Y todos serán el Granada...

Sevilla | getafe · el otro partido

El sevillismo le volvió la cara el miércoles a Antonio Puerta, pero anoche lo hizo con el equipo y sus gestores · Duele más el plástico al descubierto que los mensajes.

1. Los jugadores abandonan el terreno de juego tras el partido con una desangelada grada al fondo. Fue una la peor entrada que se recuerda en los últimos años  2. Algunos aficionados mostraron su descontento durante la segunda parte por la planificación deportiva que ha seguido el club en esta temporada 3. Romaric parece desafiar a alguien con la mirada y con su dedo índice mientras otro brazo trata de disuadirlo.
1. Los jugadores abandonan el terreno de juego tras el partido con una desangelada grada al fondo. Fue una la peor entrada que se recuerda en los últimos años 2. Algunos aficionados mostraron su descontento durante la segunda parte por la planificación deportiva que ha seguido el club en esta temporada 3. Romaric parece desafiar a alguien con la mirada y con su dedo índice mientras otro brazo trata de disuadirlo.
Jesús Alba / Sevilla

28 de noviembre 2010 - 05:02

No es cuestión de broncas del entrenador. Es cuestión de concepto futbolístico y de la ecuación resultante cuando en el terreno de juego se hace coincidir lo que el Sevilla tiene en su plantilla. La afición dio el aviso el miércoles ante el Granada, pero eso fue sólo un aviso. El Ramón Sánchez-Pizjuán ha completado una semana para enmarcar. Derrota ante el Mallorca, ante el Granada por penaltis y frente al Getafe. Todo en seis días -ni siquiera siete-, los que van de domingo a sábado. La ilusión se ha perdido en el sevillismo, que ya no acude a su estadio porque no tiene ya ni el aliciente de gritarle a su entrenador. Jiménez ya no está, ¡qué aburrido es todo! La entrada que registró el estadio nervionense ayer es la más pobre de los últimos tiempos en un partido de Liga. Desde el Sevilla de los títulos nunca se vio el Sánchez-Pizjuán tan desangelado con puntos en juego. Ni con trombas de agua dejó de acudir el sevillismo a su cita para animar a su equipo. Lo de ayer fue muy ilustrativo y demuestra todo lo que se lleva diciendo de este equipo desde el verano y que niegan -que no quiere decir que no lo reconozcan para sí- sus responsables.

El propio Míchel lo ha dicho esta semana. "El Sevilla es un equipo en transición". ¿Más claro? El exquisito ex futbolista del Real Madrid llegó casi sentenciado desde que Jiménez se reunió en el Alfonso XIII con su presidente y se va con crédito para aguantar un mes. Quizá cuando diciembre pase esté Manzano en situación igual de comprometida, porque al Sevilla le viene una cuesta arriba empinadísima que empieza en París el jueves pero que el domingo en Villarreal, de no mediar una reacción, verá ya a un rival directo, el amarillo, a diez puntos de distancia.

La afición sí que lo ha visto claro. Si el miércoles le volvió la cara a Antonio Puerta, ayer se la volv ió a su equipo y a sus gestores. Gritos y mensajes aparte -"más fichajes, menos sueldos"-, la peor bofetada fue la cantidad de plástico que dejó al descubierto ayer. La peor entrada de los últimos años fue también para el peor Sevilla. 22 goles en contra en 13 jornadas es algo que no se recuerda desde mediados de los noventa y por ahí hubo descensos. No quiere esto decir que el equipo de Manzano vaya a perder la categoría, pero sus objetivos los tiene cada vez más lejos y, lo peor, la ilusión se va apagando poco a poco. Y, a qué negarlo, la ilusión se ha perdido por la calidad del equipo, que ha tirado por la borda una de las mejores virtudes que tenía en la mejor época de Jiménez, seguridad defensiva. Brillaban quizá otras cosas, se le pedía gusto, llegada y toque arriba, pero el que gana los partidos es el bloque. El sistema defensivo actual, sin un medio centro de cierre de garantías en la plantilla, puede ser uno de los más vulnerables de la categoría. De hecho, ya es el cuarto más goleado, sólo superado en esta faceta por Málaga, Zaragoza y Athletic.

El Sevilla de este año, el de Manzano y el de Antonio Álvarez, no controla los partidos. Ayer, con el 1-0 y ganando en la primera parte, ofrecía esa sensación ya tan familiar de no tener nunca atados los cabos. Pero, claro, eso siempre sucederá con Zokora y sin Zokora. Porque el costamarfileño hace una labor que no le corresponde. O si le corresponde no la hace porque no sabe hacerla o porque nunca está. Y porque no hay nadie más.

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