Milagro en Nervión (2-2)

Sevilla-borussia dortmund

Un Sevilla cogido con alfileres deja en la cuneta a uno de los equipos de moda en Europa y estará en dieciseisavos de final. Romaric y Kanoute le dieron la vuelta al tanto inicial del Dortmund

El Sevilla pasa a la siguiente ronda de la Liga Europa tras empatar 2-2 con el Borussia Dortmund. / Antonio Pizarro
Francisco José Ortega/ Sevilla

15 de diciembre 2010 - 23:14

Los milagros existen en el fútbol. El Sevilla, este Sevilla tan frágil y cogido con alfileres, estará en los dieciseisavos de final de la Liga Europa después de eliminar al Borussia Dortmund, nada más y nada menos que a uno de los equipos de moda del continente. Los sevillistas, a pesar de todos los pesares, supieron darle al partido lo que éste les demandó, incluido el famoso otro fútbol, para que acabara en empate, justo lo que hacía falta. Y fue bastante meritoria la tarea porque el rival que estaba enfrente no podía recibir más piropos desde todos lados.

Ése precisamente fue el gran mérito del equipo de Gregorio Manzano en la noche de ayer, empequeñecer a un BvB que se presentaba en el Ramón Sánchez-Pizjuán como una de las sensaciones del momento, a la altura, decían, del mismísimo Fútbol Club Barcelona. Pero se realiza un recuento rápido de las opciones para marcar de los alemanes y, aparte de los dos goles, hay que irse hasta el minuto 87 para hallar un despiste colectivo de toda la zaga sevillista que estuvo a punto de materializar Götze de no ser por una loca y afortunada salida de Palop lejos de su portería.

Poco más hizo de verdad el Dortmund a pesar de lo que se preveía y alguna parte de culpa de ello debería pertenecerle al Sevilla, por supuesto que sí. El conjunto nervionense, al menos, volvió a evidenciar sobre el césped que tiene orgullo, que conserva algunos de los valores de esos tiempos tan cercanos en los que llegó a dominar también el panorama futbolístico continental, que muchos de sus integrantes tienen un espíritu ganador importante que los conduce a superar los mil inconvenientes que en estos momentos padecen.

Porque hay que ser muy ganadores para sobreponerse al mazazo del minuto 4, cuando el japonés Nagawa marcó el 0-1 tras rozar la pelota en el cuerpo de Escudé. Si los nubarrones de la previa eran negrísimos por la divergente trayectoria con la que se presentaban unos y otros, a partir de ese instante todo lo que se podía prever era una tormenta de las de verdad. El Dortmund, esa supuesta máquina de jugar al fútbol, había hecho gran parte de su trabajo y ya estaba por delante; el Sevilla, ese supuesto equipo en ruinas, tenía motivos para que sus once futbolistas buscaran tal vez el agujero más cercano y se pertrecharan en él ante lo que, teóricamente, se les iba a venir encima.

Pero no, el fútbol, al fin y al cabo, lo juegan once hombres contra otros once y todo puede suceder a partir de ese momento. Es un análisis simplista, sin duda, pero sirve para llegar al punto de no tratar de buscarle explicaciones a todo lo que acontece en este bendito deporte. Porque el Sevilla supo sobreponerse al mazazo de ese temprano 0-1 y a la superioridad tan pregonada de los alemanes para alcanzar el minuto 96, que fue cuando se decretó el final del partido, con el resultado que le convenía para satisfacción, la primera en algún tiempo, de unos aficionados orgullosos del esfuerzo realizado por los suyos.

¿Cómo se explica esto? Sencillo, el Sevilla, pese a su déficit tanto en el aspecto técnico como físico, sí tuvo la entereza de no derrumbarse e incluso la osadía de pensar que con aquello perdido ya no había nada peor. Por eso dio un paso adelante y, mal que bien, tiró de Kanoute, sobre todo Kanoute, y Luis Fabiano como referencias arriba para aprovechar algún balón suelto en la llegada de los hombres de atrás. En esa faceta sí es débil este Borussia Dortmund y ya se pudo ver bien prontito, concretamente cuando Romaric, con todo a favor, se topó con el cuerpo de Weidenfeller en una oportunidad clarísima de empatar. Al minuto, le llegaba la ocasión a Alexis y Kanoute, lo que indicaba que el rival era bueno, pero no invulnerable.

No es que el fútbol del Sevilla incrementara su calidad en varios puntos a partir de ahí, ni muchísimo menos, pero sí hubo algo más de osadía y de conexión para buscar algunas vías de acercamiento. Y Kanoute, quién si no, trazó una jugada individual para que la pelota, previo toque de Luis Fabiano y regalo de Piszczek, acabara en la red después de empujarla Romaric completamente en solitario. El marfileño, que llegaba siempre tarde a la presión y que sufría lo indecible para controlar la pelota, había marcado la segunda que tenía, ambas diáfanas. A partir de ahí, todo podía suceder, incluso que Perotti tirara un buen centro para que Kanoute lo convirtiera en extraordinario.

2-1 en un abrir y cerrar de ojos. Increíble. Tocaba defender como si se tratara de una final y, pese al flagrante error de Alexis en el empate final, el Sevilla se arremangó y supo hacerlo. Pérdida de tiempo, voleones de los zagueros que serían alentados en cualquier campo de Segunda Provincial con un sentido "¡arriba!"... Todo valía con tal de mantener al Borussia Dortmund lejos de Palop. Y el Sevilla sí supo conseguir eso, que apenas se jugara más. Un mérito, sin duda, y sólo cabe esperar que, como bien dijo su presidente, se convierta en el punto de inflexión. Que así sea.

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