Gijón marca la frontera (1-1)

Sporting-Sevilla

El Sevilla, que marcó en el minuto 4, no plasma en goles su monólogo tras el descanso y deja escapar dos puntos

Luciano Vietto, con un resignado Meré a su lado, se adelanta al portero Cuéllar para elevarle el balón y marcar el gol del Sevilla en El Molinón.
Luciano Vietto, con un resignado Meré a su lado, se adelanta al portero Cuéllar para elevarle el balón y marcar el gol del Sevilla en El Molinón.
Juan Antonio Solís

30 de octubre 2016 - 05:02

El Molinón, Gijón, el corazón de la cornisa cantábrica, marcó los límites de este ambicioso Sevilla de Jorge Sampaoli, por si alguien se resistía a verlos. El equipo que ayer vistió de mostaza vio frenada su racha triunfal en la Liga más por sus propias limitaciones que por las aptitudes de un rústico Sporting al que el punto le debió saber a pura gloria. Todo lo contrario que a los sevillistas, rabiosos por no plasmar en la segunda parte su insultante superioridad, su acoso y derribo. El fútbol atesora una verdad sagrada, el gol. Es la que legitima todo lo bueno que un equipo haga sobre la hierba. Como el gol no apareció en ese monólogo de tres cuartos de hora, su lucido y fluido juego de toque se quedó a medias. En una verdad a medias que lo llevó a bajar peldaños en la tabla. Y en sus expectativas.

La exquisita Brasil del 82 bailó con la pelota a los italianos en Sarriá. Pero Paolo Rossi les gritó tres veces que la única verdad de este juego es alojar el cuero en la red.

Hasta 20 veces remataron los amostazados en Gijón, una plaza áspera y sembrada de aristas para ellos desde que el fútbol es fútbol. Sus méritos se frenaron ahí. En la suerte suprema. En esa habilidad con el estoque que distingue a los que realmente mandan en el escalafón. El Sevilla quiere abrirse hueco en esa selectísima azotea de la Liga, pero la vida lo puso ayer ante el espejo: un aspirante a lo más noble no deja vivo a un rival tan a merced como estuvo el Sporting al regreso de los vestuarios. Un aspirante a codearse con Barcelona, Real Madrid y Atlético agarra a los astures y los convence en un par de llegadas, en tres a lo sumo, de que su campeonato no está en ese partido. Que debía resignarse a pasar un mal trago, pagar el peaje y recomponerse para seguir remando a la siguiente jornada.

Y eso que lo tuvo a huevo el Sevilla desde el minuto 4. En un golpe de fortuna, se le puso el partido de cara. Sergio Rico despejó como pudo una cesión apuradísima, Ben Yedder tocó también como pudo la pelota y, de repente, Vietto disfrutó de un pasillo expedito hasta Cuéllar. Su segundo toque fue un tanto largo, pero apretó los riñones, llegó antes que el guardameta y salvó por arriba su oposición con un sutil toque de calidad.

El Sporting reaccionó con su proverbial ardor cuando actúa ante La Mareona. Y al ímpetu le puso astucia para detectar la zona blanda del Sevilla: ese costado que debían guardar Mariano y Carriço. El portugués acusó su inactividad y sufrió para frenar a Cop, que lo arrastró al costado para superarlo una y otra vez. El croata se asoció con Isma López y Canella para terminar de desestabilizar una temblorosa defensa.

En una de las acometidas, Canella entró con más decisión que Nzonzi a un balón dividido en el vértice derecho del área de Sergio Rico y su inteligente centro atrás, a los llegadores desde la segunda línea, lo cazó de volea Moi Gómez. Inapelable para Sergio Rico.

Ese empate a los 20 minutos de juego desató un partido de ida y vuelta. Pudo acallar El Molinón el Mudo Vázquez nada más sacar de centro, pero a su zurdazo enroscado le faltó algo más de ajuste para que la pelota viajara hasta la jaula.

El Sporting arriesgaba mucho cuando disfrutaba de una opción a balón parado y al Sevilla le faltó un pelo para conectar con Ben Yedder o Vietto y que se volvieran a plantar ante Cuéllar. Pero el equipo de Sampaoli sufría también mucho en sus repliegues, parsimoniosos. Era la factura de jugar con tantas piezas ofensivas y Nasri como escudero de N'Zonzi por dentro.

Nasri, por cierto, empezó a desmadejar el partido como ya acostumbra. Suyo fue un gran eslalon que no acabó en gol por poco (32'). Pero su loable afán por retrasarse, empezar la jugada y resolver muy arriba se traduce en un esfuerzo físico que su musculatura acusa. Se tuvo que quedar en la caseta en el intermedio.

Iborra fue el recambio del genio francés. ¿Acusaría el Sevilla la baja del gran armador de su juego? Nada más lejos. Sí que pudo echar de menos otra virtud del jugador del City: su llegada. Las decenas de penetraciones de Mariano por la derecha y de Vitolo por la izquierda se diluyeron en el área por las malas opciones de pase o por la ausencia de ese nueve intuitivo que caza balones y los remata. Vietto y Ben Yedder crean peligro a su manera, con sus movimientos, desmarques y arrastres, pero no gustan del fútbol de contacto, de distancias cortas. Del juego de área.

Dos defectos frenan hoy al Sevilla: la referida falta de un nueve que dé trabajo a los centrales por un lado. Por otro, que la baja de algún titular fijo no equivalga a tragedia. Y las de Pareja y Escudero lo fueron. La primera, por el bajo estado de forma de Carriço; la segunda, porque Vitolo de lateral sólo explotó en ataque en la segunda parte. El canario, como Mariano o Franco Vázquez, con el respaldo de N'Zonzi e Iborra desde atrás, tocaron y tocaron por todo el frente del ataque y canalizaron el balón hacia las zonas adecuadas. Pero con la suerte suprema, a los de mostaza les faltó el mínimo picante.

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