Konoplyanka: el fin de la hibernación
El ucraniano responde a las expectativas con uno de sus partidos más completos y su mejor gol, posiblemente, para decantar un hermoso duelo Denis Suárez incordió sin hacer sangre
Konopylanka se ha hecho esperar, como cuando aterrizó en Sevilla. El ucraniano protagonizó el primer culebrón del verano, hasta la madrugada del 3 de julio, cuando cerró un mes de rumores apareciendo con su sonrisa cómplice en el Sánchez-Pizjuán. Tanta expectación tuvo el anticlímax de la decepción hasta que el ucraniano, cuando ya se anuncia la primavera sevillana, apareció a lo grande. Justo cuando su equipo más lo necesitaba, justo cuando las fuerzas estaban más exhaustas, Konoplyanka fue Konoplyanka.
Ya venía anunciando el veloz cosaco que había dejado atrás la hibernación esteparia. En el frustrante partido de Getafe ofreció una mínima vía. En Basilea también dio rienda suelta a su velocidad para varios intentos estériles ante los férreos suizos. Eran parcos amagos, más muescas para el muestrario de decepciones en un jugador que había dado solamente llamativos apuntes, su gran partido en Manchester, ante el Madrid, con aquel gol de falta al Rayo, con el córner decisivo ante la Juve, con otro gran gol al Levante... Pinceladas demasiado sueltas como para completar un buen cuadro. Lo que se le exigía desde el principio a Konoplyanka, que tanto esfuerzo costó, era lo que hizo ante el Villarreal: decantar con su calidad un partido, desde el minuto 1 al minuto 67, momento en que su músculo, flotando en un golpeo de derecha tras un precioso esprint con Gameiro, se contracturó.
Antes, había formado con Tremoulinas una sociedad perfecta que hizo del pasillo defendido por dos laterales, Mario Gaspar y Rukavina, una autopista por la que el Sevilla empezó a decirle al Villarreal lo que estaba en juego. La primera gran ocasión de Gameiro, un cabezazo franco fuera, vino de sus botas (minuto 8). La segunda, centro paralelo de Tremoulinas tras triangulación con Konoplyanka al que no llegó Gameiro y que remató mal Krohn-Dehli, fue otro aviso (15'). Poco después, Konoplyanka abrió el carrusel de la hermosura. Perfecta contra por su pasillo, pase exterior a Gameiro y dejada de éste en bandeja a Iborra: 1-0 (23').
Con su arrebatada irrupción en el partido, el ucraniano destapó el pimpampún de lo que en las previas se anunciaba como un partido cerrado. El Sevilla recibió dos goles en las dos primeras llegadas del Villarreal -en el 1-0 se justificó Rukavina dejando en evidencia a Carriço- y había que empezar de nuevo... Era el momento de Denis Suárez, participativo en las contras de un Villarreal que veía ante sí el partido perfecto. El gallego fue un incordio sin hacer sangre, primero en la izquierda y luego en la derecha, desde donde sí dio pie a la calidad de su diestra para centrar una y otra vez. Se topó con ese Sevilla competitivo y corajudo del que quiso huir para asegurarse la presencia constante en un equipo que vive mucho de su magnífica visión de fútbol.
Pero Konoplyanka había hecho mucho y merecía algo más. Tanto error en el remate terminó con el autogol de Víctor Ruiz, una asistencia en toda regla, detrás estaba Gameiro para empalarla. Y luego llegó el momentazo de la tarde: su soberbio gol, un chut durísimo, lejano, tenso, con la calidad de su golpeo. El partido era suyo y su equipo le regaló al hombre que lo cambió el precioso regalo del goal average, ganado con una sufrida contra que hizo estallar Nervión.
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