Incapaz de llegar a un objetivo menor (1-1)

Valladolid - Sevilla · la crónica

El Sevilla se topa con sus propias taras y tampoco sale como vencedor de su visita al Valladolid. Después de seguir el guión de todos las citas como forastero, un penalti lo metió en el partido, pero no supo remontar.

Foto: LOF
Francisco José Ortega

28 de abril 2013 - 20:59

Nuevo paso corto del Sevilla, otro más, en su visita a un Valladolid que podía haberle servido para romper su pobrísima racha lejos del Ramón Sánchez-Pizjuán. Pero no, el conjunto de Unai Emery, por una causa o por otra hasta juntar cerca de un millón de razones, es incapaz de acercarse siquiera a ese objetivo menor que es la octava plaza, o la séptima o la que lo pudiera conducir hasta una competición europea. Unas veces es un error defensivo, otras es un gol desperdiciado por Negredo completamente en solitario delante de la portería rival, pero, sobre todas las cosas, se impone la mala confección global de una plantilla.

Porque no es normal, con el presupuesto del Sevilla 2012-13, que el equipo tenga que ir a jugarse casi el todo por el todo a Valladolid y que un par de bajas, por mucho que sean de jugadores de la talla de Medel y Kondogbia, que también habría que calibrar el nivel real de éstos, obligue al entrenador a tirar de futbolistas como Javi Hervás e incluso Maduro. O que se lesione a última hora Reyes con el marcador 1-1 y el entrenador ni siquiera se atreva a meter en el campo a Babá o Manu del Moral, los dos delanteros que tenía en el banquillo, en busca del triunfo y prefiera optar por un chaval del filial en su debut que en realidad es defensa central y no punta.

Con independencia de que pudiera existir alguna razón física más que se desconozca desde fuera, claro que Unai Emery tiene argumentos para tomar esa decisión al final, por supuesto que sí. Tiró más de una vez de Babá y de Manu del Moral y la respuesta de ambos se acercó más a dejarlo con un futbolista menos sobre el campo que a aportarle siquiera una rendija de luz por la que poder atisbar un gol al equipo rival. Pues nada, la solución del técnico fue adelantar a Alberto Moreno al puesto de interior, lo que tal vez le sirviera para tapar las llegadas de Ebert por ahí, recolocar a Fernando Navarro de lateral izquierdo y tratar de buscar alguna acción a balón parado, entre otras cosas porque quedaban apenas dos minutos.

Pero ya entonces era tarde para que el Sevilla hiciera lo que había sido incapaz de ejecutar durante todo el tiempo anterior, es decir, de ganar en Valladolid, algo que era una obligación para un equipo que de puertas hacia fuera vende una y mil veces que aún tiene opciones para meterse en la próxima Liga Europa. Imposible con semejantes mimbresy también con el cúmulo de circunstancias que se le presenta en cada partido y que rara vez es capaz de volcarlas a su favor.

Porque el partido sólo se salió del guión habitual de todos los partidos del Sevilla fuera de casa en que no se saldó con un resultado aún más negativo para él, es decir, que al menos sumó un punto y no cayó derrotado. El resto se ajustó fielmente a esa película que se viene repitiendo cada vez que los blancos han ejercido de visitantes en el presente curso tanto con Míchel como con Emery, lo que corrobora aún más que no es un problema del entrenador y sí de los futbolistas y de quienes los eligieron para afrontar los objetivos después del fracaso de la anterior temporada.

El Sevilla, una vez más, se plantó en el campo con buenas maneras, aunque esta vez tenía a Maduro y Javi Hervás en el puesto de mando y eso, lógicamente, debía notarse mucho en lo referente a la velocidad de ejecución. El Sevilla, está claro, iba a jugar con una marcha menos, pero Emery consideró que el cordobés merecía una oportunidad y optó por meterlo como centrocampista ante la ausencia de Kondogbia. Cualquier parecido entre uno y otro es pura coincidencia en todos los sentidos.

Y se notó, claro que se notó, por mucho que Javi Hervás le pusiera toda la voluntad y demostrara que sabe manejarse con la pelota en los pies. El problema está en la velocidad para moverla y para recuperarla tanto después como antes, ésa es la cuestión. Pero el Sevilla aparentaba que tampoco era un lastre mayor y tendría el control durante cierto tiempo, incluso una primera ocasión clarísima de Fazio en el minuto 4 que salvaba el rostro de Rukavina cuando parecía que el 0-1 iba a llegar prontito. Apariencias, como siempre.

Desde ese instante, el Sevilla comenzó a jugar un fútbol de mentira, un juego que llevaba la pelota de un lado para otro, pero sin la maldad necesaria para coquetear con el gol siempre y, por supuesto, sin esa sangre que siempre tienen inyectadas en los ojos los futbolistas ganadores. Acciones para allá, acciones para acá y un guión que tenía que cumplirse a la mínima que se le presentara al Valladolid. Después de una palomita de Jaime a Jesús Navas, bastó con un doble error de Rakitic para que todo el sistema defensivo fuera desnudado y el Valladolid se pusiera por delante.

Nada nuevo bajo el sol, el Sevilla estaba otra vez por debajo y tampoco sería nuevo que Negredo fallara después un cabezazo completamente en solitario y algunas llegadas más de Jesús Navas. El Valladolid ya le había dado el balón a los ayer rojos y éstos apenas sabían qué hacer con él hasta que se encontraron con un penalti gracias al tesón de Coke a la hora de reclamarlo.

El Sevilla, y eso sí era nuevo, había logrado empatar y le llegaba el momento de dar un paso adelante. Emery acertó con el cambio de Perotti por Javi Hervás, aunque después llegaría el susto de Ebert con su tiro al larguero. Pero una gran jugada del argentino dejó a Negredo con todo a favor para fallar un gol increíble. Jaime le haría otra buena parada a Jesús Navas, Negredo cabecearía flojo en solitario y Javi Guerra tuvo también la suya bajo los palos. El Sevilla había sido incapaz de ganar de nuevo y tal vez es que esta plantilla no tenga nivel para más. Así que los planificadores bien harían en acertar un poco más. Todo lo demás suena a excusas.

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