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Todos contra Nasri (3-1)

Athletic - Sevilla · La crónica

El Sevilla no aprovecha el gran juego del francés y sufre ante el Athletic la primera derrota de la Liga. Tanto Sampaoli como Hernández Hernández jugaron en contra de los sevillistas.

Foto: EFE
Francisco José Ortega

25 de septiembre 2016 - 05:02

Primera derrota del Sevilla de Jorge Sampaoli en la Liga y en el primer análisis cabe constatar que lo raro es que haya tardado tanto, justo seis jornadas. El cuadro nervionense, como ya ha hecho en otras tardes, se empeñó en perder contra el Athletic por la impericia de muchos de sus futbolistas y también, por qué no decirlo, por las decisiones que manaron desde su banquillo. Porque parece increíble que después de que Nasri, un pedazo de futbolista como la copa de un pino, hubiera podido rescatar a los suyos jugando como Banega, es decir, apareciendo atrás y delante, pero sobre todo ayudando en la construcción del juego desde una posición cercana a los centrales, se tuviera que ir otra vez a ejercer como delantero cuando Franco Vázquez sustituyó a Carlos Fernández. Ahí, justo en ese corto periodo de tiempo, llegó el gol de Balenziaga y se cortó todo el atisbo de reacción de los sevillistas en San Mamés. En este primer análisis cabe resaltar también el nefasto arbitraje de Hernández Hernández, decisivo con sus interpretaciones del reglamento a favor de los locales, aunque es justo puntualizar que el Sevilla cayó más víctimas de sus propios errores.

Conviene ir por partes de cualquier manera para ayudar a entender lo que sucedió ayer en el fenomenal coliseo bilbaíno. Para empezar, Sampaoli, en su política de rotaciones, volvió a cambiar más de medio equipo y Sirigu, Kolodziejczak, Kranevitter, Sarabia, Correa y Carlos Fernández se convertían en las novedades respecto al once que derrotara el pasado martes al Betis en el duelo de máxima rivalidad local. Era una apuesta como cualquier otra y el técnico argentino tendría sus razones para ejecutar semejante plan, pero cuando el balón echó a rodar se vio con prontitud un Sevilla tremendamente blando en la zona de atrás y que tampoco era capaz de llegar a asustar siquiera a Yeray, Laporte y compañía.

Lo más preocupante, de cualquier forma, era la debilidad defensiva que transmitía un equipo que a los tres minutos ya permitía una jugada de córner lanzado por abajo en la que remataba en solitario Williams, aunque fuera un mal disparo. Durante los diez primeros minutos, además, el Athletic, sin tener que jugar un fútbol de otro planeta, era capaz de generar hasta tres semiocasiones de gol en las que pudo batir perfectamente a Sirigu. El Sevilla, mientras, no sabía si apostar por jugar por abajo desde atrás o por pegarle un pelotazo arriba en un estado de indefinición que ya se viene haciendo habitual desde la llegada de Sampaoli.

El primer rejón de castigo por parte del Athletic llegaría antes de la media hora, cuando otro córner abajo era tocado con la misma facilidad con la que ya lo hiciera Williams en los albores por De Marcos. Los dos remates fueron iguales de malos, pero la diferencia es que esta vez le llegó el balón a San José sin que ningún defensa osara siquiera estorbarlo. Sólo lo intentó Sirigu, pero demasiado hizo con repeler el primer disparo previo al gol.

A partir de ahí cambia la cosa, entre otras cosas porque Nasri, cabe suponer que por decisión de Sampaoli, aunque no está muy claro si es por propia voluntad, retrasó su posición y comenzó a jugar de Banega. Si el francés había partido muy cerca de Carlos Fernández, desde ese momento cogió todos los galones, pidió el balón incluso cerca de la defensa y su distribución fue casi perfecta. El Sevilla dio un paso adelante y se fue a los vestuarios transmitiendo unas sensaciones diferentes gracias a la clase y la clarividencia del futbolista cedido por el Manchester City.

Más o menos de idéntica manera arrancó el segundo periodo y en una de esas maniobras Nasri caracoleó, como ya hiciera otras muchas veces, con túneles incluidos a los defensas. Como sucedía con Banega parecía imposible que le quitaran el balón hasta que se lo puso por delante a Sarabia. El centro de éste, mal que bien, le llegó de nuevo a Nasri, quien firma el empate con un empalme que cogió altura gracias a que botó muy pronto en el césped. El Sevilla, al menos, había sido capaz de empatar en San Mamés después de que Hernández Hernández le perdonara una clara expulsión a Aduriz y también hiciera después la vista gorda en un posible penalti de Iborra.

El Sevilla, en ese rato, transmitía la sensación de poder con un Athletic que se restregaba los ojos ante Nasri, pero el carrusel de cambios de Sampaoli desconectó del juego al francés y en un error en la salida del balón llegó el 2-1 de Balenziaga. Se había esfumado cualquier posibilidad de sorprender a los rojiblancos en su campo y ya, pese a los esfuerzos de Nasri, otra vez desde atrás, apenas llegaría el Sevilla, entre otras cosas porque el auxiliar cortaba cualquier intento, como uno de Vietto que pudo acabar en penalti. La expulsión y penalti de Sirigu sería la anécdota para un Sevilla en el que todos se empeñaron en frenar a Nasri. Hasta el mismísimo Sampaoli lo hizo...

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