo el sol, pensaron todos los seguidores sevillistas de manera unánime. Los ataques de los suyos carecían de efectividad y el Madrid colaba la primera que se le presentó, algo que se corroboró poco después con otra llegada de Gameiro con el balón arriba. Y a partir de ese momento, cuando aún se estaba en los albores del juego, llegó la fase de mayor reverencia por parte de los elementos que tenían el encargo de restar en las filas visitantes. Tanto los dobles laterales por las bandas como los dos centrales, particularmente Rami y Kolodziejczak, como los desbordados Krychowiak y Cristóforo se veían impotentes para detener el caudal ofensivo que manaba de las filas madridistas.
En total, eran nueve los elementos teóricamente defensivos los que había puesto Emery sobre el campo, todos excepto Iborra y Gameiro y sólo Sergio Rico y Tremoulinas se iban a salvar de la quema a la hora de proteger su propio marco. Coke regalaba mil balones; Rami no se enteraba de por dónde venían los tiros del adversario; Kolodziejczak se despistaba una y otra vez tanto en las marcas en las jugadas a balón parado como en los regalos en las salidas del balón, incluidos un par de resbalones de lo más inoportunos; Tremoulinas se salvaba por sus incorporaciones al ataque; Krychowiak evidenciaba que aún no está al nivel físico que él necesita; Cristóforo iba a una velocidad menos cuando debía volver hacia atrás; Figueiras era un cero a la izquierda por mucho que jugara en la banda derecha; y Escudero corría por todos lados y apenas ayudaba en ninguno...
Lógicamente, el Real Madrid llegaba en manifestación y sólo los paradones de Sergio Rico en esa fase, de manera particular uno a Bale en el minuto 16 y otro a Cristiano Ronaldo en el 22, evitaron que el Sevilla hincara la rodilla bien prontito. Eso y, para ser justos, un gol anulado a Bale en posición legal que después sería compensado con creces por los jueces con el que le quitaron a Gameiro que hubiera sido el empate a uno.
Pero los blancos, no se sabe bien cómo, salieron indemnes de ese primer arreón y se iban a encontrar con una gran oportunidad para meterse de nuevo en el partido. Un penalti absurdo de Varane a Rami era decretado por Estrada, pero Gameiro, como toda la noche, se estrelló en un Keylor Navas muy adelantado. El Sevilla había dejado escapar una opción que no se puede perdonar en el Santiago Bernabéu, pero llegó al descanso vivo por mucho que eso pareciera una quimera.
Emery apeló entonces a Reyes en una medida algo más osada y las sensaciones volvieron a ser prometedoras para los suyos a pesar de que otra vez el Madrid aprovecharía las facilidades defensivas para tener opciones muy claras después de un aviso de Iborra, que no llegó a un remate en el primer palo. Cristiano Ronaldo también desaprovechó un penalti, éste inventado, y Bale cabeceaba al larguero ante la horrible defensa visitante justo antes de que llegara el momento clave para que todo pudiera haber virado. Gameiro conseguía un gran gol a la contra y el línea lo anulaba en un error clarísimo. Sí, a Bale le habían quitado otro, pero a partir de ahí todos los fallos fueron para el mismo lado...
Pero con tanta candidez atrás era imposible que el Sevilla tuviera alguna opción y sólo era cuestión de que el Madrid acertara. Cristiano aprovechó un centro de Danilo defendido de manera regular otra vez por Rami y ahí llegó el punto final para las ilusiones nervionenses. Total, es un más de lo mismo como forastero y esta vez con palmas en la mano en sentido de reverencia para cumplir con el día.
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