Javier Imbroda, honor a un entrenador que vivió deprisa
Muere Javier Imbroda
El técnico melillense hizo renacer en San Pablo la pasión por el baloncesto con los subcampeonatos de Liga y de Copa
Muere Javier Imbroda, consejero de Educación y Deportes de Andalucía
Javier Imbroda vivió tan deprisa en el mundo del baloncesto que su carrera más que larga fue intensa. Y laureada. Fraguó en Málaga una trayectoria como entrenador que lo elevó a los altares deportivos durante una década de gloria entre el Maristas, con irrepetibles duelos con su eterno rival, Caja de Ronda, y al que ascendió a la Liga ACB tras derrotar en mayo del 88 en el play off al Caja San Fernando, y el Club Baloncesto Málaga (Unicaja), entidad fruto de la fusión de los dos equipos.
Imbroda corrió en el banquillo igual que sus jugadores, propuso un baloncesto de intensidad, joven como era él, para desde el esfuerzo colectivo alcanzar altas cotas en la Costa del Sol, primero con aquella pareja mágica de los Smith, Ray y Mike, y posteriormente con un bloque más completo en el Unicaja que a punto estuvo de ganar la Liga, escupida por un triple errado en el último segundo por Mike Ansley contra el Barcelona en el 95.
Pocos años después el melillense vio que su etapa dorada en Málaga había tocado a su fin y dio un salto mortal al fichar por el eterno rival no sólo en la cancha, sino en los despachos. Se fue de un banco para firmar por otro. En el Unicaja lo consideraron una traición, mientras en Sevilla daban saltos de alegría por amarrar a un prometedor técnico de menos de 40 años y con ganas de devorar el balón.
Y así fue. El Caja San Fernando recuperó la sonrisa y la pasión de las que había disfrutado con Aleksander Petrovic en 1995, cuando se coronó subcampeón de la Liga ACB después de liquidar en cuartos al Real Madrid y en semifinales al TDK Manresa. El Barcelona fue su verdugo con un inapelable 3-0 en la final.
Pues bien, Imbroda insufló esa energía, esa fuerza, esa efervescencia a una plantilla con unos referentes muy definidos, empezando por el base André Turner, procedente del Joventut, un Mike Smith que también se mudó a Sevilla, un primer espada como Richard Scott, de vuelta a San Pablo tras sus logros con Petrovic, el joven y luchador Chuck Kornegay y un pívot especialista en el tiro exterior como Nacho Romero. Los veteranos Salva Díez y Manel Bosch, el escolta Odriozola y los jóvenes Anderson Schutte, Pedro Fernández y Antonio Díaz conformaban un plantel sin duda batallador.
Tanta guerra dio ese año este equipo con una capacidad defensiva portentosa. Tenía tanta fe este equipo que en la Copa del Rey de Valencia superó por un punto al anfitrión Pamesa, se merendó al Barcelona en las semifinales y se quedó a las puertas de la victoria en la Fuente de San Luis ante el Baskonia de Sergio Scariolo. Sólo la lesión de André Turner, que deleitó a los aficionados con un magnífico duelo con Elmer Bennett, en la segunda parte privó del triunfo a los hispalenses, que llegaron a disponer de 11 puntos de renta antes del revés físico de su base. Los vitorianos aprovecharon la ausencia del mago de Memphis y la baja por lesión de Salva Díez para darle la vuelta al marcador. Aun así, primera final copera para el Caja y primera muesca en el revólver de Imbroda.
Una ambición sin límites
Después de perder la final de la Copa ante el Baskonia fue capaz de llegar a la final de la Liga ACB, donde no pudo con el Barcelona
El melillense no se quedó ahí. Su ambición no tenía límites e hizo creer al club que lo mejor estaba por llegar. También se quedó a las puertas en esa temporada mágica de lograr otra hazaña. En la fase por el título de la ACB dejó en la lona al Pamesa en cuartos y al Madrid en semifinales. Se quedó sin aire el Caja contra el Barcelona en la final, aunque la carta de presentación del entrenador norteafricano en su estreno en San Pablo fue de quitarse el sombrero.
El nivel de exigencia fue similar en la segunda campaña y el Caja quedó cuarto en la fase regular de la ACB, aunque el Baskonia lo dejó fuera de combate en los cuartos. Ese curso también tuvo que lidiar el club con la acusación de agresión sexual de Iván Corrales, finalmente absuelto. Imbroda fue perdiendo fuelle, quizás porque desde su posición de técnico ayudante de la selección nacional todos lo veían como el principal aspirante a ocupar el puesto de Lolo Sainz.
Su tercera y última temporada en San Pablo acabó con el rosario de la aurora, con cruce de demandas entre el club y el entrenador, a cuenta de los deseos del melillense de hacerse cargo del equipo nacional, trabajo incompatible con el de técnico de ACB. Finalmente, salió, precisamente en el mes de abril, por la gatera en 2001.
Logró el bronce en el Europeo de Turquía en 2001 y derrotó a Estados Unidos en el duelo por el quinto puesto en el Mundial de Indianápolis un año después. Volvió a los banquillos de la ACB con una calamitosa experiencia en el Real Madrid, que se quedó fuera de la fase por el título y fue despedido en mayo de 2003.
Con poco más de 40 años, daba la sensación de que su fulgurante carrera como entrenador estaba en declive. Tal cual. Sólo volvió a dirigir a equipos menores como el Grupo Capitol Valladolid y el Menorca. Trató de reengancharse como presidente de la ACB; no lo logró. E incluso cinco años intentó entrar en el Betis como director general; tampoco lo consiguió.
El técnico que vivió deprisa y al que San Pablo le debe rendir honores se embarcó en la política y no le fue nada mal. Siendo su hermano Juan José dirigente del PP y durante muchos años presidente de Melilla, Javier optó por Ciudadanos. La suma con los populares y la abstención de Vox valieron para que el técnico que revolucionó Málaga y Sevilla con su baloncesto de tesón y sacrificio, de defensa y equipo, se convirtiera nada menos que en consejero de Educación de la Junta.
Luchó como un jabato contra el cáncer y finalmente ha sucumbido ante la enfermedad después de duras batallas, como en la cancha, libradas durante años.
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