Negredo salda su deuda

Zaragoza | sevilla · a ras de hierba

El vallecano se desquitó de su último paso por La Romareda firmando su quinto gol en la Liga · Manzano ha dado con la fórmula de tener a los tres delanteros en el campo

Jesús Alba

15 de noviembre 2010 - 05:02

Si, como dicen, la venganza es un plato que se sirve frío, Álvaro Negredo le puso ayer todo el hielo del mundo a su regreso a La Romareda, donde no le perdonan que cuando era jugador del Real Madrid acabara vistiendo de blanco sevillista y no con el corte azul que marca la equipación del Zaragoza.

El propio delantero sevillista confesaba que no se reconoció en su última comparecencia en el vetusto estadio maño. Un gol en propia puerta y una autoexpulsión absurda por no frenarse con Contini le arruinaron el partido al Sevilla y marcaban la sensación de impotencia y derrotismo de un futbolista que por entonces parecía desquiciado.

Negredo ahora es otro. Ni siquiera tener el rol de segundo plato para Manzano hasta el momento le hace perder el control, hecho que la temporada pasada le pasaba factura. Era una época en la que Negredo se hacía daño a sí mismo con un estado de ansiedad que al final afloraba en el campo. A diferencia de ello, el vallecano lleva un par de meses demostrando estar a un nivel muy alto de fútbol, con importantes dosis de trabajo físico, acierto cara al gol, derroche, potencia, intención de juego y generosidad. Aprovecha cualquier ocasión que le brindan para dejar muestra de todas estas virtudes y el colmo para el Sevilla en ataque ha sido que Manzano haya encontrado la fórmula para mantener a sus tres delanteros en el campo: Luis Fabiano y él pisando área y Kanoute haciendo de organizador.

Negredo jugó 25 minutos, pero eran 25 minutos difíciles. Salir justo antes de quedarse el equipo en inferioridad numérica, con el Zaragoza crecido y Muñiz Fernández dándole alas no era, sin duda, lo que había soñado. La grada le dedicaba en cuanto podía gritos con el mismo mensaje que el año pasado. Gritos con los que debería tomar partido el Comité Nacional de Antiviolencia, porque desearle la muerte a un futbolista es más grave que llamarle "negro" o dedicarle la onomatopeya de un mono. O "asesino", motivo de sanción hacia el Sevilla contra el Atlético de Madrid. Pero Negredo esta vez no perdió el control. Guardó silencio, agachó la cabeza y esperó su oportunidad. Y ésta, evidentemente, llegó. Ya tuvo un aviso en un remate de cabeza, pero la alegría se la tenía guardada a su afición a la vez que el rejón a la zaragozana. En el último suspiro del partido peleó un balón imposible con Jarosik para llevárselo tras dos rebotes y meter la quinta hacia la portería antes del latigazo certero y preciso ceñido al poste de la portería de Doblas. Celebración con gesto para su próxima paternidad y con un leve roce en la oreja a modo de "no escucho ahora esos gritos de antes" y la invitación a la hinchada maña a buscar en fila india por las escaleras de La Romareda la salida del campo.

Y es que Manzano recibe lo que ha sembrado con la administración de minutos entre sus delanteros. Kanoute nunca protesta. No lo necesita. Luis Fabiano no es que hiciera el partido de su vida, pero tuvo una sacudida con la derecha muy similar a la que su compañero firmaría después. Los dos puntas goleando y Kanoute, mientras, organizando. Todos contentos.

Pero si alguno regresaba ayer a Sevilla con la tranquilidad de haber saldado una deuda, ése era Negredo, que no podía anotar de manera más gustosa su quinto gol en la Liga y octavo en su cuenta general, sumándole a éstos los dos que anotaba en Irún y el que le marcó al Karpaty en el Sánchez-Pizjuán. De camino, el Sevilla suma un triunfo que vale su peso en oro y que tendrá un claro efecto revitalizador.

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