¿Jugar bien o ganar? (1-2)

Sevilla CF-Granada CF

El Sevilla marcó a los 38 segundos, desapareció después y jugó un buen fútbol en el segundo periodo, pero entonces perdió ante el Granada. Roberto recordó al Javi Varas del Camp Nou

Foto: Antonio Pizarro
Foto: Antonio Pizarro
Francisco José Ortega / Sevilla

31 de octubre 2011 - 23:26

El varapalo le llegó al Sevilla en el momento más inesperado. Tercera visita consecutiva de un colista al Sánchez-Pizjuán, en este caso el Granada, y el equipo de Marcelino dejó de lucir orgulloso el cartel de invicto. Es la hora de mascar la derrota y de hacer una profunda autocrítica por los motivos por las que ésta ha llegado precisamente cuando más fácil parecía, sobre todo después de anotar el primer tanto del litigio a los 38 segundos de haber comenzado el juego. E incluso, por qué no decirlo, después de haber jugado tal vez el fútbol más bonito, en lo referente al toque y la velocidad, del curso en el segundo periodo.

Pero el fútbol es así de cruel y muchas veces resta lo que antes ha otorgado de manera inmerecida. Si el Sevilla tenía algún punto más en su casillero clasificatorio de lo que se había hecho acreedor por su juego, ayer deberá lamentar que sus delanteros no fueran capaces de materializar su propuesta futbolística de la segunda mitad. Más o menos fue lo mismo que sentiría el Barcelona cuando se topó de bruces con Javi Varas en el Camp Nou, porque en esta ocasión fue Roberto el cancerbero que le echó la llave a su portería. El meta granadinista fue capaz de detener todos los disparos locales, muchos de ellos en condiciones ventajosas para los delanteros, y por ahí comenzó a gestarse la decepción posterior.

Conviene diferenciar con prontitud, sin embargo, las diferentes fases de un partido que tuvo de todo. Para empezar, no es muy normal que a los 38 segundos del mismo ya suba un gol al marcador y el Sevilla lo consiguió gracias a una buena percusión por la banda derecha. Rakitic devolvió rápido el balón hacia Jesús Navas, éste se lo dio a Cáceres y el disparo de éste fue rechazado por Roberto con la mala suerte, para él, de que le cayó en los pies a Manu del Moral. 1-0 muy prontito y el Sevilla lo tenía todo a favor para sumar un triunfo que lo ubicara en las posiciones de privilegio de la Liga.

Sobre todo porque ese tanto se vio correspondido por una fase bastante agradable de un equipo en el que Marcelino insistía en los dos delanteros habituales, aunque con la variante de ver a Rakitic en el eje junto a Medel y a Trochowski partiendo otra vez desde la banda izquierda. El Sevilla jugó un fútbol rápido y hasta tuvo una contra inmejorable para haber marcado las diferencias con prontitud. No lo hizo, sin embargo, pues Roberto comenzó su exhibición ante el propio Manu del Moral y por ahí iba a comenzar a gestarse el horrible primer periodo.

Fue poco a poco, como si una gaseosa se quedara sin gas, pero lo cierto es que el Sevilla perdía el sitio en favor de un Granada que parecía no creérselo siquiera, pero que cada vez estaba más cerca de Javi Varas. El partido entró en una fase de una frialdad desesperante para los anfitriones mientras que los granadinistas ya comenzaban a buscar la igualada sin ningún miramiento. Lo extraño, entonces, fue que el Sevilla fuera incapaz de trazar una contra siquiera con peligro, pues el adversario dejaba bastante desprotegida su zona de atrás. Pero unas veces por Kanoute, otras por Jesús Navas y otras por Manu del Moral, Rakitic, Trochowski o cualquiera que condujera el balón, lo cierto es que la pelota siempre acaba fácil en los pies de un futbolista del Granada.

A nadie le extrañó el silencio que llegó a apoderarse de un Sánchez-Pizjuán que sencillamente se estaba aburriendo con lo que veía en el campo. La solución de Marcelino en el intermedio fue sacar del campo a Kanoute para introducir a Armenteros y colocar a Trochowski en el enganche con Manu del Moral. Ni que decir tiene que no es muy popular que el cambio fue acertado, al menos en lo referente a la posesión del balón, a controlar la situación, a dominar el juego en definitiva. Pero el fútbol no es sólo eso por mucho que algunos quieran pregonarlo después de triunfos que llegan a través de la efectividad y no del toque. Este juego exige meter la pelota entre los tres palos del rival y eso es mucho más fácil cuando está Kanoute sobre el césped que cuando es Armenteros quien figura en él, aunque el argentino se hartara de marcar goles en el Rayo en el cuarto anterior.

Es una paradoja complicada de explicar, pero fue así. El Sevilla jugó infinitamente mejor, le quitó el balón al Granada hasta llegar casi a monopolizarlo, combinó con rapidez, circuló la pelota un montón de veces para buscar a Jesús Navas, quien percutía una y otra vez por la banda derecha... Era un fútbol, el del Sevilla, agradable para el espectador, pero faltó lo más importante, entre otras cosas porque Roberto se empeñó en que así fuera.

Se le fueron al limbo innumerables ocasiones a los blanquirrojos en ese segundo periodo y, claro, eso es jugar con fuego, con un riesgo elevado de que pueda producirse una quemadura al final. Y no pueden alegar Marcelino y los suyos que no estuvieran advertidos de antemano, ya que Uche erró un gol clarísimo tras un rebote en el minuto 69.

El Sevilla, a pesar de ese susto, no dio un paso atrás y siguió buscando la sentencia y en otra de sus jugadas combinativas, Trochowski quiso buscar el más difícil todavía cuando lo tenía todo a favor para volverse y encarar a Roberto. Taconazo errado, frivolidad, contra mal defendida por Spahic, balón al larguero y cabezazo de Geijo. Decepción profunda, otro colista que puntuaba en Nervión cuando nada parecía apuntar a ello.

Pero hay días en que todo puede ser aún peor y después de que Luis Alberto tuviera en sus botas el triunfo en una ocasión clarísima fue Mikel Rico quien volvió a aprovecharse de una defensa blanda. El Sevilla perdió cuando mejor jugó, en la segunda parte por supuesto, pero eso es el fútbol, unas veces te da y otras te quita, sobre todo si se juega con fuego. Y ahora la pregunta está clara, ¿qué es mejor jugar bien o ganar? La respuesta de un cronista resultadista es ganar.

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