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Mateu hace de Messi (2-3)

Sevilla - Barça · La Crónica

El árbitro decanta un excelente partido con dos claros errores que provocaron que el Sevilla fuera remontado por el Barcelona. Los sevillistas llegaron a tener un 2-0 a favor en el marcador.

Francisco José Ortega, Sevilla

29 de septiembre 2012 - 23:52

Esta vez le tocó al Sevilla marcharse del campo con la hiel de haber visto cómo le quitan del casillero los puntos que se había ganado en buena ley por su fútbol. El conjunto nervionense, con independencia de la calidad de un Barcelona que no va a ser descubierto en este momento, perdió uno o tres puntos, según se mire, por los errores de un Mateu Lahoz que siempre acaba tirando al final hacia el lado de los más poderosos a pesar de su pose de árbitro moderno y que deja jugar al fútbol en todo momento. La expulsión de Medel, con 2-1 y apenas veinte minutos por delante, es definitiva en la concepción de este colegiado que siempre será agradable para los entrenadores que dirijan a los clubes más grandes, ya sean Vilanova o su admirador más conocido, Mourinho.

Porque si Mateu Lahoz, tan permisivo como se vende, vio la acción de Medel y Cesc es imposible que muestre una tarjeta roja por semejante roce de cabeza con cabeza por mucho que el barcelonista le echara todo el teatro del mundo. ¿Tarjeta amarilla? Pues tal vez pueda ser ése el castigo por desconsideración, pero jamás se produjo una agresión del chileno, lo que evidencia que la decisión de Mateu llegó de oídas, sin haber visto la acción, o que lo equivocó su auxiliar, que lo mismo da, que da lo mismo. Y encima, para colocarle la guinda al pastel, se traga una mano flagrante de Thiago a un palmo de él que acaba con el 2-2 para el Barça. La involuntariedad es difícil de entender, pues el balón cae a plomo porque da en la mano y sirve para un futbolista que estaba lesionado en ese momento se pueda hacer con él sin el menor esfuerzo.

Son las cosas del fútbol que toca disfrutar, o padecer, en estos días. Las decisiones siempre caen hacia los más grandes, pero si se le ocurre quejarse a alguien, por ahí surgirán los insultos hacia ese sur que siempre está llorando. Y lo peor es que ése sea el corolario de un extraordinario partido, de un Sevilla-Barcelona con un juego brillante por parte de ambos conjuntos y con una intensidad extrema que se prolongó hasta que el asturiano Villa marcó el 2-3 en la prolongación.

Era el tanto que decantaba un litigio cargado de contenido y con unas alternativas que tal vez no pudieran estar en el guión previo a pesar del reciente triunfo sevillista contra el Real Madrid. No lo estarían para muchos, pero sí para un Míchel que aleccionó a su tropa para plantearle un juego de tú a tú al gigante, siempre desde la inteligencia, desde saber que los que visten de azulgrana tienen mucha más calidad en sus filas y, por tanto, la cuestión debía centrarse en el planteamiento de una guerra de guerrillas.

Bajo esa premisa, el técnico blanquirrojo volvió a elegir a los once futbolistas que le habían dado los dos triunfos anteriores, con Maduro en el eje y Medel con más libertad para presionar arriba. Y el Sevilla saltó al campo con orden y con muchas ayudas atrás, aunque esta vez quien estaba enfrente eran Messi y compañía y la exhibición del Barcelona en el primer cuarto de hora fue espectacular. Por muy buen planteamiento defensivo que existiera por parte sevillista, la velocidad con la que se manejó el mejor jugador del mundo en ese arranque era imposible de detener, salvo para Palop, que le sacó una mano casi imposible en un disparo cruzado en el minuto 13.

El temporal azulgrana debía amainar, ya que de otra manera la balanza se inclinaría a su favor. El Sevilla supo tener paciencia y comenzó a gozar de algunas opciones para salir, siempre a través de un clarividente Rakitic, que jugaba con rapidez y precisión. Está claro que las mejores oportunidades seguían siendo para el Barcelona, pero poco antes de la media hora, con los locales ya mucho más asentados, llegó el primer aviso del cuadro de Míchel. Un balón rebotado en la defensa azulgrana y Trochowski conectó un gran zurdazo.

El Sevilla había sacado rentabilidad a su buen juego, a su orden, ante un rival excelso y hasta llegaría a irse al intermedio con ventaja. Lejos de dar un paso atrás, el segundo tanto iba a llegar a poco de reanudarse el juego. Un robo arriba del balón de Medel y una exquisitez de Negredo le daban aún más ventaja a los blancos. Pero enfrente estaba el Barcelona, que recortó pronto a través de Cesc y no cesó en su juego de toque y calidad. Gol salvado por Botía, paradón en la escuadra de Palop en una falta de Messi...

Muchas cosas, cierto es, pero quien se encargaría de decantar el fiel de la balanza de vestirse de Messi fue Mateu Lahoz con esa expulsión a Medel con tanto tiempo por delante. Sí, el Sevilla puede hablar de triunfos morales, pero eso no vale absolutamente para nada, los tres puntos se fueron en la valija del Barcelona. Que Mateu, como Álvarez Izquierdo, no se habrá querido equivocar... ¿Por qué cuando no ven algo tiran hacia el grande?

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